martes, 31 de julio de 2012

Maoríes de Segovia

Noticia curiosa donde las halla. FJGN.



Maoríes de Segovia

Miembros de la tribu maorí de los paniora llegan al pueblo segoviano de Valverde del Majano en busca del espíritu de su ancestro, Manuel José de Frutos, que recaló en Nueva Zelanda en un ballenero en 1835




Isabel F. Barbadillo, 29 de julio de 2012



En las antípodas de España, en Nueva Zelanda, a 20.000 kilómetros bajo tierra, corren como torrentes chorros de sangre española. Una gran familia, de unos 16.000 miembros, descendientes de un paisano de Segovia nacido en el municipio de Valverde del Majano, reivindica sus orígenes y los pasea con orgullo por el mundo. Pertenecen a la tribu maorí de los paniora (españoles, en su lengua aborigen) y han convertido al pueblo en símbolo de su pasado ancestral. Estos días, medio centenar de ellos van a cumplir el sueño que no pudieron alcanzar sus progenitores: pisar el lugar donde hace doscientos años nació Manuel José, quien les dio la vida y del que hasta hace un lustro ignoraban sus raíces. 

Maoríes de Segovia 
 
Rafael Casado, alcalde de Valverde del Majano (Segovia), a la derecha, saluda a un descendiente maorí de Manuel José, en el viaje que realizaron a Nueva Zelanda en 2010. :: R. C.
«Ahora, los ancianos de los paniora ya pueden, por fin, morir tranquilos, saben de dónde vienen. Es muy importante para ellos, porque siempre que se reúnen en los maraes (especie de centro social) para hablar se presentan haciendo referencia a la montaña más cercana, al río y a la familia a la que pertenecen», comenta con renovada emoción el alcalde de Valverde, Rafael Casado, que les ha preparado excursiones por toda la comunidad y talleres de madera y tatuajes para que enseñen a los vecinos, y a sus lejanos familiares del polo opuesto de la Tierra, algunas de las artes que definen a la tribu más numerosa del país y la que vive más aislada, allá por el este de la isla norte de Nueva Zelanda. 

Valverde, con 1.100 habitantes, a 12 kilómetros de Segovia, saludará a partir del próximo sábado en maorí, nariz con nariz, frente con frente, como hacen los nativos, para respirar el mismo aliento en un rito que se sucede de generación en generación. Hablan en maorí y en inglés y han ahorrado más de dos años para juntar los 2.000 euros con los que 'descruzar' el océano que surcara el comerciante y ballenero segoviano, porque reencontrarse con la campiña que vio nacer a Manuel José y respirar su mismo aire bien valen 36 horas de vuelo por los cielos de medio mundo. 

Apuesto y pelirrojo
 
¿Pero quién es ese misterioso caballero castellano, tan pródigo en descendientes, que arrojó tanta niebla sobre sus orígenes hasta sembrar en su mirada la melancolía? La casualidad primero y luego la investigación, situaron sus raíces en Valverde del Majano. La tradición oral, una de las señas de identidad de la tribu, permitió que una mujer centenaria, la tía Suey, fallecida el pasado año, recordara lo que siempre había escuchado de sus antecesores: que el progenitor de los paniora era un español castellano procedente de un lugar llamado 'valle verde', nombre con el que bautizaron algunas de sus fincas. 

El hallazgo fue relatado hace seis años en el documental 'Debajo de tus pies', emitido por Canal Sur y elaborado por Álvaro Toepke y Ángel Serrano. Una partida bautismal localizada por la historiadora María Teresa Llorente revela que Manuel de Frutos Huerta (los maoríes le añadirían el nombre de su padre, Jesús, como apellido) nació el 31 de enero de 1811 y que fue bautizado al día siguiente, el 1 de febrero, tal vez porque en aquella época morían muchos niños al nacer y recibían pronto el sacramento para evitar aquel limbo ya borrado por el Vaticano. 

Hijo de un comerciante de lana en apuros por la crisis de la época, a los 20 años Manuel José decidió lanzarse a la aventura. Se embarcó con familiares para Perú, pero unos años después, hacia 1835, llegó solo en un ballenero a las costas neozelandesas. 

