- Así se gastó Alfonso XIII su fortuna
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El monarca dilapidó en los años 30 una fortuna de 145 millones de euros.
DANIEL SERRANO, 7 de abril de 2013
No fue la dinastía más acaudalada, pero tampoco fueron malos haciendo negocios. Borbón ha sido durante buena parte del siglo XX sinónimo de negocio. El abuelo de D. Juan Carlos fue, en la práctica, un hombre de negocios que impulsó inversiones en la España del primer tercio del siglo XX.
Aunque luego lo derrochó en el exilio.
Sobre la fortuna de Alfonso XIII es importante señalar dos extremos. El primero es que su patrimonio era inferior al de otras monarquías europeas, como la británica o la belga. Y el segundo es que por ese flanco el rey fue objeto de una durísima campaña, trufada de calumnias y medias verdades, por parte de las izquierdas y de un novelista de éxito como Vicente Blasco Ibáñez.
No ayudó demasiado la supuesta responsabilidad del rey en otro asunto: el desastre de Annual, de 1921, en el que murieron 12.000 españoles en 15 días. La cadena de culpabilidades en el mayor revés sufrido por el país desde la pérdida de Cuba y Filipinas alcanzaba a lo más alto, hasta el punto de que hizo dimitir a tres gobiernos.
Antes de que el Informe Picasso –que investigó las causas del desastre– se debatiera en el Pleno de las Cortes, el general Miguel Primo de Rivera dio un golpe de Estado el 13 de septiembre de 1923. Lo cierto es que la Guerra de África minó la popularidad de Alfonso XIII y republicanos y socialistas aprovecharon para hacer labor de zapa.
En su reinado (1902-1931) hubo luces y sombras, y es verdad que socialistas y republicanos se ensañaron con su figura. Pero no lo es menos que el patrimonio del monarca descendió notablemente. Llegó a manejar una fortuna de 144 millones de euros, pero al abandonar España camino del exilio, en abril de 1931, sólo tenía un tercio de la misma (48 millones de euros) en bancos de París y Londres según cuenta José María Zavala en su libro El patrimonio de los Borbones.
¿De dónde procedía la fortuna del rey? Una parte importante la hereda de su madre, la reina María Cristina de Habsburgo, de su abuela Isabel II y de sus tías. Y otra, al invertir y promover distintas empresas en un momento de despegue industrial en la España del primer tercio del siglo XX. Invirtió en decenas de empresas de diversos sectores, desde el motor al cine o las infraestructuras y, por supuesto, en la Bolsa.
Esta faceta ha sido estudiada por el historiador Guillermo de Gortázar en su libro Alfonso XIII, hombre de negocios. El rey invirtió y promovió varias empresas (Metro, Hispano-Suiza, Transmediterránea y otras muchas). En la época de la dictadura de Primo (1923-29), Alfonso XIII y su familia llegaron a acumular la siguiente fortuna: él personalmente, 44.356.045,09 pesetas; Victoria Eugenia, 2.317.984,10 pesetas; el príncipe y los cinco infantes, 22.873.896,00 pesetas; total, 69.547.925,19 pesetas.
Esa suma superaría los 145 millones de euros. En 1931, un tercio de esa fortuna (divisas y títulos de Bolsa y deuda extranjeros) estaba en París y Londres, lo que entonces era legal. Entre los inmuebles propiedad personal del rey destacaban los palacios de Miramar (San Sebastián), La Magdalena (Santander) y Pedralbes (Barcelona).
Alfonso XIII supo rodearse de los financieros y de la nueva aristocracia del grupo del Banco Hispano Colonial (marqués de Comillas o conde de Güell), Banesto (Pablo Garnica y el marqués de Cortina), Banco de Vizcaya (Enrique Ocharán y el marqués de Arriluce), así como del marqués de Urquijo, presidente del banco de ese nombre.
A pesar de todo, en 1931, sólo le quedaban 32 millones de pesetas, y en los últimos 10 años de su vida, en el exilio, se gastó bastante, de suerte que cuando murió, en 1941, sólo disponía de 18,5 millones de pesetas, descontando la dote de la reina Victoria Eugenia y los gastos del entierro y los inmuebles. Así lo reveló Zavala, que accedió al testamento del rey y al cuaderno particional.
El Gobierno Provisional republicano se había incautado de los bienes de Alfonso, pero remitió a Victoria Eugenia a Francia la colección de joyas que se había hecho durante sus 25 años de reinado.
Según Zavala, el Borbón exiliado “vivió sus diez años de exilio a cuerpo de rey, nunca mejor dicho, gastando alrededor de 3 millones de euros anuales (500 millones de las antiguas pesetas) en viajes, hoteles, restaurantes de lujo, caprichos e incluso en las fastuosas bodas de sus tres hijos, Juan, Jaime y Cristina de Borbón y Battenberg”.
No hay que olvidar que había entregado dos millones de libras al bando de Franco al comienzo de la Guerra Civil. El historiador añade, además, que el monarca llegó a estar bajo la lupa de la Justicia. “Su honradez fue seriamente cuestionada por el juez Mariano Luján, titular de Juzgado de Instrucción nº 10 de Madrid, que le implicó en delitos de estafa y apropiación indebida por su participación en las carreras de galgos en pista cubierta prohibidas entonces en España”.
Bandeja subastada
El único de los hijos de Alfonso XIII que no dependía de él para subsistir era el infante Juan, ya que servía como cadete la Armada británica. Los demás, el príncipe de Asturias Alfonso (hemofílico), los infantes Jaime (sordomudo) y Gonzalo (hemofílico) y las infantas Beatriz y Cristina (posibles transmisoras de la hemofilia) carecían de estudios, de profesión y de ingresos propios. De suerte que la promesa paterna de que si renunciaban a sus derechos dinásticos tendrían cubiertas sus necesidades influyó en las renuncias de Alfonso y Jaime a la corona.
Lo cierto es que a quien más benefició el rey fue a su hijo Juan, en el que había abdicado, en perjuicio de sus otros tres hermanos vivos. De hecho, le legó exclusivamente a él los palacios de Miramar y de La Magdalena, que luego le compraron los ayuntamientos de San Sebastián (1972) y Santander (1977), por 102,5 y 125 millones de pesetas, respectivamente. A su esposa le devolvió la dote y le apartó un capital que le asegurase la renta de 6.000 libras anuales que ya percibía.
A pesar de todo, no se libró la familia de Alfonso XIII de tremendos apuros económicos en aquellos años adversos. Hasta extremos como los que llega a referir el historiador Ricardo de la Cierva en su libro Alfonso y Victoria (editorial Fénix). Vio en una sala de subastas madrileña una bandeja de plata firmada por varios monárquicos que fue un regalo de boda a Juan de Borbón y su prima María de las Mercedes.
Pedro Fernández Barbadillo cuenta que el conde de Gamazo, administrador de los bienes de la reina, escribió en septiembre de 1961 una carta lacrimosa al ministro de Asuntos Exteriores, Fernando Castiella, en la que exponía los aprietos en que vivía doña Victoria, resaltaba la venta de joyas de su colección privada, agradecía la reanudación del pago de la asignación y pedía que el Estado español le abonase los atrasos de los años de la República. Así lo recoge en su libro José María Zavala.
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