sábado, 15 de agosto de 2009

Hermandades y cofradías en Constantina a comienzos del siglo XVIII

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“Hermandades y cofradías en Constantina a comienzos del siglo XVIII, a través de una relación de 1717”,

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Salvador Hernández González
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en
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Constantina. Verano 06.
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En el siglo XVIII la religiosidad barroca alcanza en Constantina un clima de auténtica efervescencia, manifestado en la existencia de varias hermandades y cofradías de diversa naturaleza que polarizaban su actividad en torno a algunos de los templos de la localidad, como la Parroquia de Nuestra Señora de la Encarnación, la iglesia de la Concepción y las ermitas de Jesús Nazareno, la Yedra y el Robledo (nota 01) . Conocemos la naturaleza y actividades de estas piadosas corporaciones ya entrada la centuria, concretamente en 1717, a través de la relación contenida en el libro de Subsidio y Excusado de las Vicarías de la Sierra, documento de gran valor estadístico por recoger las rentas de la Iglesia en la población, a través de su complejo aparato administrativo integrado por elementos tan variados como la Fábrica de la Parroquia, capellanías y obras pías, y las hermandades y cofradías, que aparecen todos censados bajo el común denominador de su naturaleza de bienes eclesiásticos. En función de este carácter eclesial, estas instituciones quedaban obligadas al pago del subsidio y excusado, impuesto con el que la Iglesia contribuía a las necesidades de la Corona española y cuyo importe se repartía entre los distintos elementos que acabamos de ver componían la trama eclesial, como parroquias, capellanías, cofradías, etc.

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De este auténtico “ catastro eclesiástico" nos vamos a interesar como decimos por el apartado de las hermandades y cofradías (nota 02) , de las que se traza una reseña que, si bien ciertamente escueta por la naturaleza estadística de esta relación de 1717, resulta bien expresiva de su situación económica y actividades. No obstante, hay que señalar que están ausentes de este listado aquellas cofradías que, como la Vera Cruz, estaban radicadas en iglesias conventuales, lo que las hacía estar exentas de la jurisdicción eclesiástica ordinaria, escapando así del control ejercido por los visitadores del Arzobispado. Ello no quiere decir que quedasen eximidas del pago del subsidio, sino que posiblemente lo abonasen a la comunidad del convento donde radicasen, tal vez sumándose su montante a la cifra que el cenobio abonase por el mismo impuesto.
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Encabeza el informe la Hermandad de la Purísima Concepción, establecida en la iglesia de su nombre – antigua ermita de San Sebastián – desde al menos los comienzos del siglo XVII, como hemos expuesto en otra ocasión (nota 03) . Sus ingresos estaban valorados en 1717 en 1.320 reales y media arroba de aceite. De esta suma, 720 reales y la citada cantidad de aceite derivaban del pago de 27 tributos o rentas fijas por parte de particulares a la hermandad, en concepto de interés por el préstamo de ciertas cantidades. Recordemos cómo en aquellos siglos las hermandades y cofradías ejercían muchas veces funciones de entidades de crédito, adelantando a un particular sumas de dinero, a cambio del pago de unos intereses periódicos. La garantía de pago de tales intereses quedaba aseguraba con la hipoteca de una determinada propiedad, urbana o rústica, que quedaba así gravada con este censo o tributo. Si el beneficiario del préstamo o prestatario devolvía al prestamista – en este caso la hermandad – la cantidad prestada, la propiedad quedaba libre de la carga a la que hasta este momento estaba obligada, “redimiéndose” o levantándose de este modo el tributo. Este juego de préstamos quedaba en el caso de la Hermandad de la Concepción complementado con otra fuente de ingresos como eran el arrendamiento de casas, que producía 77 reales, y las limosnas, estipuladas por término medio en 523 reales anuales. El capítulo de gastos consistía fundamentalmente en actividades de culto, como eran los 200 reales que se abonaban a los sacerdotes de la Parroquia por celebrar las memorias de misas a cargo de la Hermandad y los 1.101 reales y media arroba de aceite gastados en la festividad de la Titular, consistente en la celebración de octava y función principal.
