miércoles, 29 de mayo de 2019

Francisco Javier GUTIÉRREZ NÚÑEZ; Salvador HERNÁNDEZ GONZÁLEZ: "Nuevas noticias en torno al origen de la Capilla de San Antonio de la nación portuguesa, del convento de San Francisco (Sevilla), 1594-1614".


Francisco Javier GUTIÉRREZ NÚÑEZ; 

Salvador HERNÁNDEZ GONZÁLEZ:

 "Nuevas noticias en torno al origen de la 

Capilla de San Antonio de la nación portuguesa, 
del convento de San Francisco (Sevilla), 
1594-1614", 

en 


PELÁEZ DEL ROSAL, M. (dir. y ed.): 

El franciscanismo hacia América y Oriente, AHEF, 2018, pp. 161-179.




ENLACE 1, PdF del artículo:



https://drive.google.com/file/d/1v1R-WIi4lzq-X9suodcicBQdoB0lsO6H/view?usp=sharing



ENLACE 2, www.academia.edu:


Salvador HERNÁNDEZ GONZÁLEZ; Francisco Javier GUTIÉRREZ NÚÑEZ: "Familias portuguesas y sus empresas artísticas en Sevilla".




Salvador HERNÁNDEZ GONZÁLEZ; 
Francisco Javier GUTIÉRREZ NÚÑEZ: 

"Familias portuguesas y 
sus empresas artísticas en Sevilla", 

en 

QUILES, F.; FERNÁNDEZ CHAVES, Manuel; FIALBO CONDE, Antonia (eds.): 

La Sevilla lusa. La presencia portuguesa 
en el Reino de Sevilla durante el Barroco, 

Sevilla 2019, pp. 448-473.




ENLACE 1, PdF del artículo:




ENLACE 2, www.academia.edu:




Javier Jiménez Rodríguez: "Del Miño al Guadaíra. Los inmigrantes gallegos y portugueses de Alcalá de Guadaíra en el siglo XVIII".


igrexa-santa-maria-tomino
Iglesia de Santa María en Tomiño
Mancomunidade do Baixo Miño
(Pontevedra)

DEL MIÑO AL GUADAÍRA. LOS INMIGRANTES GALLEGOS 

Y PORTUGUESES DE ALCALÁ DE GUADAÍRA EN EL SIGLO XVIII. 

Javier Jiménez Rodríguez 

(IES Ángel Ganivet de Granada)




[Escaparate. Núm. de Navidad de 2017.
Ed. José Ordóñez Ruiz.
Alcalá de Guadaíra, 2017.
Págs. 40-44]

La España actual es el resultado de los distintos movimientos migratorios que se han sucedido a lo largo de la Historia. Las migraciones de los mozárabes del sur a los reinos cristianos del norte durante los primeros siglos de la Reconquista, las repoblaciones cristianas de las tierras reconquistadas durante los siglos XII y XIII o el éxodo rural y la emigración a las provincias más industrializadas durante el siglo XX son fenómenos fundamentales para comprender la evolución histórica de nuestro país. Los desplazamientos de población constituyen una realidad recurrente y sus consecuencias han sido tan profundas que afirmar que España es una nación de naciones es un disparate carente de base histórica y solo puede responder a tácticas oportunistas cortoplacistas de políticos mediocres. Este artículo tiene como objetivo aproximarnos al estudio de la emigración gallega y portuguesa a Alcalá de Guadaíra durante el siglo XVIII. La mayor parte de los datos ofrecidos provienen de tres series documentales: los testamentos y poderes para testar, los expedientes de matrimonios apostólicos conservados en el Archivo General del Arzobispado de Sevilla y los contratos de compraventa y alquiler celebrados en las cuatro escribanías de Alcalá durante el siglo XVIII.

   Para completar la información ofrecida por estas fuentes hemos recurrido también al catastro de Ensenada, a los repartimientos fiscales de la época y a expedientes notariales de diversa naturaleza.

   Desde el siglo XVII hasta el tercer cuarto del siglo XX, en torno a tres millones de gallegos emigraron a otras tierras con la esperanza de mejorar su situación. Este fenómeno fue el resultado de numerosas causas demográficas, económicas, sociales e, incluso, sicológicas.

   Durante la Edad Moderna y buena parte de la Edad Contemporánea, algunas comarcas de Galicia soportaron las densidades de población más elevadas de España. Sin embargo, la principal causa de los movimientos migratorios fue siempre la existencia de una estructura económica arcaica, basada en la agricultura minifundista de subsistencia. La primera etapa de la emigración gallega comenzó en el siglo XVII y se prolongó hasta mediados del XIX. Los principales destinos eran Castilla, Andalucía y Portugal. En una segunda etapa, que se extendió de 1860 a 1936, los emigrantes gallegos se establecieron sobre todo en Cuba, Argentina, Uruguay, México y Brasil. En la última etapa, que coincidió con el tercer cuarto del siglo XX, se reanudó la emigración hacia Argentina y surgieron nuevos destinos como Venezuela, Centroeuropa (Alemania, Francia, Reino Unido, Holanda, Bélgica y Suiza) y las regiones españolas más industrializadas (Cataluña, País Vasco y Madrid). Solo esta última fase afectó a un millón de personas. Las migraciones gallegas a gran escala finalizaron definitivamente a mediados de la década de 1970.


