Noticia curiosa donde las halla. FJGN.
Maoríes de Segovia
Miembros de la tribu maorí de los paniora llegan al pueblo segoviano de Valverde del Majano en busca del espíritu de su ancestro, Manuel José de Frutos, que recaló en Nueva Zelanda en un ballenero en 1835
Isabel
F. Barbadillo, 29 de julio de 2012
En
las antípodas de España, en Nueva Zelanda, a 20.000 kilómetros bajo tierra,
corren como torrentes chorros de sangre española. Una gran familia, de unos
16.000 miembros, descendientes de un paisano de Segovia nacido en el municipio
de Valverde del Majano, reivindica sus orígenes y los pasea con orgullo por el
mundo. Pertenecen a la tribu maorí de los paniora (españoles, en su lengua
aborigen) y han convertido al pueblo en símbolo de su pasado ancestral. Estos
días, medio centenar de ellos van a cumplir el sueño que no pudieron alcanzar
sus progenitores: pisar el lugar donde hace doscientos años nació Manuel José,
quien les dio la vida y del que hasta hace un lustro ignoraban sus raíces.
Rafael Casado, alcalde de Valverde del Majano (Segovia), a la derecha,
saluda a un descendiente maorí de Manuel José, en el viaje que
realizaron a Nueva Zelanda en 2010. :: R. C.
«Ahora,
los ancianos de los paniora ya pueden, por fin, morir tranquilos, saben de
dónde vienen. Es muy importante para ellos, porque siempre que se reúnen en los
maraes (especie de centro social) para hablar se presentan haciendo referencia
a la montaña más cercana, al río y a la familia a la que pertenecen», comenta
con renovada emoción el alcalde de Valverde, Rafael Casado, que les ha
preparado excursiones por toda la comunidad y talleres de madera y tatuajes
para que enseñen a los vecinos, y a sus lejanos familiares del polo opuesto de
la Tierra, algunas de las artes que definen a la tribu más numerosa del país y
la que vive más aislada, allá por el este de la isla norte de Nueva Zelanda.
Valverde,
con 1.100 habitantes, a 12 kilómetros de Segovia, saludará a partir del próximo
sábado en maorí, nariz con nariz, frente con frente, como hacen los nativos,
para respirar el mismo aliento en un rito que se sucede de generación en
generación. Hablan en maorí y en inglés y han ahorrado más de dos años para juntar
los 2.000 euros con los que 'descruzar' el océano que surcara el comerciante y
ballenero segoviano, porque reencontrarse con la campiña que vio nacer a Manuel
José y respirar su mismo aire bien valen 36 horas de vuelo por los cielos de
medio mundo.
Apuesto y pelirrojo
¿Pero
quién es ese misterioso caballero castellano, tan pródigo en descendientes, que
arrojó tanta niebla sobre sus orígenes hasta sembrar en su mirada la
melancolía? La casualidad primero y luego la investigación, situaron sus raíces
en Valverde del Majano. La tradición oral, una de las señas de identidad de la
tribu, permitió que una mujer centenaria, la tía Suey, fallecida el pasado año,
recordara lo que siempre había escuchado de sus antecesores: que el progenitor
de los paniora era un español castellano procedente de un lugar llamado 'valle
verde', nombre con el que bautizaron algunas de sus fincas.
El
hallazgo fue relatado hace seis años en el documental 'Debajo de tus pies',
emitido por Canal Sur y elaborado por Álvaro Toepke y Ángel Serrano. Una
partida bautismal localizada por la historiadora María Teresa Llorente revela
que Manuel de Frutos Huerta (los maoríes le añadirían el nombre de su padre,
Jesús, como apellido) nació el 31 de enero de 1811 y que fue bautizado al día
siguiente, el 1 de febrero, tal vez porque en aquella época morían muchos niños
al nacer y recibían pronto el sacramento para evitar aquel limbo ya borrado por
el Vaticano.
Hijo
de un comerciante de lana en apuros por la crisis de la época, a los 20 años
Manuel José decidió lanzarse a la aventura. Se embarcó con familiares para
Perú, pero unos años después, hacia 1835, llegó solo en un ballenero a las
costas neozelandesas.
