Rein Loring, el halcón solitario
El 20 de junio de 1932, ABC recibía una carta y una foto de Hong Kong, informando de los mil problemas sufridos por este joven piloto español, que dos meses antes había partido solo de Madrid, para llegar a Manila en una avioneta de madera y tela
Israel Viana, Madrid 10 de julio de 2012
¡Ay,
esos vuelos de antes… auténticas aventuras ya olvidadas! Buena prueba de ellos
es la carta que la redacción de
ABC recibió del Consulado de España en Hong Kong, el 20 de
junio de 1932, informando de los mil y un problemas que el joven Fernando Rein Loring estaba sufriendo para
completar la que fue una
de las grandes hazañas de la historia de la aviación española: recorrer en
solitario, con una avioneta de aluminio de apenas 500 kilogramos y una
velocidad de crucero de 150 km/h, el trayecto entre Madrid y Manila.
ABC.-Carta
del Consulado de España en Honk Kong (1932)
En aquella carta, que llegaba a esta
redacción junto con la fotografía del aviador y su «pájaro», se podían leer
percances de todo tipo: «Al poco de salir de Taiping, un escape de gasolina le
obligó a aterrizar en Fort Bayard»;
«el Observatorio de Hong Kong anunció
dos tifones», «tuvo que esperar el aluminio que había pedido para soldar el
tanque», «ha experimentado por más de una semana tronadas y lluvias tropicales»
o «al inspeccionar más detenidamente el aparato, encontró que el depósito
goteaba».
Loring, que había nacido en Málaga 30 años
antes, estaba decidió a seguir las huellas del vuelo que los pilotos Esteve, Gallarza y Loriga habían
realizaron juntos en 1926 entre España y Filipinas, pero él quería hacerlo
absolutamente solo, con un Loring
E-II (modelo de la propia fábrica de aviones que había
fundado un pariente suyo en 1923) modificado por él mismo. A aquel aparato que
ya forma parte de la historia de la aviación en España, fue bautizado como «La Pepa».
2.500 horas de vuelo
A pesar de su edad, Rein Loring no era un
novato. En 1924 había obtenido el título de piloto en 1924, cuando contaba con
22 años, y ocho años después ya acumulaba cerca de 2.500 horas de vuelo en su
cartilla, gracias a su actividad en la escuadrilla militar de África y en la Compañía de Fotometría Aérea.
ABC.- Imagen de archivo de Rein Loring
Contaba ABC el 24 de abril de 1932, el día de su
partida, que la intención del joven era «realizar el recorrido de 17.000
kilómetros en 12 días, aspirando a efectuarlo dentro de la mayor regularidad
posible». Su objetivo era reducir casí a la mitad las 20 etapas y 39 días que
habían tardado en realizar aquel trayecto Esteve, Gallarza y Loriga.
Por si fuera poco, el aviador intentó
conseguir, sin éxito, y a pesar de sus esfuerzos, alguna ayuda para los gastos
del viaje, pero las menguadas asignaciones del presupuesto de la Aeronáutica Civil y
de los aeroclubes no contaban con este tipo gastos. Y cuando acabó el viaje,
tan sólo recibió un auxilio oficial con el que no cubrió ni la mitad de los
gastos.
Loring, «en paradero desconocido»
Loring tuvo que luchar contra cielo y
tierra, pero lo plazos pronto se antojaron demasiado optimistas. Aunque dadas
las condiciones, llegar con vida ya podía considerarse un éxito. Poco después
de partir, la avioneta se veía azotada por el primer temporal y
se retrasaba una cuantas horas en llegar a Málaga.
A partir de ahí, ABC cubrió cada una de las etapas con gran interés.
El 17 de mayo contaba que «Loring se encontraba en paradero desconocido. Había
salido de Bankok el sábado, descendiendo en Lanpok, cerca de la frontera, y
proponiéndose llegar a Hanoi el domingo; pero no se han tenido noticias hasta
el momento».
ABC.- Loring,
junto a la avioneta de su aventura
Cuando dio por fin señales de vida desde
Hong Kong, este diario informó de que Loring había tenido que «retrasar varias veces el vuelo
a causa de que se salían los depósitos de esencia». Un mes después, se destacaron los problemas del piloto con el Gobierno
japonés, que «no le concedía aún autorización para aterrizar en la Isla
Formosa». Una tras otra, las aventuras no tenían fin.
Conseguidos finalmente todos los permisos,
Rein Loring pudo lanzarse a por las últimas etapas de su odisea. Entre ellas,
la más peligrosa: el salto sobre
el mar de la China, con un recorrido de 900 kilómetros sobre
el océano hasta Aparri, ya en Filipinas, y finalmente a Aparri-Manila.
Loring, el héroe
El recibimiento fue apoteósico «a pesar de la
lluvia». Le declararon huésped de honor de la isla y la entonces colonia
española le agasajó como un héroe. Después de tantos esfuerzos y dificultades,
el joven piloto debía haberse sentido satisfecho con el reconocimiento del
triunfo y con el simple hecho de no haber sido destrozado por cualquiera de los
tifones con los que se topó, pero él no era así.
ABC.-Loring,
posando junto a otras de sus avionetas
Según explico él mismo, se había quedado
con la espina clavada de no haber cumplido los plazos prometidos, por lo que un año después lo volvió a intentar.
Lo consiguió, llegó en menos tiempo y con muchos menos problemas.
Poco antes de morir, el gran Fernando Rein
Loring, al que todo el mundo definía como un hombre humilde y tranquilo,
reconocía que después de las miles de aventuras vividas sobrevolando desiertos
y océanos de medio mundo, así como su participación en la misma
Guerra Civil, que lo que más le gustaba eran los vuelos tranquilos y sin
incidentes. Quién lo iba a decir.
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