Iglesia de Santiago el Mayor
Alcalá de Guadaira
(Sevilla)
[Foto: M. Verpi 2014]


   La gran emigración gallega y portuguesa a Alcalá y, en general, al reino de Sevilla se enmarca en la primera de las tres etapas citadas, en concreto durante las dos últimas décadas del siglo XVII y la mayor parte del XVIII, época en la que la Baja Andalucía seguía siendo una de las zonas más dinámicas de la Península Ibérica. Durante esos años, el predominio del minifundio, la elevada presión tributaria, la baja productividad y la falta de alternativas laborales fuera del sector primario empujaron a los más emprendedores a buscar nuevas oportunidades fuera de su tierra natal.

   La llegada de miles de gallegos y portugueses al reino de Sevilla compensó la disminución de la población causada por las tres grandes epidemias de peste que asolaron el valle del Guadalquivir durante el siglo XVII y contribuyó al crecimiento económico y demográfico de la primera mitad del XVIII. Según los repartimientos fiscales que se custodian en el Archivo Municipal, la población de Alcalá debió de crecer en torno a un 8,3% entre 1715 y 1755, pasando de 808 a 875 vecinos. Este incremento demográfico no solo fue posible gracias a un crecimiento vegetativo positivo, sino sobre todo a un saldo migratorio igualmente positivo (véase el cuadro II)

   Entre 1644 y 1681, el noroeste peninsular vivió una época de relativa prosperidad gracias a la introducción del maíz. Sin embargo, desde entonces y hasta principios del siglo XIX, la economía de Galicia sufriría un estancamiento económico que no impidió que su población siguiera creciendo. De 1691 a 1780 la región vivió su momento de mayor desequilibrio entre los efectivos demográficos y los recursos. Esta situación provocó un aumento de las migraciones que alcanzaron sus cotas más elevadas entre 1751 y 1780, cuando algo más del 40% de los hombres nacidos en el sur de la actual provincia de Pontevedra falleció fuera del reino de Galicia (1).

   El historiador José Manuel Pérez García, tras consultar los archivos de diez parroquias del obispado de Tuy que suponían el 40% de la población de la comarca del Bajo Miño, ha llegado a la conclusión de que entre 1691 y 1780, el 10% de los nacidos en el sur de la actual provincia de Pontevedra que murieron lejos de su tierra fueron enterrados en el reino de Sevilla (2). A partir de estos datos, podemos extrapolar que uno de cada veinticinco hombres nacidos en el obispado de Tuy en esos años se establecería definitivamente en las actuales provincias de Cádiz, Huelva y Sevilla.


Antigua fotografía del Paseo de la Corredera
Tuy
(Pontevedra)
[Fuente: Album de prensa de alberto estévez piña]


   José Manuel Pérez García ha demostrado también cómo, durante el siglo XVIII, los movimientos migratorios del Bajo Miño siguieron tres modelos principales. La mayoría de los emigrantes (en torno al 57%) se desplazaban estacionalmente a Castilla y León donde permanecían durante períodos de seis a siete meses, aunque a veces sus estancias podían prolongarse de uno a tres años. Se trataba de una migración pendular practicada sobre todo por hombres casados o viudos (un 60% del total) que abandonaban temporalmente su hogar cada vez que las cosas venían mal dadas y regresaban a casa cuando habían ganado el dinero necesario para equilibrar las cuentas familiares. 

En cambio, los gallegos que se decidían a probar fortuna en Andalucía (aproximadamente un 23%) solían permanecer como mínimo dos años y en muchos casos nunca regresaban. Dos de cada tres inmigrantes llegados al sur eran hombres solteros jóvenes que trataban de ahorrar el dinero suficiente para formar una familia o buscaban nuevas posibilidades vitales. Por su parte, la emigración a Portugal, que afectó aproximadamente al 8%, combinaba las estancias cortas cuando el destino era el norte del país con las estancias plurianuales cuando se establecían en Lisboa. En general, las fuentes parroquiales gallegas y portuguesas atestiguan que la mayoría de los emigrantes del Antiguo Régimen abandonaron su aldea por primera vez a edades muy tempranas, en muchos casos, con once ó doce años, y que no pocos seguían pasando estancias fuera de casa tras cumplir los 50 años.


