Adiós al 'hombre providencia'


Adiós al 'hombre providencia'

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Gregorio Cabeza, un personaje clave en la historia social y urbanística de Sevilla en los años 60 y 70, fallece a los 92 años de edad l Dedicó 17 años de su vida a los 'sin techo' en la ciudad de suburbios y refugios

Nicolás Salas, 16 de diciembre de 2012

Gregorio Cabeza Rodríguez falleció ayer en Sevilla a los 92 años. Fue uno de los principales protagonistas de la Ciudad del Tamarguillo (1961-1978), como director de la Secretaría de Viviendas y Refugios del Ayuntamiento, que nunca fue oficial para la Corporación. Nacido en Carmona el 3 de noviembre de 1920, fue el hombre providencia para las familias sevillanas sin vivienda por causa de la riada del arroyo Tamarguillo y luego por la ruina del caserío de corrales de vecinos. Tuvo que enfrentarse a 53 suburbios y 25 refugios, siendo La Corchuela el último y el más importante.
En julio de 1962, la comisión de emergencia creada la noche del día 25 de noviembre de 1961, pocas horas después de producirse la rotura del muro de defensa del Tamarguillo, quedó convertida en Secretaría Municipal de Viviendas y Refugios, siguiendo al frente Gregorio Cabeza Rodríguez, ya considerado el hombre providencia de los sin techo y que habría de jugar un papel excepcional en los años 60 y 70 de la vida sevillana.
El primer grupo de trabajo de emergencia se titulaba Comisión Segunda de Aposentamiento de Damnificados, Viviendas y Refugios, y estaba presidida por Rodrigo Medina Benjumea, como capitular de Urbanismo, e integrada por varios arquitectos y varios voluntarios. Todas las manos eran pocas para colaborar con Gregorio Cabeza en las instalaciones provisionales, que eran el Salón Colón del Ayuntamiento y varias dependencias anexas. En julio de 1962 se trasladó la Secretaría Municipal de Viviendas y Refugios a unas dependencias del antiguo Bar Citroen. En diez años este organismo dio cobijo a 100.000 personas.

Gregorio Cabeza Rodríguez tuvo la idea de proponer la utilización de parte de la finca de propiedad municipal La Corchuela, situada en el municipio de Dos Hermanas y a unos 17 kilómetros de la capital, para construir un refugio de emergencia. Eran las primeras semanas del mes de marzo de 1969 y las autoridades habían agotado todos los recursos disponibles en los refugios para alojar a las familias sin hogar, procedentes de las casas en ruina, en un impresionante rosario de desahucios y gentes en las calles con sus muebles y enseres. Pocos días antes, el 28 de febrero, un fuerte terremoto había acelerado el deterioro de centenares de viviendas antiguas y humildes.

Nada más acordarse por la Alcaldía la clausura de La Corchuela, en junio de 1977, Gregorio Cabeza pidió la desaparición de la Secretaría de Viviendas y Refugios por considerar que su tarea había finalizado. Se incorporó como jefe de Administración al Gobierno Civil de la Provincia, de donde había salido diecisiete años antes en comisión de servicios para hacerse cargo de la citada Secretaría de Viviendas y Refugios, por decisión del entonces ministro sin cartera Pedro Gual Villalbí, nombrado por el Gobierno delegado para Sevilla con motivo de la catástrofe provocada por el arroyo Tamarguillo la tarde y noche del 25 de noviembre de 1961.
Nunca pudo pensar Gregorio Cabeza en noviembre de 1961 que, con aquel nombramiento de urgencia, daba comienzo una etapa de diecisiete años, hasta junio de 1978, al frente de la Secretaría de Viviendas y Refugios. Una Secretaría de Viviendas y Refugios que, además, nunca existió oficialmente, porque nunca fue creada por acuerdo municipal ni incluida en los presupuestos de la ciudad. Tanto es así que, para evitar problemas futuros, Gregorio Cabeza pidió y obtuvo de Antonio González y González Nicolás, que designara un interventor de oficio, para garantizar la transparencia contable de los refugios, que sólo contaban con el dinero aportado por los propios refugiados y los donativos. El Ayuntamiento de Sevilla nunca concedió una subvención, aunque sí ayudo de otras maneras en casos concretos.

Pero 17 años de labor no fueron fáciles en una ciudad con 53 suburbios y 25 refugios, en condiciones infrahumanas la mayoría, por donde tuvieron que pasar más de 150.000 personas. Y donde la ruina del caserío, los desahucios, los hundimientos, jalonaron los años 60 y primeros 70. Miles de personas no olvidaron nunca los servicios prestados por la Secretaría de Viviendas y Refugios, y muchos de ellos dejaron testimonios de su gratitud en cartas que se conservan en el archivo de Gregorio Cabeza. El camino fue de rosas y de espinas. Gregorio Cabeza fue duramente contestado cuando, en enero de 1970, afirmó públicamente su rechazo a la especulación de solares.
Siempre contó Gregorio Cabeza con el apoyo del cardenal arzobispo José María Bueno Monreal, cuya confianza en su labor llegó hasta el extremo de autorizarle para que utilizara todos los templos y dependencias del Arzobispado para acoger a los refugiados que lo necesitasen.

Personas que, al principio, fueron críticos con La Corchuela, modificaron su criterio cuando conocieron los servicios positivos que prestaba a la sociedad y las funciones regeneradoras de parte de los alojados. Y de críticos se convirtieron en colaboradores eficaces. Fue el caso significativo, entre otros, de Rafael Pertegal Ruiz de Henestrosa.

Hubo quienes criticaron algunas incidencias ocurridas en La Corchuela, inevitables en un colectivo de unas cuatro mil personas y cuyos orígenes sociales eran tan variados como complejos. Es verdad que había unas diferencias culturales muy acusadas entre algunos grupos de alojados en el refugio, pues junto a familias procedentes de edificios en ruina y de clases media y obrera cualificada, había otras sin formación cuyo último hogar había sido una chabola o un puente.

Un día, Gregorio Cabeza recibió una estampa con Cristo Crucificado, firmada por el sacerdote redentorista Ángel Carrillo, que decía: "Como este Xto. está usted crucificado por los pobres sin hogar. Que Jesús le bendiga". Cuando llegó la hora de la despedida y el regreso a su puesto de jefe de Administración en el Gobierno Civil, en junio de 1978, Gregorio Cabeza recibió muchas cartas de gratitud. Una de ellas, firmada por el doctor arquitecto Rafael Arévalo Camacho, decía entre otras cosas: "Recuerdo los tiempos en que Sevilla llegó a verse flanqueada por sus cuatro costados e invadida en pleno corazón por aquellos tristísimos refugios que constituyeron el termómetro de la frialdad de nuestra sociedad frente a los problemas de cuantos carecían de un techo bajo el que cobijarse. De todos esos marginados te convertiste en paladín y defensor, como un quijote de este siglo nuestro, tan propenso a la amnesia y a cerrar los ojos ante las desgracias ajenas".

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