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En cumplimiento de los mandatos diocesanos, todas las parroquias acogían a hermandades destinadas a promover el culto al Santísimo Sacramento y la devoción a las Benditas Ánimas, dando así respuesta a las orientaciones emanadas del Concilio de Trento en defensa del dogma del dogma de la Transustanciación y la existencia del Purgatorio, cuestiones ambas combatidas intensamente por la reforma protestante (nota 04) .
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De ahí que en el caso de Constantina, como en otras poblaciones, la cofradía del Santísimo Sacramento, establecida en la Parroquia de Nuestra Señora de la Encarnación, fuese la más rica de la población, siguiendo así la tónica general de las hermandades sacramentales, vinculadas en función de la extracción social de sus miembros a las clases altas y por ende al poder civil y eclesiástico, lo que les confería un marcado sello de oficialidad, al tiempo que un importante patrimonio económico (nota 05) . En el caso de la de Constantina sus rentas estaban evaluadas en 42.528 maravedís anuales. De ellos, 32.396 procedían del cobro de 34 tributos; 884 del arrendamiento de dos pedazos de tierra de cereal; 5.440 del alquiler de tres casas; 3.400 del arrendamiento de unos olivares; y los 408 restantes de las limosnas aportadas por los devotos.
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El capitulo de gastos importaba 6.560 maravedís, repartidos en los siguientes conceptos: 5.100 a los Beneficiados de la Parroquia por su asistencia a la octava del Corpus, y 1.460 para el mantenimiento de las casas propiedad de la cofradía. Descontados los gastos de los ingresos, quedaba un sobrante de 35.968 maravedís, disponibles para otras celebraciones, consumo de cera y otros gastos. Este tipo de hermandades sacramentales, como apunta Candau Chacón, ejerció un importante papel en el programa de difusión del culto y adoración del Santísimo Sacramento y en su popularización. Su actividad se manifestaba en la celebración de misas y memorias cantadas en determinados días festivos – Navidad, Pascua de Resurrección, Pentecostés y Corpus –, bendiciones y procesiones públicas acompañadas de danzas, músicos y ministriles, y salidas para la administración del Viático a los enfermos. Esta devoción eucarística se ponía en escena en las calles mediante el adorno con juncia y romero, los fuegos artificiales lanzados desde las torres de las iglesias y las colgaduras con las que se ornaban el interior del templo (nota 06) .
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Igualmente fue impulsada por las directrices del Concilio de Trento la devoción a las Benditas Ánimas, promoviéndose en consecuencia la fundación de hermandades de esta advocación en las parroquias y conventos, especialmente desde fines del siglo XVII. Su programa de cultos se centraba en la celebración de misas de ostentación diversa – cantadas o rezadas – por los hermanos difuntos, otras misas los lunes (día que se configuraba como el destinado a las Benditas Ánimas) y otros actos piadosos como oraciones, limosnas o procesiones por el interior del templo (nota 07) .
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En la Iglesia Parroquial de Constantina radicaba precisamente la Hermandad de las Benditas Ánimas. Se mantenía exclusivamente de limosnas, que sumaban al año 4.664 reales. Tengamos en cuenta que, como apunta Candau Chacón, la atención a las Ánimas se hallaba asegurada desde las mandas testamentarias, ya que la normativa eclesiástica precisaba la obligatoriedad de su inclusión entre los legados píos contenidos en los testamentos (nota 08) . De la renta anual, descontados los 437 reales que se abonaban por las misas cantadas que tenía obligación de celebrar todos los lunes, restaba un sobrante de 4.227 para el pago de otras misas rezadas, aniversarios (misas dotadas por particulares para la fecha en que se conmemoraba su fallecimiento), entierro de los hermanos y otros gastos.