seriepastelesLuisCaro2014 7
La Retama de Alcalá de Guadaíra
(Pastel)
Luis Caro
2014


   Aunque los movimientos migratorios suelen estar motivados por causas demográficas, económicas, sociales y sicológicas, no se pueden comprender sin tener en cuenta las cadenas migratorias o relaciones humanas que los propician y suavizan los sacrificios personales que conlleva siempre la emigración. Para el emigrante conocer a alguien en el lugar de destino supone reducir gastos y riesgos. Los familiares y amigos que han emigrado con anterioridad pueden proporcionar alojamiento temporal, suministrar información útil, ofrecer empleo o contactos para encontrarlo, dar apoyo afectivo en los momentos de nostalgia…y, en definitiva, facilitar la integración en la tierra de acogida. Siempre es más fácil decidirse a abandonar la tierra natal cuando se dispone de una red social en el lugar de destino. Por ello, los emigrantes de una zona determinada tienden a establecerse en el mismo lugar. La mayoría de los gallegos y portugueses que residían en la Alcalá de siglo XVIII provenía de un área muy concreta de la ribera baja del Miño que formaba parte de los obispados de Tuy y Braga. Actualmente esas tierras constituyen el sur de la provincia de Pontevedra y el norte del distrito portugués de Viana do Castelo (Véase el cuadro I)

   Los primeros gallegos asentados en Alcalá debieron de llegar en el siglo XVII. Con toda seguridad serían personas audaces, con recursos y cualidades suficientes para emprender una nueva vida en tierra extraña. Sin embargo, a medida que la cadena migratoria se fue consolidando, los costos y las incertidumbres de la emigración se irían reduciendo y ampliando el perfil del inmigrante.


CUADRO I


Procedencia de los portugueses y gallegos que otorgaron testamento en Alcalá
entre 1745 y 1754
ReinoObispadoMunicipioParroquiaNúmero de inmigrantes
PortugalBragaMonçaoMoreira         1
Santiago de Pías         1
Monçao         1
Vila Nova         1
LisboaLisboa         1
No se indica el municipio         1
GaliciaTuyCaldelasSan Martín         1
MosSan Pedro de Cela         1
NievesSanta Eugenia de Setados         3
Santa María de Taboexa         1
Salvatierra         1
TomiñoSan Miguel de Taborda         1
Santa María de Tebra         1
Santa María de Tomiño         2
Tuy         2
VigoSantiago de Bembrive         1
OrenseCastiñeira         1
SantiagoBriónSan Félix         1


   Entre 1745 y 1754 hicieron testamento o concedieron poderes para testar en Alcalá 307 personas. Como se aprecia en el cuadro II, veintidós de estas personas eran varones de origen galaico-portugués: dieciséis procedían de Galicia y seis de Portugal. Dado que en esta época era habitual que la mayoría de los alcalareños otorgasen algún tipo de documento de últimas voluntades, podríamos afirmar que, al menos el 14% de los hombres adultos residentes en Alcalá a mediados del siglo XVIII habían nacido en Galicia o Portugal. 

Por otra parte, se confirma que todos los inmigrantes provenientes de ambos reinos eran varones y que la mayoría (como mínimo dieciocho de los veintidós) eran oriundos de la ribera del Bajo Miño.


CUADRO II


Procedencia de las personas que otorgaron testamentos o poderes para testar en Alcalá entre 1745 y 1754
Lugar de nacimientoMujeresHombresTotal
No consta
Alcalá de Guadaíra
Sevilla capital
Pueblos del entorno
Resto del Reino de Sevilla
Galicia
Portugal
Otros lugares
22 (14,2%)
110 (70,9%)
5 (3,22%)
7 (4,51%)
10 (6,45%)


1 (0,64%)
14 (9,21%)
84 (55,3%)
11 (7,23%)
9 (5,92%)
7 (4.61%)
16 (10,5%)
6 (3,94%)
5 (3,29%)
36 (11,7%)
194 (63,2%)
16 (5,21%)
16 (5,21%)
17 (5,55%)
16 (5,21%)
6 (1,96%)
6 (1,96%)
TOTAL:155152307


   Los seis expedientes de gallegos y portugueses residentes en Alcalá que contrajeron matrimonio apostólico entre 1712 y 1764 confirman que habían abandonado su tierra natal muy jóvenes, a veces a edades sorprendentemente tempranas (3). Dos de ellos llegaron con 18 años, pero el resto aún no había cumplido los catorce. El más joven de todos, Antonio Álvarez, natural de la parroquia portuguesa de Santiago de Pías (obispado de Braga), solamente tenía ocho años cuando, en 1699, emprendió su viaje sin retorno a Andalucía. Ello fue posible porque estos emigrantes se desplazaban acompañados de familiares y vecinos de su aldea o de las parroquias cercanas. Ir en grupo hacía el viaje menos pesado y más seguro. Los riesgos de sufrir algún robo en el camino o de verse solo ante un posible accidente eran menos probables viajando en compañía de gente conocida, aunque desplazarse a pie desde la ribera del Miño hasta el valle del Guadalquivir cruzando Portugal no dejó nunca de ser una aventura llena de peligros. Las fuentes parroquiales nos informan de que a más de uno le sobrevino la muerte en el camino de ida o a la vuelta.


