Los secretos del Cuartel General del Ejército
El Palacio de Buenavista es uno de los edificios más desconocidos y con mayor Historia de España
Aunque
no estaba previsto, el jefe de Estado Mayor del Ejército de Tierra,
general Fulgencio Coll Bucher, nos invita gustosamente a que accedamos a
su despacho en busca de algún último «secreto».
Estamos
en el corazón del Palacio de Buenavista, sede del Cuartel General del
Ejército de Tierra, uno de los edificios más desconocidos y con mayor historia militar y política de España.
Entre sus paredes han desfilado desde 1777 Monarcas, gobernantes y
héroes de España y han residido, entre otros, el general Espartero, el
general Prim, Miguel Primo de Rivera o Manuel Azaña.
Normalidad
absoluta en el despacho del general de cuatro estrellas mallorquín:
Afganistán es su principal preocupación. Así lo demuestra el mapa
—dispuesto bajo el cristal de su escritorio— de la provincia de Badghis,
donde se encuentran desplegados un millar de militares españoles en la
misión más peligrosa que jamás han llevado a cabo las Fuerzas Armadas.
En él se leen las distancias entre la base «Ruy González de Clavijo» en Qala i Nao y los puestos avanzados de «Bernardo de Gálvez» en
Ludina —40km: 1h 30 a 2h— y «Rickkets» en Muqur —32km: 1h 15 a 1h 30—.
Un pequeño «secreto» que conseguimos arrancar de un despacho presidido
por el retrato del Rey pintado por Enguix de Andrés en 1979.
El
guía del Cuartel General del Ejército de Tierra, el subteniente Antonio
López Escribano, nos alerta en el despacho sobre «un cuadro único donde
carlistas vascos y voluntarios catalanes y el resto de españoles
desfilan juntos celebrando la victoria en África, con la nobleza, pueblo
y Ejército unidos». Es la España del 11 de mayo de 1860.
Sito
en una de las esquinas de la madrileña plaza de Cibeles, el Palacio de
Buenavista —adquirido en 1769 por el duodécimo duque de Alba y vinculado
al Ejército desde 1816— guarda entre sus joyas un retrato de Fernando VII de Francisco de Goya,
la mesa donde el Rey Alfonso XIII presidió su último consejo de
ministros, un ascensor secreto, cajas fuerte donde se guardaban los
fondos reservados de la época, frescos con voluptuosas señoras
aparecidos en la pared, alfombras de la Real Fábrica de Santa Bárbara,
tapices costumbristas... e Historia, Historia en mayúsculas de nuestra
España.
El
guía nos describe cómo en una mesa un comisario político de la URSS
discutía con el Gobierno republicano las acciones a seguir en la Guerra
Civil: «Aquí estuvieron Franco, Sanjurjo, Mola...», describe en otro
salón.
Turistas
pasan habitualmente por la calle Alcalá, en su fachada sur.
Aparentemente es un «complejo militar» cerrado al público y escondido
tras una frondosa arboleda. Sin embargo, en los últimos años cada vez se está abriendo más al público.
«Las Fuerzas Armadas, como institución más valorada por los españoles
según las encuestas, debemos tener el compromiso de devolver ese cariño a
la sociedad», explica el subteniente López Escribano, quien hace de
guía en el palacio desde hace 16 años. El Ejército de Tierra admite
visitas de grupos y asociaciones, cada vez más demandadas.
«La Sanjurjada»
En
la fachada norte, todavía están presentes los impactos de proyectiles
lanzados sobre el Ministerio de la Guerra de Azaña durante «la
Sanjurjada» del 10 de agosto de 1932. El Palacio de Buenavista siempre
fue una plaza clave. «El 23-F el entonces jefe de Estado Mayor del
Ejército, general José Gabeiras, se reunió aquí para planificar el
contragolpe». Y aquí murió el general Prim tras
sufrir un atentado en 1870. Precisamente el Ejército quiere impulsar
este centro neurálgico —militar, histórico y cultural— para conmemorar
el bicentenario del nacimiento de Prim en 2014.
En
el Salón de Embajadores nos cuenta que se emplazó la capilla ardiente
de militares asesinados por ETA y del general Manuel Gutiérrez Mellado. A
nuestra salida del Patio de Armas del Palacio de Buenavista nos topamos
con dos estatuas para escarnio de la corrección política. Un Don Pelayo
desafiante, espada en mano, y un Hernán Cortés, conquistador y
victorioso sobre el azteca. Son dos «soldados» españoles más, como los
de Afganistán.
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