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Después del Santísimo y las Benditas Ánimas, hay que destacar la devoción al Rosario, que cobró especial impulso en la religiosidad de la Contrarreforma durante los siglos XVI, XVII y XVIII (nota 09) . En el caso de Constantina, también tuvo su sede en la Parroquia la hermandad de Nuestra Señora del Rosario. Sus rentas, estimadas en 7.527 maravedís, derivaban del cobro de seis tributos sobre casas y de las limosnas ofrecidas por los devotos, empleándose tales ingresos en la celebración de la festividad de la Titular y otros gastos de la capilla, que por otras fuentes sabemos se emplazaba en el testero de la nave derecha o de la Epístola, con retablo presidido por la efigie ejecutada antes de 1598 por Juan de Oviedo el Joven (nota 10) .
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Ocupando otra de las capillas del templo parroquial encontramos a la Hermandad de San José. La devoción al Santo Patriarca se incluía dentro de un culto más generalizado a las figuras de la Sagrada Familia, definiendo un modelo de piedad que comienza a extenderse en el arte y la didáctica religiosa de la Contrarreforma. Como señala Candalu Chacón, “ si el conjunto familiar de María, Jesús y José era entendido como la representación de la Trinidad Celeste, la figura de San José era venerada como santo intercesor, resaltándose en él los valores de la castidad y la obediencia” (nota 11) . La hermandad de Constantina contaba con unos ingresos muy modestos, pues se reducían a 319 reales, sumados en función de estas vías de entrada: 99 del cobro de un tributo; 100 del arrendamiento de dos casas; y los 120 restantes de la venta de la madera de cuatro castañales propiedad de la capilla. Tal modestia económica no permitía grandes dispendios, por lo que los gastos se centraban en la reparación de las casas de su propiedad, con un coste de 25 reales anuales, la celebración de la festividad del titular y el ornato de la capilla, entre cuyas piezas artísticas ocupó primordial lugar su retablo, ejecutado en 1638 por el prestigioso escultor Felipe de Ribas (nota 12) .
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Estas devociones al Santísimo Sacramento, Benditas Ánimas, el Rosario y San José, fomentadas por sus respectivas hermandades como nuevas devociones de impulso tridentino no consiguieron eclipsar la continuada aceptación de las antiguas, dedicadas a santos titulares, patronos y protectores, advocaciones marianas y escenificaciones de Cristo en relación con su pasión y muerte (nota 13) .
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Así encontraremos hermandades marianas de tipología esencialmente cultual, como las de la Yedra o el Robledo. Extramuros de la población y en la ermita de su nombre se hallaba fundada la cofradía de Nuestra Señora de la Yedra, de larga historia, como lo demuestran las referencias documentales que conocemos sobre la misma desde al menos el siglo XVII. En 1717 gozaba de unas rentas anuales de 10.536 reales y dos arrobas de aceite, ingresados en función del cobro de ocho tributos que generaban 4.892 reales y la citada cantidad de aceite, más el arrendamiento de un huerto que producía los 2.244 restantes. Tal cantidad se consumía en la fiesta de la Virgen de la Yedra y el adorno del templo, hoy como sabemos en tan lamentable estado de abandono y ruina, indigno de la importancia de esta advocación en la vida local.
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Un nivel de rentas mucho más elevado alcanzaba la cofradía de Nuestra Señora del Robledo, cuya densa historia está pidiendo un estudio monográfico basado en las abundantes pero dispersas fuentes documentales existentes sobre la misma. En estos años de comienzos del siglo XVIII percibía unas rentas de 1.242 reales y 5 maravedís al año, cantidad que traducida en esta última moneda arrojaría un total de 42.233, reunidos entre el cobro de dos tributos y las limosnas aportadas por los devotos. Esta cifra, sólo superada por la Hermandad Sacramental, convierte a la hermandad de la Patrona de Constantina en la segunda en importancia en esta época. Al igual que la de la Yedra, tales ingresos se invertían en la festividad de la Titular y el adorno de su ermita.