Puente sobre el río Cávado
(Postal antigua)
Braga
(Portugal)


   Como ya se ha apuntado, la estancia de los inmigrantes gallegos en el reino de Sevilla podía ser temporal o definitiva. La mayoría permanecía en Andalucía solamente hasta ahorrar el dinero necesario para casarse o comprar alguna propiedad en su tierra natal. Según José Manuel Pérez García, estas estancias solían prolongarse de dos a ocho años. Sin embargo, no pocos acabaron echando raíces en el sur por lo que no regresarían jamás. La inmigración temporal tal vez sea la causa del alto porcentaje de solteros que caracterizaba a este colectivo. Según los datos ofrecidos por los documentos de últimas voluntades de la Alcalá de mediados del siglo XVIII, mientras que la soltería sólo afectaba al 3,5% de los varones adultos nacidos en la villa que no pertenecían al clero, el porcentaje de gallegos solteros casi se elevaba al 23%. Seguramente muchos de estos gallegos permanecerían solteros porque pensaban volver algún día a su aldea, aunque finalmente no regresasen jamás. Sirva de prueba que, en sus testamentos, con frecuencia encontramos que conservaban los bienes heredados de sus antepasados en su tierra natal. 

El propósito de regresar a Galicia algún día podría ser también la causa por la que algunos se casaban a una edad relativamente provecta para la época y, en muchos caso, tras dejar embarazada a su compañera sentimental que generalmente solía ser la viuda de algún compadre o amigo. Los casados o viudos, en cambio, vendían los bienes legados por sus padres tan pronto como podían y no solían encargar misas ni funerales en su aldea de nacimiento.

La mayor parte de los inmigrantes que no regresaron jamás a Galicia acabaron contrayendo matrimonio y teniendo hijos. Un caso excepcional fue el de Domingo Acosta que se casó en 1720 con la alcalareña Isabel Bravo Verdejo. Pese a haber tenido una hija, Teresa de Acosta Bravo, el gallego abandonó a su familia solo tres años después de contraer matrimonio para regresar a su tierra. Nunca regresó (4). El caso contrario fue el de Joseph Costas, natural de Santiago de Bembrive (parroquia situada a 5 km de Vigo), que desveló en su testamento, otorgado en 1745, haber dejado en Galicia dos hijos naturales. Tras fallecer su mujer alcalareña sin haberle dado descendencia legítima, los reconoció y los nombró únicos herederos (5).


CUADRO III


Estado civil y vecindad de los gallegos y portugueses que otorgaron testamentos o poderes para testar en Alcalá entre 1745 y 1754
Estado civilVecinos de SantiagoVecinos de San SebastiánTotal
Casados:
Viudos:
Solteros:
7
4
4
4
2
1
11 (50,0%)
6 (27,3%)
5 (22,7%)
Total:15 (68,2%)7 (31,8%)22


   Como ya se ha apuntado, el relativamente elevado nivel de soltería de los inmigrantes no quiere decir que no mantuvieran relaciones sentimentales sin estar casados o, incluso, que tuvieran hijos, aunque normalmente si ella quedaba embarazada la relación solía acabar en boda. Un ejemplo fue el de Gregorio Gallego que en 1726 pidió dispensa para casarse con Luisa Gálvez, viuda de su compadre Pedro Galván. Gregorio Gallego era oriundo del arzobispado de Santiago y había salido de su tierra con 11 años. Fue padrino del hijo del matrimonio. Tras el asesinato de su compadre en 1719 en el Puerto de Santa María, mantuvo una relación con la viuda. Al quedar embarazada y dar a luz una niña, acabó casándose con ella para evitar las habladurías (6).

   Diecisiete de los veintidós gallegos y portugueses estudiados contrajeron matrimonio en Alcalá. Cuatro de ellos se casaron más de una vez y trece tuvieron hijos (una media de 3,6 hijos cada uno). Por lo común sus esposas eran mujeres pobres, en la mayoría de los casos hijas o viudas de jornaleros del campo o, ya bien entrado el siglo XVIII, hija de otro inmigrante. Casi todas carecían de dote o aportaron al matrimonio solamente su ropa de vestir y algo de menaje. Ninguno de los veintidós hombres estudiados contrajo matrimonio con mujeres de las clases acomodadas, tal vez por la desconfianza que los forasteros suscitan en las sociedades rurales. Incluso Baltasar Agranda, natural de Santa María de Cardelas, cuyo caudal poco antes de su boda ascendía a 19.000 reales, no dudó en desposar a una viuda con hijo que no pudo aportar ningún bien material al matrimonio (7). 

