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La muestra 'Mare clausum, mare liberum' recoge en el Archivo de Indias la evolución de la piratería marítima que nació contra el monopolio español del comercio con América
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Francisco Camero / Sevilla 26 de noviembre de 2009
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En 1522, tras un audaz abordaje a un navío que transportaba los regalos de Moctezuma que Hernán Cortes remitía al emperador, el francés Jean Fleury se hizo con la cartografía secreta de navegación de las Indias occidentales que manejaban entonces las embarcaciones españolas. Fue el primer gran golpe al monopolio comercial de la zona, en contra del que ya había alzado la voz el rey galo Francisco I, el principio del largo final para los intereses españoles, y el pasaporte de Fleury para su ingreso en la leyenda; él fue el pionero de todos esos héroes/villanos dignos de las novelas de Salgari y atraídos por esas tierras de exóticas y fabulosas riquezas.
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La piratería en el Nuevo Mundo vivió su edad de oro en la segunda mitad del XVII y se prolongó hasta prácticamente finales del XIX, aunque para entonces el fenómeno se presentaba con otros rasgos e incluso otros fines: el hostigamiento a los barcos españoles, liderado en muchas ocasiones por caudillos independentistas, era una forma de apoyo a las nuevas repúblicas constituidas en el continente.
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De todo ello da cuenta Mare clausum, mare liberum. La piratería en la América española, una exposición organizada por el Ministerio de Cultura y que permanecerá en el Archivo de Indias hasta el 31 de mayo del próximo año. Comisariada por Falia González y Pilar Lázaro, la muestra toma su título de los conceptos jurídicos propuestos por Hugo Grocio en De iure praede commentarius, un libro de cuya publicación se cumplen ahora 400 años. En él, el jurista holandés proponía una especie de justificación moral al asedio de la navegación española, al defender la tesis del mare liberum, del mar libre y abierto a las relaciones comerciales de cualquier país, por encima del mare clausum, la navegación cerrada y exclusiva que trató de defender, finalmente en vano, la Corona española.
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Organizada cronológicamente, la exposición repasa las distintas etapas de la piratería en esta zona del mundo, comandada primero por los franceses, luego por los ingleses, más tarde por holandeses y daneses y en sus postrimerías -desde el punto de vista clásico- por los filibusteros, es decir, todo tipo de navegantes con impactante preparación militar y que ya no servían a intereses o ideales patrióticos. Tortuga, Santo Domingo y Port Royal (conocida durante largo tiempo como "la ciudad más perversa del mundo"), en Jamaica, formaron el "paraíso pirata", el triángulo de una actividad apoyada en no pocas ocasiones por la Corona inglesa e idealizada románticamente por el cine y la literatura.
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A esto último dedica precisamente la muestra el último de sus apartados. En los anteriores el visitante puede observar más de 170 piezas (del propio Archivo de Indias o cedidas por Agesa, el Archivo Histórico Provincial o el Museo Militar de Sevilla), entre documentos originales y facsímiles (desde una carta de un marinero capturado por unos franceses a un informe de daños y pérdidas enviado por el gobernador de Cuba, Pedro de Guzmán, a Carlos V), planos de ciudades de importante trasiego comercial, fortificaciones y otros sistemas defensivos, muestras del tipo de armamento que se utilizaba para repeler los ataques (cañones, arcabuces, ballestas, espadas...) y un par de soperas de cerámica orientales. Destacan también las reproducciones de dos barcos prototípicos de la época: el galeón La Courone, el primer barco de guerra construido íntegramente en Francia, botado en 1635 para una tripulación de más de 600 hombres, y el navío español Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza, una embarcación de en torno a comienzos del 1700, una de las típicas que se usaban para la ruta del Pacífico, en la que se transportaban sobre todo plata y mercancías de lujo, aparte de pasajeros y correspondencia en ambos sentidos.
