La Historia, la vieja Historia, "magister vita est"... siempre "pasada", pero siempre de "actualidad" para nuestro presente... Un poco de Historia, no hace mal a nadie... sin conoce todas las versiones. Me topé con este "viejo" artículo, que sirve para entender la furia y el enfado de los partidos nacionalistas catalanes y que resume realmente la "traición" a Felipe V y el derecho de conquista posterior. Los nacionalismos agresivos son malas soluciones políticas. La historia de Europa está jalonada de tumbas, de personas que no sabían para qué combatían, para quién luchaban, ni en nombre de qué.... ¿Por qué? Porque se les ocultaba la verdad y los verdaderos intereses ocultos. C´est la vie. FJGN.
-o-o-o-
Gibraltar y el caso de los catalanes
JOSEP MARIA SÒRIA
Barcelona, La Vanguardia, 26/05/2002
El
presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, propuso la pasada semana en Perelada
que "si España reclama la recuperación de Gibraltar, Cataluña reclama la
recuperación de la cosoberanía o soberanía compartida" que se daba antes
de 1714, ya que la pérdida de Gibraltar y de la soberanía catalana son de
alguna manera resultado del tratado de Utrecht de 1713: "Si se dice que
hay que revisar lo de Gibraltar, nosotros también podemos pedir que se revise
más a fondo lo de Cataluña".
Grabado militar francés sobre el asedio de Barcelona (1714) por las tropas francesas. En primer término, la torre de Sant Joan
El tratado de Utrecht puso fin a la beligerancia entre las potencias europeas enfrentadas por la guerra de Sucesión en España (1702-1714). En el año 1700, el rey Carlos II había muerto sin descendencia. Su testamento fue forzado por Francia a favor de Felipe de Anjou (futuro Felipe V), nieto de Luis XIV. Este hecho provocó el rechazo por parte de varias potencias europeas (Inglaterra, el imperio austriaco, Holanda, Portugal y algunos estados alemanes) que, reunidas en torno a la gran alianza de La Haya, se pronunciaron a favor del archiduque Carlos de Austria como descendiente del trono de Castilla y Aragón. La razón principal fue el temor europeo al fortalecimiento del eje franco-español en manos de los Borbones.
Aunque Felipe de Anjou juró las Constituciones en Barcelona (1702), poco a poco fue extendiéndose en el Principado una corriente de simpatía hacia el pretendiente austriaco. Primero, porque el modelo borbónico era básicamente absolutista y centralista, mientras que el de los Austrias era de "soberanía compartida y compuesta", tal como se había venido ejerciendo en la Corona de Aragón desde la baja edad media. De hecho, eran dos modelos políticos y territoriales opuestos. Mientras el borbónico era absolutista y unitarista, el austracista era constitucionalista de corte "federal". Otra razón era que Cataluña había vivido en el último tercio del XVII un periodo de dinamización en la producción agraria y en la actividad comercial de la burguesía. Esta revitalización económica estaba en competencia con los franceses y se temía que la familia borbónica desequilibrara el statu quo.
En
1705, una comisión de ciudadanos catalanes pactó en Génova el alineamiento de
Cataluña con la gran alianza a cambio de que Inglaterra se comprometiera a
proveer de armas y soldados al Principado y a hacer cumplir al archiduque las
leyes y constituciones catalanas, extendiendo esta garantía incluso en el caso
de que los Borbones ganaran la guerra. En 1706, el archiduque Carlos entraba
triunfalmente en Barcelona y las Cortes catalanas le reconocían como rey.
Felipe V consideró el hecho como una traición.
La
guerra tuvo diversos avatares para uno y otro bando. Pero en 1711 moría el
padre del archiduque, el emperador Leopoldo I, y aquél accedía al trono del
imperio austriaco, lo que significó un giro inesperado en la estrategia de
equilibrios europea. Los aliados temieron que se rehiciera el antiguo imperio
de Carlos I, e Inglaterra y Holanda cesaron el envío de tropas a Cataluña.
Además, la llegada al poder de los "tories", partidarios de una paz
económicamente ventajosa, como lo era la oferta de Felipe V de cederles el
derecho de establecimientos de negros en América, hizo el resto.
En
1713 se firma el tratado de Utrecht por el que Inglaterra impone sus tesis en
el equilibrio europeo, frenando el expansionismo francés y conservando Menorca
y Gibraltar, pero abandonando a su suerte a sus aliados del Principado, lo que
dio pie a una polémica que se conoció en Europa como el caso de los catalanes.
El archiduque, que rechazó la posibilidad de que Cataluña acudiera a Utrecht
como "nación interesada", propuso que se le concedieran los cuatro
reinos de la corona catalano-aragonesa o, incluso, establecer una república
catalana bajo protección inglesa. Pero el primer ministro británico,
Bolingbroke, lo rechazó y se limitó a pedir una amnistía general, con
restitución de bienes y honores. El artículo 13 del tratado hace constar el
interés inglés a favor de los privilegios catalanes, mientras que Felipe V
promete dar a los catalanes la misma consideración que a los castellanos, en
una ambigua redacción. Una vez ocupada Barcelona (1714) y terminada la guerra,
las instituciones catalanas (Corts, Generalitat, Consells Municipals y la
Coronela) fueron abolidas con el decreto de Nueva Planta. Los bienes de nobles
y militares fueron confiscados, los eclesiásticos fueron privados de sus
cargos, las fortalezas derribadas, las universidades cerradas, la lengua
prohibida, etcétera.
La polémica sobre el caso de los catalanes duró años en Europa. Una comisión creada en Londres propuso la condena del primer ministro Bolingbroke por incumplir los acuerdos con los catalanes, "lo que embrutece el buen nombre de Inglaterra". Durante buena parte del siglo XVIII y aún en el XIX, algunos historiadores recuerdan la mala conciencia inglesa y en tratados británicos de la época se pone a Cataluña como ejemplo de "pactismo muy desarrollado y parlamentarismo muy enraizado y avanzado". El desaparecido Ernest Lluch recordaba poco antes de su asesinato, al historiador británico Henry Kamen, que Inglaterra "tiene todavía una deuda pendiente con Cataluña".
La polémica sobre el caso de los catalanes duró años en Europa. Una comisión creada en Londres propuso la condena del primer ministro Bolingbroke por incumplir los acuerdos con los catalanes, "lo que embrutece el buen nombre de Inglaterra". Durante buena parte del siglo XVIII y aún en el XIX, algunos historiadores recuerdan la mala conciencia inglesa y en tratados británicos de la época se pone a Cataluña como ejemplo de "pactismo muy desarrollado y parlamentarismo muy enraizado y avanzado". El desaparecido Ernest Lluch recordaba poco antes de su asesinato, al historiador británico Henry Kamen, que Inglaterra "tiene todavía una deuda pendiente con Cataluña".
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