Ponce de León: el español que conquistó Florida y puso a Norteamérica en el mapa
El Domingo de Resurrección de 1513, tres navíos se presentaban frente a una exótica tierra donde nunca hasta entonces había puesto sus pies europeo alguno. O al menos ninguno que hubiera dejado constancia cierta de su visita. Habían partido unas semanas antes desde la recién colonizada Puerto Rico en busca de una misteriosa tierra de Bímini, situada al norte de Cuba, de la que se esperaba obtener gloria y riquezas.
La expedición estaba encabezada por un aguerrido aventurero nacido en 1460 en el pequeño pueblo de Santervás de Campos, hoy provincia de Valladolid. Su nombre, Juan Ponce de León.
Entonces no podía saberlo, pero acababa de descubrir el territorio
donde siglos más tarde se fundaría una nación que llegaría a ser la más
poderosa sobre la faz de la Tierra: los Estados Unidos de América. Gracias a él, Norteamérica entraba así, hace casi 500 años,
en la historia de Occidente. Se había adelantado en nada menos que 107
años a los peregrinos puritanos que llegarían en 1620 a Massachusetts a
bordo del «Mayflower».
Los españoles estuvieron más de 300 años en Norteamérica, más que el tiempo que lleva EE.UU. como país independiente
La biografía de Juan Ponce de León está plagada de claroscuros.
En ella se mezclan el arrojo y el heroísmo con la tiranía, la crueldad y
la codicia, todo además trufado de mitos y leyendas que han desvirtuado
su figura a través del tiempo. Tras un tiempo como paje en la Corte
aragonesa, curtió su fiero espíritu guerrero combatiendo a los moros en
la guerra de la conquista de Granada, un entrenamiento que le serviría
en América para imponer el poder de su acero.
Primer gobernador de Puerto Rico
Se cree que su primer contacto con las tierras situadas al
otro lado del Atlántico pudo tener lugar en la isla de Gran Turco (ahora
conocida como Turcos y Caicos) como integrante de la segunda expedición
de Cristóbal Colón en 1493, pero de lo que no hay duda es de su activa
participación a partir de 1502 en la conquista de La Española,
la isla que hoy comparten Haití y la República Dominicana y que
entonces trataba de dominar el gobernador Nicolás de Ovando. Su primer
cargo en tierras americanas fue precisamente como responsable de la
provincia de Higüey, al este de La Española. Desde allí empezó a
plantearse nuevas aventuras.
El ambicioso Ponce de León puso sus ojos en la cercana isla
de Borinquén, que no era otra que la actual Puerto Rico. Pese a su
enconada disputa con Diego Colón, el hijo del
descubridor que reclamaba su privilegio para continuar la labor de su
padre, el de Santervás obtuvo permiso real para conquistar Puerto Rico y
en 1508 fundó su primer asentamiento, Caparra, que hoy
conocemos como San Juan. De esta manera, si algún día Puerto Rico se
acaba incorporando como estado de pleno de derecho a EE.UU., habría que
adelantar otros cinco años la llegada de los españoles al territorio de
este país.
Ponce de León sofocó la revuelta de los nativos de Puerto Rico sin miramientos e impuso severos castigos
No es de extrañar que a la muerte de Agüeybana los taínos
se levantaran contra sus explotadores y se desatara una brutal
contienda. Pero Ponce de León tenía las de ganar y, tras sofocar la
revuelta sin contemplaciones, impuso severos castigos a los insurgentes.
A comienzos del siglo XVI, la época del «Flower Power» quedaba todavía
muy lejos.
Pero no eran esos todos sus problemas en Puerto Rico. Tan
preocupante o más para él era que desde España se le hizo rendir cuentas
por la compañía con la que había explotado la isla y se le obligó a
devolver parte de lo que había ganado. Para colmo, Diego Colón logró que
la Corte le reconociera sus derechos, lo que supuso que Ponce cesara en el ejercicio como gobernador.