Dicen que era alto y apuesto, un guapo pelirrojo de ojos verdes que se enamoró de la isla y de sus mujeres y despertó los celos de los indígenas. Cuenta esa tradición oral que algunos de los nativos le conminaron a que reca-lara en otros litorales. Tres veces emprendió el viaje, pero las tres volvió, en uno de ellos con ponis árabes, hasta impregnar de sangre española los frondosos parajes de Nueva Zelanda, sus montañas, llanuras y glaciares, declarados Patrimonio de la Humanidad. La última vez que regresó, en un barco llamado 'Elisabeth', se quedó para siempre en los puertos de Awanui Araroa y fue admitido en la pacífica tribu de los ngati porou. No es de extrañar que los nativos le envidiaran. Tuvo cinco mujeres, nueve hijos, 42 nietos... hasta los 16.000 actuales descendientes, más los tres centenares desperdigados por España, una decena de ellos en Valverde. Uno de sus lejanos vástagos en tierras castellanas, Santiago Ayuso, sobrino tataranieto de Manuel José, defiende la honorabilidad de su antepasado. «No fue polígamo porque se casó con todas ellas, que iban muriendo por enfermedades, suponemos. Entre esas mujeres dos eran sobrinas del jefe de la tribu, quizá ese hecho provocó envidias y rencillas». 

Así se lo relataron los maoríes en diciembre de 2010 cuando Valverde se hermanó con Gisborne -la ciudad más cercana a los valles donde habitan los paniora- y una delegación de valverdanos, con el alcalde, Rafael Casado, a la cabeza, pasaron unos días en sus casas. Una navidad inolvidable donde las campanadas sonaron a golpe de cuchara y cacerola y los españoles compartieron con ellos las doce uvas para recibir el año nuevo, justo doce horas antes que en España. «No teníamos ninguna Obregón ni Igartiburu que nos las diera, así que lo hicimos como pudimos, aunque lo mejor fue el amanecer. Ellos celebran la llegada del año de otra forma, y muy especial. Van a la playa para ver cómo amanece el primer día del año. El espectáculo es asombroso, muy emotivo», evoca Ayuso. 

Flamenco y toros
 
Manuel José llegó a ganarse la confianza de los aborígenes y a integrarse plenamente en su vida cotidiana mientras se dedicaba al intercambio de productos y viandas con los marineros que arribaban a las costas neozelandesas. Logró prestigio y fortuna en esas tierras vírgenes, aunque luego, tras la guerra, los ingleses arrebataran a sus vástagos las propiedades legadas, un contencioso aún pendiente y que el actual Gobierno se ha comprometido a resolver. 

La herencia de Manuel José, sin embargo, fue mucho más vasta. Contagió su pasión por los caballos, la guitarra, el flamenco o los toros, tópicos para nosotros, pero mitos para los paniora que les hacen ver y sentir a España como un país exótico, atractivo y a la vez lejano. 

Ese entusiasmo que cultivan los 'josés', como se llaman entre ellos para justificar su pertenencia a la tribu, lo manifiestan en reuniones y celebraciones. Especialmente, en la concentración de tres días que celebran cada diez años en el pueblo de Tikitiki en honor a su progenitor, a la que llegan panioras de los cuatro puntos cardinales del planeta. Una gran fiesta en la que los sombreros cordobeses compiten con lo mexicanos y los ponchos peruanos con los vestidos de faralaes. Claveles rojos en el pelo y carromatos adornados con carteles de toros. La música flamenca y los pasodobles se hacen hueco en el desgarrador sonido de su ancestral danza de guerra, la haka, famosa ya en todos los continentes gracias al equipo de rugby nacional, All Blacks, que la representa al inicio de cada partido. 

Las aventuras marineras de Manuel José se desconocen. Atravesó varias veces los mares del Sur. Quién sabe si otros aventureros que fueron sus coetáneos -Robert Louis Stevenson ('La isla del tesoro'), Herman Melville ('Moby Dick') o Joseph Conrad ('Lord Jim')- coincidieron con él en algún barco y bebieron de sus historias para plasmarlas en sus obras.

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