Sociedad y mecenazgo artístico en la Sevilla de Murillo
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Coincidiendo con la exposición Murillo y Justino de Neve. El arte de la amistad, que se exhibe en la Fundación Focus-Abengoa hasta el 20 de enero de 2013, se desarrollará entre los días 19 y 21 de noviembre el programa de la Escuela de Barroco de 2012, Sociedad y Mecenazgo artístico en la Sevilla de Murillo, dirigido por Gabriele Finaldi, director adjunto de Conservación e Investigación del Museo del Prado.
Este ciclo, cuya conferencia inaugural Murillo y Justino de Neve, una amistad artística
correrá a cargo del propio Finaldi, ahonda en la sociedad sevillana de
la segunda mitad del siglo XVII a través del prisma del mecenazgo
artístico.
Objetivos
Coincidiendo con la exposición Murillo y Justino de Neve. El arte de la amistad, que se celebra en la Fundación Focus-Abengoa, el programa de la Escuela de Barroco de OMNO ahonda en la sociedad sevillana de la segunda mitad del siglo XVII, a través del prisma del mecenazgo artístico. Bartolomé Esteban Murillo era a mediados del siglo el pintor más famoso de la ciudad; Justino de Neve, un culto y dinámico canónigo de la catedral metropolitana. Entre ambos se establece una relación profesional que pronto se transformaría en auténtica amistad. Y de esa amistad nacieron algunas de las obras más importantes que
Murillo pintó en las décadas de 1660 y 1670, cuando había alcanzado su plenitud como artista.
Murillo pintó en las décadas de 1660 y 1670, cuando había alcanzado su plenitud como artista.
En la encrucijada de la relación entre estas dos figuras clave del barroco sevillano, se plasma una cierta forma de entender la sociedad del momento: su sentir estético y religioso en las manifestaciones de devoción pública y de piedad privada, el denso y complejo tejido social de una ciudad cuya mirada abarca tanto el viejo continente como el nuevo, la relación entre instituciones políticas y religiosas, la coincidencia de los intereses familiares con los vínculos comerciales, y las obligaciones asistenciales de la sociedad para con los pobres y necesitados. La figura que aglutina los intereses y aspiraciones de esta sociedad no es ni el rey ni el papa, sino una mujer celestial: la inmaculada Concepción, cuya imagen iconografía serán definidas para todos los tiempos por Murillo.
Participan el la Escuela historiadores del arte, arquitectos y documentalistas, conservadores y restauradores del Museo Nacional del Prado, expertos en historia social, literatura y música. Y si la exposición logra –reuniendo un sobresaliente grupo de obras pintadas para la ciudad–
introducir al público en el corazón mismo del Barroco sevillano, la Escuela busca profundizar en los mecanismos, las personalidades y las circunstancias que dieron lugar a su brillante fusión de arte, religiosidad y cultura.
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