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Frente a las hermandades hasta ahora vistas, marcadas por su condición de corporaciones letíficas o de gloria y sacramental, encontramos la finalidad penitencial de la cofradía del Santo Cristo de la Humildad, establecida en la Parroquia, donde tuvo altar en la nave derecha o de la Epístola y que no debe confundirse con la de igual nombre establecida en la iglesia de la Concepción, cuya herencia devocional, como la efigie del Cristo de igual nombre, venera hoy la hermandad de la Amargura desde su reorganización en 1947 (nota 14) . La hermandad de la parroquia reunía en 1717 unos ingresos de 16.881 maravedís y media arroba de aceite, procedentes del cobro de un tributo y de las limosnas. Tal cantidad se distribuía en procesiones y otros gastos.
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Carácter asistencial tenía la hermandad de Santa Constanza, responsable de la atención del hospital del mismo título, de oscura historia e imprecisa ubicación, aunque quizás esté relacionado con la primitiva parroquia de igual denominación cercana al castillo, zona en la que podría rastrearse la huella de este establecimiento benéfico. En los siglos pasados era frecuente que el espíritu religioso y de asociación cristiana que presidía la fundación de cofradías y hermandades, tanto de penitencia como de gloria, llevase a éstas a crear, con el esfuerzo de los propios hermanos, una casa – hospital dotada de capilla donde poder realizar su labor benéfica, llevar a efecto sus cabildos o reuniones y celebrar sus oficios religiosos (nota 15) .
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Estos hospitales de cofradías y hermandades hay que entenderlos no en el sentido moderno de asistencia sanitaria, sino más bien como pequeños refugios de mendigos y menesterosos a los que se les facilitaba comida, alojamiento, ropa y una atención médica muy elemental. Al depender directamente de las cofradías, eran dirigidos por sus propios cofrades y hermanos, quienes nombraban al administrador o mayordomo correspondiente para que fuese el responsable directo de la buena marcha del centro. En este sentido, estos hospitales rurales no se diferenciaban demasiado de los numerosos establecimientos del mismo tipo presentes en la capital y en otras poblaciones de la provincia (nota 16) , variando en éstas su número obviamente en función de la importancia de cada localidad.
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En 1717 el hospital de Santa Constanza atraviesa por una situación económica muy precaria, pues sus ingresos se reducen a los 866 maravedís anuales que generaba el cobro de trece tributos. Tal cantidad sólo bastaba a cubrir el transporte de los pobres a los lugares vecinos, donde les podrían dispensar una asistencia más completa.
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Por último la relación que analizamos recoge la cofradía de Santa Ana, establecida en la ermita de su nombre, que como sabemos es la actual de Jesús Nazareno. Existente desde al menos los primeros años del siglo XVII (nota 17) , es corporación de mal conocida historia y que acabó fusionándose con la hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno, reorganizada en el siglo XIX (nota 18) y que como es sabido tiene entre sus cotitulares a la Abuela de Cristo. En 1717 la Hermandad de Santa Ana percibía una renta de 2.945 maravedís, que se empleaba en fiestas sin especificar.
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Todas estas hermandades, al igual que las de otras poblaciones de la diócesis, como las estudiadas por Candau Chacón en la Campiña sevillana, incidían “en la exteriorización del culto, en el cuidado y proliferación de altares e imágenes, en la colectivización del rezo, algunas en los acompañamientos o en las procesiones, y menos en la caridad y en la purificación de las formas, más propias de una religiosidad interior” (nota 19) . La misma autora apostilla que, dentro de la común finalidad piadosa de estas asociaciones de fieles, “las misas, memorias, sufragios, fiestas, procesiones, bendiciones, exposiciones del Santísimo, Rosarios Públicos, novenarios o jubileos, junto al cuidado de altares y capillas, por señalar los objetivos más comunes, compusieron las manifestaciones más conocidas de la religiosidad” (nota 20) .
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En definitiva, a través de estas rápidas pinceladas se perfila una visión panorámica de lo que fue la vida cofrade en la Constantina de comienzos del siglo XVIII, tema necesitado de estudio como tantos aspectos de la historia local. Entretanto, quede nuestra aportación como un modesto grano de arena para el conocimiento de esta apasionante parcela de la historia de las mentalidades como es el estudio de la religiosidad popular.
