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Un estudio realizado con ADN de hace 35.000 años demuestra que las pinturas rupestres representan con fidelidad el aspecto de los animales y que sus autores no «fantaseaban»
7 de noviembre de 2011
¿Eran
los hombres del Paleolítico unos amantes del arte figurativo o
alteraban sus representaciones como lo haría un genio de lo abstracto?
Durante años, los arqueólogos se han preguntado si las pinturas
rupestres, especialmente aquellas en las que aparecen animales,
reproducían el medio natural o tenían un significado abstracto más
profundo y simbólico. ¿Eran esos animales tal y como los pintaban? Un
equipo internacional de científicos ha utilizado ADN antiguo para
averiguarlo. Los investigadores, que se han centrado en la caballos,
creen que todas las variaciones de color que se ven en las pinturas de las cuevas responden a la realidad.
Incluso han comprobado que entonces ya existían caballos salvajes con
manchas blancas y no solo negros o albazanos (castaños), como se creía.
La investigación aparece publicada en la revista Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias (PNAS).
Investigadores
de EE.UU., Gran Bretaña, Alemania, Rusia, México y España analizaron
las diferencias en los genes de color del pelaje de 31 fósiles de
caballos de hace hasta 35.000 años en Siberia, Europa oriental y
occidental y la Península Ibérica. Los autores hallaron que una mutación
genética, que se asocia con la presencia del color blanco formando
manchas semejantes a las del leopardo -un aspecto que se observa en los
caballos modernos (como el de la imagen)-, ya estaba presente en seis de
los fósiles de caballos europeos. Además, en 18 de los animales había
una variación genética del albazano, mientras que siete tenían una
variante del color negro.
Tal como eran
Los
autores concluyen que todos los colores que existían en las poblaciones
de caballos prehistóricos eran fácilmente distinguibles en las pinturas
rupestres. Los resultados sugieren que las pinturas de los caballos
eran «mucho más realistas y menos simbólicas o fantásticas de lo que han
supuesto algunos investigadores», señala Michi Hofreiter, del
Departamento de Biología de la Universidad de York en Gran Bretaña.
Hasta ahora, los científicos no sabían explicar la existencia de
pinturas rupestres de caballos blancos moteados, como por ejemplo los de Pech-Merle,
en Francia, que datan de más de 25.000 años, ya que creían que estos
equinos no existían en aquella época y pensaban que se trataba de una
intención simbólica o abstracta del artista.
«Saber
que los caballos con manchas de leopardo ya estaban presentes durante
el Pleistoceno en Europa proporcionará a los arqueólogos nuevos
argumentos para interpretar las artes rupestres», concluye Melanie
Pruvost, investigadora del Instituto Leibniz para la Vida Salvaje en
Berlín.
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