sábado, 17 de noviembre de 2012

Van Dyck, la energía del artista adolescente

Van Dyck, la energía del artista adolescente

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El Prado resalta, a través de 92 de sus obras tempranas, al artista que busca su lenguaje y su estilo a la sombra gigantesca de Rubens en la primera muestra que España dedica al gran pintor flamenco.

Charo Ramos / Madrid / 17.11.2012

 
El joven Van Dyck toma el pulso al artista flamenco en un período fundamental de su trayectoria. Su genio, febril y temprano, protagoniza hasta el 3 de marzo la nueva muestra temporal del Prado, que incluye 92 obras entre pinturas y dibujos datados entre 1615 (cuando contaba 15 años de edad) y 1621 (cuando se marcha de Amberes a Italia para completar su formación). La Reina Sofía inaugura el lunes, coincidiendo con el 193 aniversario del museo, esta cita histórica. Es la primera exposición que se dedica en España a la pintura de Van Dyck y en ella encontramos las claves sobre la irrupción de su personalidad artística y la asociación como discípulo aventajado de Rubens. "Vemos cómo la emulación del maestro compite con la afirmación de su personal carácter. Es un retrato inédito del artista adolescente", afirma Miguel Zugaza, director del Prado, sobre este proyecto que patrocina la Fundación BBVA y es el resultado de cuatro años de investigación a cargo de los comisarios Alejandro Vergara, jefe de conservación de pintura flamenca del Prado, y Friso Lammertse, conservador del Boijmans van Beuningen Museum de Rotterdam (Holanda).

Antonio Van Dyck nació en Amberes en 1599, el mismo año que Velázquez. Séptimo hijo de un próspero comerciante de paños y sedas cuyo padre ya había sido artista, decidió a los 10 años probar suerte como aprendiz en el taller de Hendrick van Balen, uno de los principales pintores de su ciudad. Allí aprendió los rudimentos del oficio hasta que pronto pasó al círculo de Rubens, que acababa de llegar de Italia con un lenguaje visual propio, ambicioso y colorista. En sus primeras obras se mostraba vacilante con la anatomía, con la que experimenta en lienzos como La Lamentación del Ashmolean Museum of Oxford y el Sileno Ebrio de la Gemäldegalerie de Dresde que, con cuatro obras, es junto al Hermitage de San Petersburgo (con dos) el museo internacional que más obras ha prestado.

El Museo del Prado aporta cinco piezas al conjunto pues posee la mayor colección de esos seis años frenéticos en los que Van Dyck realizó más de 160 cuadros, incluidos retratos y obras de mediano formato pero también una treintena de grandes composiciones, como El Prendimiento y La Coronación de Espinas. Tal es el germen de esta exposición. "Van Dyck es un pintor que desde jovencito está produciendo obras de una ambición extraordinaria", declara a este medio el director adjunto de la pinacoteca madrileña, Gabriele Finaldi. "Todos nos quedamos impresionados con la precocidad de Velázquez, que con 18 y 19 años estaba haciendo bodegones magníficos en Sevilla. Pero Van Dyck, más joven todavía, entre los 16 y 21 años, tiene una producción gigantesca y pinta más obras que otros maestros en toda su vida". La exposición resalta al artista que va buscando su lenguaje y su estilo a la sombra de una figura portentosa y poderosísima como Rubens y que para ello, en un determinado momento, tiene que alejarse de la ciudad y encaminarse a Italia. "Rubens le dijo a Velázquez que para ser un artista completo debía irse a Roma y posiblemente se lo recomendó también a Van Dyck, que es más joven que Velázquez [que se fue con 30 años] cuando se marcha a Italia con sólo 22", continúa Finaldi. "Para entonces Rubens tiene ya en su colección personal varias obras de su discípulo. Cuando a la muerte de Rubens el rey Felipe IV decide comprar obras suyas en almoneda, adquiere también esos lienzos de Van Dyck que el maestro atesoraba. Por eso está presente en las colecciones reales españolas desde fecha muy temprana".

Van Dyck empieza su carrera muy influido por los estilos dominantes: la pintura narrativa de Rubens y la tradición retratística del siglo XVI que ejemplifican Antonio Moro y otros pintores flamencos. El Autorretrato con el que se abre la muestra, de trazo basto y algo rápido, ilustra la toma de conciencia de su estilo, una esencia personal que perderá, según Vergara, en los años posteriores, "cuando su pintura es tan perfecta que resulta casi relamida". Hacia 1615, convertido en discípulo de Rubens, resulta imposible conocer su estilo si no es mirando a su maestro. Pero a los 20 años ya tiene un taller propio y hasta tres ayudantes, aunque sigue trabajando para Peter Paul. Dos años después, montado en su caballo, partirá a Italia.

Muchas de las obras exhibidas no estaban fechadas y los dos comisarios han trabajado con pericia detectivesca, buscando huellas y rasgos donde el joven Van Dyck quiere marcar distancias con su mentor con un estilo más directo. "Parece que puede hacer cuanto quiere, tal es su talento", subraya Vergara, que invita a detener la atención en sus dibujos, donde se replantea varias veces sus ideas. También destacan las distintas variaciones del mismo cuadro, como sucede con San Jerónimo con el Ángel.

Los comisarios han centrado su trabajo en varios aspectos. Por un lado, la precocidad de Van Dyck. "Mientras Patinir apenas pinta 30 obras, él en seis años realiza más de 160, muchas de ellas de gran formato como El Prendimiento del Prado. Esa febril productividad y gran calidad le hacen destacar. Y también asombra su capacidad para pintar el cuerpo humano en movimiento en cuadros que interesarían aun cuando no fueran obras de juventud", recalca Vergara.

El otro eje vertebral de la muestra es su contradictoria relación con Rubens. "Llama la atención que un artista cuyo estilo se acercó tanto al de su maestro llegara a pintar de forma tan personal", subrayan los comisarios. El afán de Van Dyck por forjar una carrera independiente y un estilo original le lleva a introducir tipos rústicos y grotescos, figuras de carácter naturalista alejadas de la idealización de su mentor. "Es un pintor valiente, excepcional, arriesgado, que entre 1618 y 1621 realiza obra maestras de la pintura barroca", asevera Friso Lammertse. Gabriele Finaldi cita, como rasgos que hacia 1618 ya son propios de Van Dyck, la expresividad de las manos, con los característicos dedos alargados, y los toques rojos y encarnaciones.

Unas veces Van Dyck hacía dibujos y grabados que Rubens usaba en sus composiciones. Otras, era el maestro el que le aporta modelos. La buena relación que les unía puede verse, por ejemplo, en Coronación de espinas, donde emplea dibujos de Rubens.

Poco antes de partir a Italia, en octubre de 1621, Van Dyck realiza algunos de sus mejores retratos, de informal elegancia, como el de Isabella Brant, la esposa de Rubens, que ha prestado la National Gallery of Art de Washington y pone final a este recorrido por la obra temprana, pero magistral, del artista que también murió prematuramente: en Londres, a los 42 años, consagrado como uno de los retratistas más influyentes de Europa y el pintor favorito del rey Carlos I de Inglaterra, cuya corte y nobleza fijó en imágenes inolvidables.

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