Joaquín Ibarra, el impresor humanista del Quixote
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Adquiere con ABC un ejemplar tal como fue impreso en 1780
El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha,
obra cumbre de las letras hispanas —que los lectores de ABC pueden
adquirir tal como fue impreso en 1780, a través de la página web www.elquixoteconabc.com o en el teléfono 902 212 412, a un precio de 180 euros— no podía salir más que de las prodigiosas manos de un humanista de la tipografía: Joaquín Ibarra y Marín (Zaragoza,
1725-Madrid, 1785), un sabio formado en la Imprenta Pontificia y Real
de la Universidad de Cervera, junto a su hermano Manuel. Allí cursó
latín y griego.
En
1754, Joaquín Ibarra se trasladó a Madrid e instaló un taller de
imprenta, del que salieron las más bellas obras de la imprenta de
España. Dieciséis prensas y un centenar de trabajadores poblaban su
taller, entre ellos los mejores pintores y grabadores de su época.
Ibarra era muy exigente en la admisión de oficiales y no admitía
aprendices si no conocían la lengua latina y tenían suficiente cultura
general. Él mismo examinaba a oficiales, prensistas y cajistas.
El
taller madrileño de Joaquín Ibarra estuvo abierto hasta 1836. Murió a
los 60 años, en 1785. Su imprenta pervivió hasta 1821, regentada por su
viuda e hijos. Joaquín Ibarra fabricó los útiles para su imprenta y sus
propios tipos, que Microsoft, tras un acuerdo suscrito con la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, incorporó a Windows.
En
1773 don Vicente de los Ríos, académico de número de la Real Academia
Española, leyó ante la Docta Casa su «Elogio histórico de Miguel de
Cervantes». Sus palabras airearon la necesidad de publicar la «fábula
del Quijote» como soñó su autor. Muchas ediciones cervantinas habían
visto la luz, pero ninguna era considerada buena.
El 11 de marzo de
1773, a propuesta del secretario de la Real Academia, Francisco Antonio
de Angulo, se aprobó que «sería de honor a la Academia y de mucho
crédito a la nación hacer una impresión correcta y magnífica de “Don Quixote”».
Angulo se lo transmitió al Marqués de Grimaldi, primer ministro de la
Corona, quien solicitó al Rey Carlos III la licencia para imprimir. Un
día después, en la Corte se decide saldar esa deuda con la obra cumbre
del español patrocinando una magna edición que superara a todas las
impresas. Se limpió, depuró el texto y fue titulado como Cervantes
quiso: «El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha», despejando la
obra de errores.
Y
se eligió la mejor imprenta, la de Joaquín Ibarra, ya por entonces
impresor de cámara de la Academia. Cofundador de la Compañía de
Libreros, autorizada para imprimir libros de rezo que hasta entonces
imprimían las prensas de Plantino, fue Impresor Real de Carlos III, de
la Real Academia Española y del Arzobispo Primado y del Consejo de
Indias. Ibarra fue un adelantado a su tiempo. Reemplazó la «U» por la
«V»; evitó la partición de palabras de dos sílabas —pa-ra, so-lo,
na-da...—. Dividió las palabras por las vocales: ma-es-tro,
en-ten-di-mi-en-to... Sus tintas eran excepcionales, empleaba una
fórmula secreta inventada por él.
El
Quijote de Ibarra comenzó a imprimirse en 1777. En 1780 terminó la
edición de los cuatro volúmenes. La tirada inicial fue de 1.600
ejemplares. Los cuatro tomos se vendían entonces al precio de 300 reales
sin encuadernar.
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