La Virgen que vio Lepanto
El Museo Naval recupera la talla que iba en la Galera Real durante la decisiva victoria de 1571
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Manuel de la Fuente, 25 de enero de 2012.
Solo
para que se hagan una idea... ¿Han visto los portaaviones de la VI
Flota que patrullan en el Estrecho de Ormuz? Pues algo así era ella
aquel 7 de octubre de 1571, cuando los buques de la Liga Santa, de los que era la nao capitana, se zurraron la badana contra el Turco en Lepanto.
ISABEL PERMUY
Ella,
la Galera Real, era el buque más formidable de su tiempo, y además de
reunir toda la tecnología punta del momento, era en su zona de popa un
auténtico palacete, diseñado por un gran humanista y afamado poeta en su
época, Juan Mal de Lara, quien fue el responsable de la lujosa
ornamentación en rojo y oro y las numerosas esculturas y bajorrelieves,
muchos religiosos que la convertían en un buque a la medida de su dueño,
Su Majestad Católica Felipe II y de su bravísimo huésped y capitán, Don
Juan de Austria, Almirante en Jefe de nuestra arriesgada marinería en aquella batalla que cambió el curso de la Historia.
«La Real» se vio cara a cara con «La Sultana», el buque insignia de los
otomanos, en el que viajaba Alí Pachá, que fue abordada por los
nuestros, no sin altísimo coste en vida y esfuerzos, que acabaron con el
tal Pachá finiquitado por un infante de marina español. Era tal el
portento de la galera que se cuenta que dos navíos auxiliares tenían que
pegarse a su popa para empujarla.
Vuelta a nacer
Y
como es habitual entre la gente del mar, máxime en la de nuestros
navíos que debían aventurarse en la Mar Océana, en aguas infestadas de
infieles y luteranos, no podía faltar entre los pertrechos de nuestra
capitana lepantina una virgen que amparase y protegiese a nuestra tropa.
«La Real» la llevaba y durante años se la perdió la pista, pero ha vuelto a nacer y está ahora mismo en una de las salas de restauración del Museo Naval a
los cuidados del restaurador José María Gálvez Farfán que quiere volver
a vestirla de gala. Es una Virgen del Rosario, que tal festividad era
cuando le dimos lo suyo al Gran Turco y se la conoce también como Virgen
de la Victoria pues ella nos guió hacia la gloria y el triunfo.
La
Virgen fue un regalo hecho por los alilados venecianos a don Juan de
Austria. Cuando éste dejó los mares quiso que la virgen, curtida también
en el trance de Lepanto, descansara en manos de la Cofradía de las
Galeras de la iglesia de San Juan de Lebrón de El Puerto de Santa María.
Tras idas y venidas y algunas zozobras surcando los mares de la vida,
llegó al Colegio de Guardiamarinas, en el año de 1854. Allí fue
restaurada pero el tiempo fue inclemente con ella. Hasta hoy.
Cara
a cara, la virgen impresiona y a fuer de ser sinceros el medio rostro
que aquí se muestra sin duda debió infundir algo más que ánimos a los
nuestros en aquel envite heroico y decisivo de Lepanto.
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