La Sevilla más desconocida
Descubre una interesante ruta rural repleta de misterios y leyendas
Isabel Aguilar / Sevilla, 6 de abril de 2012
Jesús Spínola.- El
monasterio de San Isidoro del Campo, en Santiponce, guarda una interesante
leyenda sobre el santo que le da nombre
Las vacaciones de Semana Santa pueden llegar a convertirse en una ocasión perfecta para conocer más a fondo los pueblos de la provincia. Además de su rico patrimonio cofrade, estas localidades encierran muchos otros encantos que en ocasiones pasan desapercibidos para el ciudadano, con lo que Turismo de la Provincia propone una ruta que se adentra en las «Curiosidades y leyendas de Sevilla». Se trata de una invitación a conocer los pueblos de la mano de historias singulares o tradiciones populares que han llegado a nuestros días con un halo de misterio.
Es el caso del monasterio de San Isidoro
del Campo, en Santiponce,
cuyo origen encierra una leyenda sobre el personaje que le da nombre. En el
siglo VI, San Isidoro fue a estudiar a Sevilla pero, debido a sus pésimos
resultados, decidió volver a León. Paró en una ermita mozárabe que había donde
hoy se erige el monasterio para orar y, mientras lo hacía, observó el brocal de
un pozo, horadado por el continuo roce de una soga. Esto le hizo meditar sobre
la virtud de la constancia, recapacitó y decidió regresar a Sevilla.
Con el tiempo se convirtió en uno de los
mejores escritores medievales y la ermita acabó siendo su tumba hasta que sus
restos se trasladaron a León. El monasterio que ha llegado a nuestros días fue
construido por Guzmán el Bueno y ha tenido una gran importancia en la historia.
Hoy es visita obligada en la Ruta de la Plata que conduce a Santiago de
Compostela y se puede ver por dentro en horario de mañana y tarde, mañana sólo
si se trata del domingo.
Igualmente curiosa es la leyenda que
acompaña a la patrona de Carmona,
Santa María de Gracia, a la que dicen que encontró un pastor mientras cosía su
zurrón y se le cayó la aguja. Los lugareños llevaron la imagen hasta la iglesia
mayor de la ciudad, pero al día siguiente la Virgen desapareció y volvieron a
encontrarla en el lugar donde la halló el pastor. Los carmonenses le
construyeron, entonces, una ermita en el lugar, a la que hoy se peregrina en
romería.
Esta ciudad, conocida como el lucero de
Europa, también encierra una historia singular sobre su necrópolis romana, que
llegó a pertenecer al francés Jorge Bonsor, quien viajó a la campiña sevillana
a finales del siglo XIX para pintar sus paisajes y acabó siendo el primer
propietario de este enclave, que convirtió por primera vez en museo. La
necrópolis abre sus puertas estos días en horario de mañana y tarde para
mostrar al visitante la cultura fúnebre de la sociedad romana.
Valencina
de la Concepción,
en el Aljarafe sevillano, es popularmente conocida por sus dólmenes, uno de los
conjuntos más importantes de Europa, que pueden verse en el Museo local las
mañanas de martes a domingo. La localidad también es célebre por la
multitudinaria Romería de Torrijos, centrada en el Cristo de Torrijos que,
según la tradición, fue encontrado en la Hacienda de Torrijos en el siglo XVII,
cuando se buscaba una gallina, de ahí la presencia de este animal junto a la
talla del Cristo que se conserva en la capilla.
Curiosidades civiles
Más allá del ámbito religioso hay otra
serie de datos que pueden enriquecer el conocimiento de la provincia y servir
como excusa para visitarla estos días. En plena Sierra Norte, Constantina es otro de los municipios que
bien merece una visita estos días, tanto por su patrimonio natural como por el
monumental. Cerca del casco urbano se localizan los pozos de la nieve, hoy
convertidos en casa rural y que en su día abastecían de hielo a la capital y la
provincia. Se desconoce su origen con exactitud, ya que pudo ser religioso,
pero también hay documentos que lo vinculan a un edificio industrial del siglo
XVII.
La localidad de Morón de la Frontera, por su lado, vive
vinculada a la leyenda del gallo desde hace más de cuatro siglos. El pueblo
estaba dividido en dos bandos irreconciliables cuando llegó un doctor llamado
Juan Esquivel, al que empezaron a llamar los lugareños el «Gallo de Morón»
porque trataba groseramente a los señores del pueblo y les atacaba diciendo que
no había más gallo que él en todo el municipio. Cansados todos de sus
provocaciones, los grandes señores de la villa se vengaron de él desnudándole y
apaleándole con varas de acebuche. Después le invitaron a abandonar el pueblo.
Desde ese día, en las calles de Morón se canta: «Anda que te vas quedando como
el Gallo de Morón, sin plumas y cacareando en la mejor ocasión». Además del
anecdótico monumento al gallo, merecen una visita la iglesia de San Ignacio de
Loyola, el convento de San Francisco o los restos del castillo árabe.
Con un pasado romano, visigodo y árabe, Castilblanco de los Arroyos
es otro de los pueblos que puede sorprender al visitante. El mesón del agua se
erige como testigo de piedra del paso de Cervantes por esta localidad, en la
que paró mientras recaudaba impuestos por Andalucía y donde dicen que inició su
novela «Las dos doncellas». La iglesia mudéjar del Divino Salvador o sus
ermitas son otras de las paradas recomendadas.
Los palacios de Écija
Si hay algo que no falta en Écija son
monumentos. A sus afamadas torres y sus 26 iglesias se suma un extenso
patrimonio de palacios que mañana podrá conocerse a fondo a través de una ruta
guiada que organiza el área local de turismo.
El recorrido se adentra en palacios como
el de Benamejí,
el de Peñaflor o
el de Palma.
«Este último es el que más suele gustar a los visitantes, ya que se puede ver
por dentro y es muy impresionante ver el mobiliario», explica Gonzalo
Fernández, el guía que explica el recorrido. Este palacio se asienta sobre un
antiguo convento de la Orden Dominica. La sala del escritorio, la de la música,
varias galerías con antigüedades, el salón comedor con pavimento del siglo XVI,
y otro salón decorado con artesonado con lacería de estrellas son algunas de
sus estancias más significativas.
«También suelen llamar mucho la atención
las fachadas del de Peñaflor y el de Benamejí», añade el guía. El primero de
ellos, famoso por su extensa balconada, fue construido en el siglo XVIII y está
declarado Monumento Histórico-Artístico desde 1962 y protegido como Bien de
Interés Cultural. El de Benamejí, por su lado, también está declarado Bien de
Interés Cultural. La enorme fachada es de ladrillo con zócalo de piedra y una
hilera de balcones en la primera planta. En su interior se rodaron algunas
escenas de «Carmen», de Vicente Aranda. El de Cárdenas, el de Valhermoso o el
de Santaella son otros de los palacios que se visitan en esta ruta, que se
celebra el primer sábado de cada mes y que también se detiene en datos y
curiosidades de las casas señoriales que salen al paso.
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