Dicen
que era alto y apuesto, un guapo pelirrojo de ojos verdes que se enamoró de la
isla y de sus mujeres y despertó los celos de los indígenas. Cuenta esa
tradición oral que algunos de los nativos le conminaron a que reca-lara en
otros litorales. Tres veces emprendió el viaje, pero las tres volvió, en uno de
ellos con ponis árabes, hasta impregnar de sangre española los frondosos
parajes de Nueva Zelanda, sus montañas, llanuras y glaciares, declarados
Patrimonio de la Humanidad. La última vez que regresó, en un barco llamado
'Elisabeth', se quedó para siempre en los puertos de Awanui Araroa y fue
admitido en la pacífica tribu de los ngati porou. No es de extrañar que los
nativos le envidiaran. Tuvo cinco mujeres, nueve hijos, 42 nietos... hasta los
16.000 actuales descendientes, más los tres centenares desperdigados por
España, una decena de ellos en Valverde. Uno de sus lejanos vástagos en tierras
castellanas, Santiago Ayuso, sobrino tataranieto de Manuel José, defiende la
honorabilidad de su antepasado. «No fue polígamo porque se casó con todas
ellas, que iban muriendo por enfermedades, suponemos. Entre esas mujeres dos
eran sobrinas del jefe de la tribu, quizá ese hecho provocó envidias y
rencillas».
Así
se lo relataron los maoríes en diciembre de 2010 cuando Valverde se hermanó con
Gisborne -la ciudad más cercana a los valles donde habitan los paniora- y una
delegación de valverdanos, con el alcalde, Rafael Casado, a la cabeza, pasaron
unos días en sus casas. Una navidad inolvidable donde las campanadas sonaron a
golpe de cuchara y cacerola y los españoles compartieron con ellos las doce uvas
para recibir el año nuevo, justo doce horas antes que en España. «No teníamos
ninguna Obregón ni Igartiburu que nos las diera, así que lo hicimos como
pudimos, aunque lo mejor fue el amanecer. Ellos celebran la llegada del año de
otra forma, y muy especial. Van a la playa para ver cómo amanece el primer día
del año. El espectáculo es asombroso, muy emotivo», evoca Ayuso.
Flamenco y toros
Manuel
José llegó a ganarse la confianza de los aborígenes y a integrarse plenamente
en su vida cotidiana mientras se dedicaba al intercambio de productos y viandas
con los marineros que arribaban a las costas neozelandesas. Logró prestigio y
fortuna en esas tierras vírgenes, aunque luego, tras la guerra, los ingleses
arrebataran a sus vástagos las propiedades legadas, un contencioso aún
pendiente y que el actual Gobierno se ha comprometido a resolver.
La
herencia de Manuel José, sin embargo, fue mucho más vasta. Contagió su pasión
por los caballos, la guitarra, el flamenco o los toros, tópicos para nosotros,
pero mitos para los paniora que les hacen ver y sentir a España como un país
exótico, atractivo y a la vez lejano.
Ese
entusiasmo que cultivan los 'josés', como se llaman entre ellos para justificar
su pertenencia a la tribu, lo manifiestan en reuniones y celebraciones.
Especialmente, en la concentración de tres días que celebran cada diez años en
el pueblo de Tikitiki en honor a su progenitor, a la que llegan panioras de los
cuatro puntos cardinales del planeta. Una gran fiesta en la que los sombreros
cordobeses compiten con lo mexicanos y los ponchos peruanos con los vestidos de
faralaes. Claveles rojos en el pelo y carromatos adornados con carteles de
toros. La música flamenca y los pasodobles se hacen hueco en el desgarrador
sonido de su ancestral danza de guerra, la haka, famosa ya en todos los
continentes gracias al equipo de rugby nacional, All Blacks, que la representa
al inicio de cada partido.
Las
aventuras marineras de Manuel José se desconocen. Atravesó varias veces los
mares del Sur. Quién sabe si otros aventureros que fueron sus coetáneos -Robert
Louis Stevenson ('La isla del tesoro'), Herman Melville ('Moby Dick') o Joseph
Conrad ('Lord Jim')- coincidieron con él en algún barco y bebieron de sus
historias para plasmarlas en sus obras.
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