Muchas mujeres humildes a las que, al carecer de dote o ser viudas con hijos, les hubiese resultado muy improbable casarse con un hombre joven con cualidades reconocibles, lograron prosperar gracias a contraer matrimonio con algún mozo venido de la ribera del Miño con ganas de comerse el mundo y dispuesto a echar raíces en Alcalá.


callegandulRAFAELLUNA
La calle Gandul de Alcalá de Guadaíra
(Acrílico sobre lienzo)
Rafael Luna


   Gracias al trabajo constante y al ahorro, la mayoría de los inmigrantes galaico-portugueses consiguieron mejorar poco a poco su situación economía e, incluso, adquirir bienes. La lectura de las fuentes nos induce a pensar que, en general, era gente trabajadora, con ganas de mejorar y gran capacidad de sacrificio. Estas cualidades hacían posible que se abriesen camino en una tierra que no era la suya, pero que ofrecía más oportunidades que su tierra de nacimiento. Aunque ninguno de los veintidós hombres estudiados logró hacerse rico, muchos prosperaron más que los jornaleros nativos e, incluso, llegaron a acceder a la propiedad o a explotar una huerta en régimen de alquiler. Jacinto de la Villa constituye un ejemplo revelador de la capacidad para abrirse camino manifestada por muchos de estos inmigrantes. 

Había nacido en Santa Eugenia de Setados y debió de llegar a Utrera a principios del siglo XVIII, siendo aún un niño. En 1722 contrajo matrimonio con su primera esposa, María Sánchez, que le dio dos hijos y dos hijas. Ante la imposibilidad de ocuparse de ellos, poco después de quedar viudo, en 1740, se volvió a casar. Aunque en un primer momento debió de trabajar en lo que le salía, acabó siendo capataz de la Hacienda de Doña Flor, propiedad de Don Francisco Amat. Gracias a trabajar incansablemente y a vivir con austeridad, tras casarse con su primera mujer compró una casa en Utrera y un manchón de ocho aranzadas en el pago de la Novenera, en el que plantó estacas de olivar, incrementando así su valor y su rendimiento. Su segunda esposa Juana Montes aportó al matrimonio otra casa también en Utrera. Con el tiempo, llegaría a ser uno de los cuatro obligados de panillas de Alcalá. En su testamento Jacinto de la Villa se ufanaba de haber tratado a sus hijos varones como a dos trabajadores más de la hacienda: yo le pagava los hornales a el dicho mi hijo de lo que travajava en la dicha hacienda donde soy capataz como si fuera un estraño… No obstante, se lamentaba de que siendo mozos solteros se ausentasen de su casa y se fuesen a vivir a Utrera a casa de su tía materna… Tal vez, la actitud de Jacinto de la Villa les resultase demasiado adusta a sus hijos… Pero cuando enfermaban o les surgían algún gasto inesperado, su padre no dudaba en socorrerles (8).

   Una vez en Andalucía, los gallegos y portugueses tendían, al menos inicialmente, a relacionarse preferentemente con gente de su mismo origen. Cuando tenían hijos el padrino era por lo común otro inmigrante y cuando iban al escribano a otorgar testamento o unas escrituras de compra-venta solían ir acompañados de algún compañero que actuaba de testigo. Incluso no pocos contrajeron matrimonio con la hija o con la viuda de otro inmigrante de la misma aldea. También era habitual que se prestasen dinero entre ellos. El compañerismo a veces les llevaba a ayudar a las viudas e hijos de sus compadres y finalmente a casarse con ellas, no pocas veces, tras mantener una relación sentimental. En 1764, por ejemplo, Juan Alonso de Acosta, soltero de unos 36 años y natural de Santa María de Tebra (obispado de Tuy), tuvo que casarse con María del Rosario Ramos, viuda de su compadre Alonso Moreno, al haberse quedado embarazada y estar a punto tener un hijo (9).

   Incluso los que habían abandonado sus aldeas muy jóvenes y no habían regresado nunca conservaban cierta conciencia de sus orígenes. Así en los documentos de últimas voluntades siempre citan el nombre de sus padres y normalmente también el lugar de nacimiento. Algunos, sobre todo los solteros, disponían en sus testamentos que se les hiciese un funeral o se dijesen misas por su alma en la parroquia de su aldea. No obstante, en estos documentos se observa que buena parte de ellos hacía tiempo que había perdido el contacto con los familiares que dejaron en Galicia y, por consiguiente, no sabían si sus padres y hermanos seguían con vida.




