Lourdes Ramos-Kuethe: «La Monumental de Sevilla. Voces y silencios» (Colección Biblioteca de Temas Sevillanos)
La Monumental, la otra plaza de toros de Sevilla
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Un estudio recupera la memoria del coso de San Bernardo, del que hoy apenas quedan rastros de su pasada existencia
P. García, abcdesevilla / Sevilla, 4 de junio de 2012
©ICAS-SAHP, Fototeca Municipal de Sevilla
Una
pequeña fachada con una puerta en
colores blanco y albero, ubicada entre las calles Diego
Angulo Íñiguez y Óscar Carvallo, son los únicos vestigios que han sobrevivido
del pasado de una gran plaza de toros que convivió con la Real Maestranza durante la segunda década del siglo XX.
A la memoria de aquel otro coso de la ciudad ha dedicado un estudio la filóloga
de origen cubano Lourdes Ramos-Kuethe con el título «La Monumental de Sevilla.
Voces y silencios» (Colección Biblioteca de Temas Sevillanos), un libro que
considera como «la niña» de sus ojos por la curiosidad que en ella despertaron los
recuerdos que de aquella plaza conserva el bar del mismo nombre, muy próximo
adonde ella residió durante algunos años.
Enamorada de nuestra ciudad desde que allá
por la década de los 70 comenzara a venir acompañando a su esposo, profesor norteamericano e investigador asiduo
en el Archivo de Indias, Ramos-Kuethe —que tiene en su haber otros estudios
sobre la obra y figura histórica de Luis Montoto— siguió las huellas de esta
«olvidada plaza» entre los fondos de la Hemeroteca, el Archivo municipal y las
informaciones facilitadas por familiares de algunos de sus protagonistas a falta de los documentos legales sobre
el ya desaparecido coso.
Las condiciones sociales, económicas y
políticas de la Sevilla de aquel periodo confluyen, según la autora, en «el
deseo de una figura del toreo como José Gómez Ortega "Joselito el Gallo",
un deseo compartido por José Julio Lissén Hidalgo y Julián Echevarría, de
edificar una plaza de toros con capacidad suficiente para no sólo acomodar a la
afición, sino también para poner, a precios más asequibles, el espectáculo
taurino al alcance de toda Sevilla». En marzo de 1915 se iniciaron los trámites
para hacer realidad ese sueño en unos
terrenos propiedad de Lissén hasta que, meses después, en
diciembre el arquitecto vasco Francisco Urcola comenzó a levantar el edificio,
de hormigón armado y con capacidad para más de 23.000 espectadores,con la
dirección del arquitecto
sevillano José Espiau. Pero el «dramático» destino de La
Monumental de San Bernardo pronto empezó a fraguarse con el hundimiento, tras
unas pruebas de resistencia previas a su apertura, de un tercio de la plaza en
abril de 1917, una noticia que estremeció a toda la ciudad. La inauguración,
una vez superadas las deficiencias, llegaría finalmente el 6 de junio de 1918
con una corrida de toros con José
Gómez Ortega encabezando la terna del cartel.
La rivalidad entre éste y Juan Belmonte será
una de las piezas claves del mosaico que presenta en su estudio Lourdes
Ramos-Kuethe, quien sostiene que la muerte del primero de ellos, víctima de un
toro en Talavera de la Reina en mayo de 1920, conllevó también a la de la
propia plaza. Ya por entonces
Lissén «atravesaba grandes dificultades económicas; sus
inversiones en Alemania habían sufrido serios perjuicios al finalizar la guerra
mundial. Aprovechando esta coyuntura los intereses adversos a la Monumental
comenzaron una nueva campaña para deshacerse de la aborrecida plaza de toros y,
aunque Lissén hizo todo por evitarlo, sin la presencia de José, su paladín,
todo fue en vano. El dictamen de
clausura —añade— no tardó en aparecer y la plaza comenzó su
largo sueño para acabar demolida una decena de años después, durante 1930».
La autora también considera que la
pervivencia de la plaza fracasó «por
la incapacidad de Sevilla de enfrentarse de manera lógica a
la necesidad de ensanche del casco urbano», entre cuyas causas cita «la
absorbente preocupación por la proyectada Exposición Iberoamericana, la caótica
situación administrativa de la ciudad y la falta de fondos del ayuntamiento».
El análisis de estos y otros factores se complementan en el libro con unos apéndices documentales y casi una
veintena de ilustraciones, en su mayoría de la Fototeca Municipal.
«No se trata de acusar ni de enjuiciar a
nadie por unos hechos que acaecieron en un contexto muy específico y ya lejano
en el tiempo. Como sevillana adoptada, me resulta imperdonable el olvido de una
ciudad que dejó desaparecer un edificio de aquella naturaleza, similar a otros de la época y al que nadie salió
a defender», lamenta Ramos-Kuethe, quien propone, como gesto
simbólico, la colocación de una placa en esa antigua portada de la Avenida de
Eduardo Dato «para que los sevillanos sepan lo que allí hubo en un momento de
su historia».
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