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Notas al texto:
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(01).- Una visión panorámica sobre el tema puede verse en el artículo de ORTIZ GOMEZ, José Luís: “Las Hermandades primitivas", en Constantina. Verano 94. Sin paginar.
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(02).- ARCHIVO DE LA CATEDRAL DE SEVILLA, sección II (Mesa Capitular), serie Subsidio y Excusado, libro 1172: Libro VII. Valores de las Vicarías de la Sierra (1717), folio 580 recto – 582 vuelto.
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(03).- HERNANDEZ GONZALEZ, Salvador: “Noticias históricas en torno a la antigua iglesia de la Concepción de Constantina", en Constantina. Verano 02. Sin paginar.
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(04).- CANDAU CHACON, María Luisa: “Hermandades y cofradías en la Sevilla rural del XVIII: el asociacionismo religioso y sus devociones", en Gremios, Hermandades y Cofradías, tomo I. San Fernando, 1992. Págs. 115 – 116.
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(05).- Para las hermandades sacramentales debe consultarse la obra de RODA PEÑA, José: Hermandades Sacramentales de Sevilla. Ediciones Guadalquivir, Sevilla, 1996. Aunque se centra en las de Sevilla capital, el modelo se puede perfectamente extrapolar a las del mismo tipo en la provincia.
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(06).- CANDAU CHACON, María Luisa: Op. cit., pág. 118.
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(07).- Ibídem, págs. 118 – 119.
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(08).- Ibídem, págs. 119 – 120.
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(09).- Sobre las hermandades del Rosario en general puede verse la reciente monografía de ROMERO MENSAQUE, Carlos José: El Rosario en Sevilla. Devoción, rosarios públicos y hermandades. Ayuntamiento de Sevilla, 2004. El mismo autor está preparando en la actualidad una amplia investigación sobre las hermandades del Rosario en la provincia de Sevilla.
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(10).- HERNANDEZ GONZALEZ, Salvador: “La parroquia de Nuestra Señora de la Encarnación entre los siglos XVII y XVIII: notas histórico – artísticas", en Constantina. Verano 97. Sin paginar.
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(11).- CANDAU CHACON, María Luisa: Op. cit., pág. 120; HERNANDEZ DIAZ, José: “El retablo y la imagen de San José, de la iglesia de Santa María de la Encarnación. Constantina", en Boletín de Bellas Artes, II (1935).
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(12).- DABRIO GONZALEZ, María Teresa: Los Ribas: un taller andaluz de escultura del siglo XVII. Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba, 1985. Págs. 294 – 296.
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(13).- CANDAU CHACON, María Luisa: Op. cit., pág. 121.
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(14).- HERNANDEZ GONZALEZ, Salvador: “Real Hermandad y Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo de la Humildad y Paciencia, Nuestra Señora de la Amargura, Santo Entierro y Soledad y Sor Angela de la Cruz. Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Encarnación. Constantina", en Misterios de Sevilla, vol. III. Ediciones Tartessos, Sevilla, 1999. Págs. 409 – 410.
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(15).- CARMONA GARCIA, Juan Ignacio: Los Hospitales en la Sevilla moderna. Diputación Provincial de Sevilla, 1980. Págs. 23 – 25 y 29 – 31.
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(16).- CANDAU CHACON, María Luisa: Op. cit., págs. 123 – 125.
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(17).- HERNANDEZ GONZALEZ, Salvador: “Notas sobre la vida religiosa en Constantina a principios del siglo XVII, a través de un informe del Vicario Antón de Bonilla", en Constantina. Verano 01. Sin paginar.
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(18).- FLORES GARCIA, Francisco José: “Hermandad y Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, Santa Cruz de Jerusalén, María Santísima de la Esperanza, San Juan Evangelista y Señora Santa Ana. Iglesia de Nuestro Padre Jesús. Constantina", en Nazarenos de Sevilla, vol. II. Ediciones Tartessos, Sevilla, 1997. Pág. 174.
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(19).- CANDAU CHACON, María Luisa: Op. cit., pág. 117.
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(20).- Ibídem, pág. 123.
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