   Casi todos los inmigrantes galaico-portugueses establecidos en Alcalá eran campesinos avezados en las técnicas de la horticultura y el cultivo de la vid. Aunque la mayoría comenzó trabajando como jornaleros, con el tiempo, muchos llegaron a ser capataces o caseros de cortijo o arrendatarios de huertas. No pocos combinaron distintas ocupaciones pues, al mismo tiempo que trabajaban como jornaleros, sembraban pegujales o, incluso, eventualmente podían vender pan en Sevilla. Lo extraño era verles desocupados. De los veintidós casos estudiados tan solo hemos encontrado dos gallegos que no se dedicaron a las labores del campo: Isidro Francisco Novoa que ejerció durante años como maestro de primeras letras en su casa de la calle de la Mina y Juan de Castro, natural de San Félix de Brión, que fue ventero. La mayoría de los hortelanos de la Alcalá de los siglos XIX y XX serían descendientes de los gallegos y portugueses llegados en la Edad Moderna.

   A parte de formar una familia, una de las acciones que revela la intención de los inmigrantes de asentarse definitivamente en Alcalá es la venta de los bienes heredados de sus familias que poseían en Galicia o Portugal. Normalmente se trataba de algún minifundio. Estos predios eran vendidos por lo general a otro inmigrante de la misma aldea que sí tenía la intención de regresar o a algún familiar. Las cantidades obtenidas no eran elevadas pues, como no compensaba ir a Galicia a venderlos, no tenían más remedio que conformarse con lo que les quisiesen dar por ellos. 

Con frecuencia solo recibían unos cientos de reales. No pocas veces ese dinero se invertía en el casamiento o en la compra de alguna propiedad en Alcalá. Según el Catastro de Ensenada y los propios testamentos, la mitad de los 22 gallegos y portugueses que otorgaron testamento entre 1745 y 1754 poseían al menos una casa y ocho de ellos habían adquirido alguna pequeña finca o cultivan algún pegujal para completar sus ingresos. A los gallegos y portugueses que decidían volver a su tierra natal les resultaba muy lucrativo invertir parte del dinero ganado en Andalucía en la compra de las propiedades gallegas de otros inmigrantes que habían decidido no regresar. Suponía un negocio ventajoso porque solían comprarlas a un precio bastante bajo y además así evitaban llevar demasiado dinero encima. Era menos arriesgado llevar un par de escrituras de compra-venta que monedas de curso legal. Siempre cabía la posibilidad de sufrir algún robo en el camino de regreso.

   Otro indicador del grado de integración de los inmigrantes en la sociedad local es su participación en la vida corporativa de alguna hermandad. Hemos detectado la pertenencia de numerosos gallegos y portugueses en las hermandades sacramentales y de ánimas, pero donde tuvieron un papel más importante fue posiblemente en la Hermandad de Nuestra Señora de los Ángeles, sita en la iglesia del convento de San Francisco (10). Francisco Roque Álvarez (natural de Santa María de Taboexa), por ejemplo, no solo fue hermano de la Hermandad Sacramental de Santiago, sino que además, durante años, desempeñó el cargo de mayordomo de la Hermandad de la Virgen de los Ángeles. En su testamento reconoció que la cofradía le debía nada más y nada menos que 1.023 reales y 7 maravedíes pues año tras año había cubierto el déficit presupuestario de la hermandad con su propio peculio como solían hacer habitualmente los mayordomos de su época. Se mantuvo siempre soltero por lo que nombró como única heredera a su hermana Ángela de la que no sabía si aún estaba viva o había fallecido (11).




   Tal vez los dos inmigrantes galaico-portugueses que alcanzaron una mayor relevancia en la Alcalá de la primera mitad del siglo XVIII fueron Manuel Morales y Francisco de Novoa. Manuel Alonso Morales Manso nació en la freguesía portuguesa de Lara, perteneciente al concejo de Monçao, en el Bajo Miño (12). Debió de llegar a Alcalá a finales del siglo XVII. Se casó tres veces, pero la madre de todos sus hijos fue María del Águila Galindo, su tercera esposa. Tanto él como sus hijos Manuel y Leandro desempeñaron en varias ocasiones la alcaldía de la Santa Hermandad entre 1726 y 1738, e incluso ambos hijos llegaron a ser alcaldes ordinarios en 1743 y 1748 respectivamente. Su hijo Antonio era sacerdote y administrador de varias capellanías de la iglesia San Sebastián. Leandro, el único de sus vástagos que se casó, contrajo matrimonio con Francisca Benítez de la Milla, que descendía de una familia hidalga de Carmona venida a menos. Este enlace, aunque no aportó bienes materiales a la familia, debió de darle cierto brillo en una época en la que ser hidalgo daba prestigio. 
La familia Morales Manso llegó a adquirir diversas propiedades y disponer de sepultura propia en la parroquia de San Sebastián. En el repartimiento fiscal de 1755, su hija Mariana aparece como uno de los quince principales contribuyentes de Alcalá. Los Morales Manso llegaron incluso a perpetuar su memoria en la toponimia local. Como tuvieron en alquiler la huerta del Parralejos durante años, con el tiempo sería conocida como la huerta del Manso, por el segundo apellido familiar y, por evolución, en el siglo XX sería conocida como huerta de Almanzor.