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Al final del recorrido, un pequeño cartel recuerda que la piratería continúa en el siglo XXI. Últimamente en España no hace falta recordarlo: los telediarios del último mes podrían haber servido de siniestro apéndice de la muestra, que habla de piratas que no usan machetes, sino rifles automáticos, que no tienen loros en el hombro, sino lanzacohetes, y que no buscan oro, marfil, laca, seda, pieles o plumas de avestruz, sino directamente a una tripulación por la que exigir dinero a cambio de su liberación.
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Mare clausum, mare liberum. En el Archivo de Indias. De 9:30 a 17:00. Recorrido explicativo todos los días, de 12:00 a 13:00. Visita gratuita.
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Piratas en el Archivo
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http://abcdesevilla.com/
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J. A., Sevilla 29 de noviembre de 2009.- SEVILLA
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Con una muestra sobre la piratería en la América Española, titulada «Mare clausum, mare liberum», el Archivo General de Indias, declarado Patrimonio Mundial en 1987, pretende acercar a los sevillanos parte de su rico patrimonio documental, en este caso con un tema de máxima actualidad, tras el secuestro del «Alakrana»: la piratería. La exposición intenta mostrar cómo la corona española hizo frente a los enemigos de su comercio marítimo a través de tres vías la creación del «sistema de flotas y galeones», la formación de escuadras de navíos que protegieran las costas, tanto en España como en América, y la fortificación de los puertos estratégicos, sobre todo los de destino y partida de las flotas.
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En esta muestra se exhiben más de 170 piezas: documentos originales y libros conservados en el Archivo General de Indias; maquetas de fortificaciones, reproducciones de navíos, y muestras del armamento utilizado. Éstas últimas solicitadas en préstamo al Museo Militar y al Pabellón de la Navegación (Agesa), ambos en Sevilla.
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Entre los documentos, además de una rica muestra cartográfica, se exhiben los referentes al envío de los regalos de Moctezuma que Hernán Cortés remitía al emperador, y que fueron robados por Juan Florín en un audaz abordaje. Este hecho constituye el primer asalto documentado, pero también se recogen otros testimonios como la correspondencia de distintas autoridades de cada zona, en la que se refieren los ataques a las poblaciones de su demarcación y, asimismo, destaca, por la gran trascendencia que tuvo en la época, la sentencia que condenó a muerte a Juan de Benavides Bazán, general de la única flota que cayó completa en manos enemigas en 1628. La ciudad de Sevilla fue testigo de su público ajusticiamiento.
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Según las comisarios de esta muestra, Falia González y Pilar Lázaro, el problema de la piratería apareció en América desde el mismo momento en que se difundieron las noticias del descubrimiento de unas nuevas tierras de fabulosas riquezas y perduró hasta la independencia de las nuevas naciones. Gracias a las Bulas del Papa Alejandro VI (1493) y al Tratado de Tordesillas (1494), la Corona española se encontró propietaria de las tierras americanas y los mares circundantes y estableció un rígido sistema de monopolio comercial para mantener y defender el «mare clausum» -el mar cerrado- por medio de un sistema de navegación en convoy, bajo el férreo control de la Casa de la Contratación, establecida en Sevilla en 1503. A este modelo, se opusieron el resto de potencias europeas, que encontraron una justificación moral a la piratería en la obra de Hugo Grocio, de cuya publicación en 1609 este año se cumplen cuatrocientos años, teoría que rechazaba el concepto de posesión del mar por una nación en particular defendiendo la tesis del mare liberum -un mar libre- abierto para la navegación y las relaciones comerciales entre los países.
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Como con el «Alakrana».- Desde el mismo momento del descubrimiento de América, los barcos españoles retornaban cargados de riquezas pero hasta mediados del siglo XVI, cuando se descubren las ricas minas de México y Perú, no existió un verdadero aliciente para la piratería. La plata era el producto más importante, y el más deseado, que se enviaba desde América y se transportaba utilizando la frágil ruta oceánica, constantemente acechada por depredadores, como ocurre ahora junto a las costas de Somalia con los barcos atuneros y de recreo.
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