   No menos ascendente fue la trayectoria de la familia Novoa. El gallego Francisco de Novoa, tras afincarse en Alcalá, se casó con Francisca Paula Rodríguez y llegó a ser mayordomo del Ayuntamiento entre 1707 y 1709. Su hijo Antonio también desempeñó diversos cargos municipales a partir de 1739 y su hijo Lorenzo fue presbítero carmelita y prior del convento del Carmen de Alhama de Granada. Por su parte, Sor Mariana de Novoa fue vicaria del convento de Santa Clara de Alcalá.

   Podemos concluir afirmando que los inmigrantes gallegos y portugueses, provenientes sobre todo de la ribera baja del río Miño, establecidos en la Alcalá de la segunda mitad de la Edad Moderna, compensaron las pérdidas de población provocadas por las epidemias de peste del siglo XVII y contribuyeron al crecimiento demográfico y económico experimentado por nuestro municipio durante la primera mitad del siglo XVIII. Aportaron mano de obra para las labores del campo, expandieron la huerta, se casaron con viudas y mujeres pobres con pocas perspectivas de contraer matrimonio, relanzaron algunas hermandades… Para valorar su impacto basta tener en cuenta que hacia 1800 posiblemente más de una cuarta parte de los alcalareños tenían al menos un abuelo o un bisabuelo de origen galaico-portugués. Todavía hoy somos muchos los que conservamos sus apellidos: Rodríguez, Cerqueira (actualmente, Cerquera), Araujo, de la Fuente, Álvarez, Villa, Otero, Morales, Bousada (actualmente, Bozada), Pinto, Estévez, Acosta, Pineda, Ferreira (actualmente, Herrera), Domínguez…

   En base a lo expuesto en este artículo sería oportuno que el Ayuntamiento de Alcalá promoviese el hermanamiento de nuestra ciudad con la comarca pontevedresa del Bajo Miño.


oromana 2013 LGV 2
Molino de Oromana
(Foto: LGV)
Alcalá de Guadaíra
(Sevilla)
2013


Notas


  • PÉREZ GARCÍA, José Manuel: “La intensa movilidad de la comarca del Bajo Miño y sus destinos (1600-1850)”, Minuius: Revista do Departamento de Historia, Arte e Xeografia, nº 19, 2011, pp. 231-253.
  • Ibídem.
  • Un matrimonio apostólico es el que se realiza entre dos personas con un grado de consanguinidad o afinidad espiritual. Están prohibidos por la Iglesia y solo se pueden realizar con dispensa papal. Los expedientes de matrimonios apostólicos de la Alcalá del siglo XVIII se custodian en el Archivo General de Arzobispado de Sevilla (en adelante AGAS), en los legajos 09179 y 09180.
  • Archivo Histórico Provincial de Sevilla (en adelante, AHPSE), Protocolos de Joseph Thomás Chamorro de Mora, leg. 21553, Testamento de Isabel Bravo Berdejo (3-VIII-1754), pp. 229r-230v.
  • AHPSE, Protocolos de Joseph Rivero Delgado, leg. 21384, Testamento de Joseph Costas (22-VII-1745).
  • AGAS, Expedientes de matrimonios apostólicos, leg. 09180, expediente nº 99.
  • AHPSE, Protocolos de Joseph Rivero Delgado, leg. 21384, Testamento de Balthasar Agranda (28-XII-1746).
  • AHPSE, Protocolos de Joseph Thomás Chamorro de Mora, leg, 21553, Testamento de Jacinto de la Villa (24-IV-1754), pp. 106r-110v.
  • AGAS, Expedientes de matrimonios apostólicos, leg. 09180, expediente nº 145.
  • AHPSE, Protocolos de José Rivero Delgado, leg. 21384, Acta del cabildo de la Hermandad de Nuestra Señora de los Ángeles celebrado el 31 de julio de 1646.
  • AHPSE, Protocolos de Joseph Thomás Chamorro de Mora, leg. 21339, Testamento de Francisco Roque Álvarez (10-XII-1750), pp. 271r-272v.
  • AHPSE, Protocolos de Joseph Rivero Delgado, leg. 21383, Testamento de Manuel Alonso de Morales Manso (27-VIII-1742).


[Escaparate. Núm. de Navidad de 2017.
Ed. José Ordóñez Ruiz.
Alcalá de Guadaíra, 2017.
Págs. 40-44]


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jueves, 23 de mayo de 2019

"Marchena y Murillo: el mundo barroco", Programa Vivir y Sentir el Patrimonio, IES López de Arenas (2018-2019).

Actividad realizada por alumnado

de 4º ESO, dentro del proyecto

"Marchena y Murillo: el mundo barroco",
y
del Programa

"Vivir y Sentir el Patrimonio"

(IES López de Arenas). Curso 2018/2019.



























Este es el tercer año, que nuestro centro apuesta por seguir con el programa “Vivir y Sentir el Patrimonio”. El curso 2016/2017 lo centramos en la Marchena romana y medieval, aunque no dejamos de lado la efeméride del 4º Centenario de la muerte de Cervantes, que pasó y trabajó en nuestra localidad. En el siguiente de 2017-2018, nuestro eje central fue el Alarife Diego López de Arenas, que da nombre a nuestro centro.

Su vida y su época (1579-h. 1640), nos sirvió para acercarnos a la Sevilla y Marchena que conoció, así como al mundo del mudéjar, reminiscencia del pasado hispanomusulmán. Muestra del trabajo realizado ha quedado un precioso mural que representa la efigie de Diego López de Arenas y que preside la entrada de nuestro centro. “Arte” hecho por y para nuestro alumnado.

En este tercer año apostamos por la figura de Bartolomé Esteban Murillo con motivo de la efeméride del IV Centenario de su Nacimiento (1618-2018), para abordar su persona, “sus espacios” y su obra: 

“Bartolomé Esteban Murillo ha sido un artista reivindicado desde el siglo XVII por el poder de comunicación que tienen sus imágenes. Cuando se cumplen 400 años de su nacimiento, su ciudad quiere celebrar su genialidad y reivindicar su figura desde una perspectiva poliédrica que nos permita comprenderlo en su totalidad” (www.murilloysevilla.org)

La celebración en Sevilla del 400 aniversario del nacimiento del pintor Bartolomé Esteban Murillo en este año de 2018 tiene como objetivo difundir el enorme patrimonio pictórico que dejó el artista en su ciudad natal. Sin embargo su legado también ha llegado a numerosas localidades de la provincia.
                                        
En nuestro caso el convento de San Andrés (Marchena), conserva una pintura atribuida a Murillo, y repartidas por la localidad encontramos varias pinturas de sus discípulos, conservándose documentación del paso de Murillo por Marchena. Para culmen de esta relación con el “pintor de las Inmaculadas, nuestro paisano Lorenzo Coullaut Valera es el autor del monumento a la Inmaculada Concepción en la plaza del Triunfo, en Sevilla, que en este 2018 también cumple años, el 100 aniversario de su inauguración.

El Excmo. Ayto. de Marchena ha editado una Guía Didáctica que se divide en tres bloques fundamentales: una amplia biografía del pintor, su vinculación con Marchena una serie de propuestas de actividades para reforzar el contenido anterior:

Don Rodrigo Ponce de León, IV duque de Arcos, le llamó a sus posesiones de Marchena en el verano de 1651 y fue uno de sus primeros clientes aristocráticos. En este sentido, el acercamiento del artista al noble cobra especial relevancia de acuerdo con su posición como virrey de Nápoles pocos años antes, así como por el hecho de ser el responsable de la renovación de la colección artística de la familia.

Para realizar el viaje lleva tres cabalgaduras, de las que cuida Francisco Hernández. Los documentos conservados en el Archivo Histórico Nacional dan noticias de los gastos por ellos realizados y que corrieron por cuenta del Duque de Arcos. (…).

Cabe la posibilidad según indica Juan Luis Ravé de «que estos cuadros decorasen el Palacio Ducal, que posteriormente pasasen a la residencia madrileña en el siglo XVIII y que posteriormente fuesen dispersados por diversas colecciones, cuando la casa ducal se extinga. Pero de ser así hubiesen quedado noticias en el archivo de Osuna, por el contrario sólo se conoce una obra, no original, La Virgen con Santa Rosalía que perteneció a los Ponce. Más probablemente el conjunto de obras que nos ocupa estaría destinado a alguna obra pía, templo o monasterio, patronato de los duques en Sevilla, Arcos o Marchena.

Nuestro objetivo principal será abordar la importancia que tuvo el siglo XVII en dos localidades como Sevilla y Marchena. Murillo nos servirá como eje y guía para acercarnos al concepto del “Barroco” desde varios puntos de vista no sólo el artístico y cultural. El urbanismo de Marchena cambia y se transforma en esta centuria, apareciendo numerosos centros religiosos como San Agustín, San Sebastián y San Andrés.