En busca de la tierra de Bímini
Para el enérgico conquistador, sin embargo, estos reveses eran la oportunidad para emprender nuevas hazañas.
Había llegado a sus oídos la existencia de una incógnita tierra llamada
Bímini, situada al norte de Cuba, y no tardó en convencer a Fernando II
para lanzarse a explorarla. En marzo de 1513 partió de Puerto Rico al
frente de dos carabelas y un bergantín con rumbo al noroeste. Para
completar aquella travesía que cambiaría para siempre la historia de Norteamérica, contaba con la valiosa experiencia del avezado piloto Antón de Alaminos, uno de los más grandes marinos españoles de la época.
Tras semanas de navegación rodeando las Bahamas, la expedición
avistó un desconocido territorio el día 27, Domingo de Resurrección. El 2
o el 3 de abril -los historiadores no son unánimes- Ponce desembarcó en
un punto de la costa este de la península de Florida que no está
todavía claro. Entre los más probables están Melbourne -cerca de Cabo Cañaveral,
desde donde hoy día despegan otro tipo de naves, las que se lanzan a la
exploración del espacio- y Ponte Vedra -al lado de donde en 1565 el
asturiano Pedro Menéndez de Avilés fundaría la primera ciudad de Norteamérica, San Agustín, todavía hoy una encantadora población costera-.
La Corriente del Golfo fue el otro gran descubrimiento del primer viaje a Florida
El nuevo territorio era una incógnita para los europeos, pero eso no significaba que estuviera deshabitada. Se calcula que 350.000 nativos poblaban Florida por
la época en que desembarcó Ponce. Y los primeros encuentros no fueron
precisamente amistosos. No se sabe si la hostilidad de los indios, que
atacaron a los inesperados visitantes con palos y flechas nada más
llegar, se debió a simple miedo a los extraños, a su tradición guerrera
o, como también apunta el historiador Michael Gannon en «La nueva
historia de Florida», a que antes de que llegara Ponce de León otros
españoles ya se habían pasado por allí antes en incursiones a la caza de
esclavos, lo que lógicamente habría predispuesto a los aborígenes en
contra del hombre blanco. Hay otra razón de peso para pensar que
aquellos indios ya habían tenido encuestros con los españoles: durante
su recorrido por la nueva tierra, encontraron uno que chapurreaba el castellano.
En este primer viaje a Florida, Ponce de León navegó a lo largo de los cayos de Florida, hasta el último de todos, Cayo Hueso
(en inglés, Key West), para después seguir rodeando la península, ahora
en dirección norte, por su costa oeste. En todo momento creía todavía
que se encontraba ante una gran isla. Según relata Gannon, a la altura
del islote Sanibel se produjo otro episodio violento, que en este caso
se saldó con un español y al menos cuatro nativos muertos, por lo que
Ponce bautizó el lugar con el macabro nombre de Matanzas.
Pocos días después, decidió emprender el regreso a casa. Dos de los
barcos llegaron a mediados de octubre a Puerto Rico, aunque el tercero,
con Antón de Alaminos a bordo, se entretuvo aún varios meses más
tratando de dar con la esquiva tierra de Bímini.
El falso mito de la fuente de la juventud
Está claro que la pretensión de Ponce de León con su
expedición era encontrar nuevas riquezas y, sin embargo, durante siglos
el descubrimiento de Florida se ha atribuido a una falsa leyenda. Una y
otra vez se ha dicho que lo que buscaba era una mítica fuente de la
eterna juventud que «tornaba mozos a los viejos». Los
historiadores se afanan ahora en combatir esta falacia histórica, que se
construyó bastantes años después de que Ponce arribara a aquella
tierra, pero el cuento funciona tan bien y ya ha quedado tan instalado
en la memoria colectiva que va a resultar muy difícil desmontarlo.
A pesar de las posibilidades que ofrecían los vastos territorios
recién descubiertos, los españoles tardarían aún décadas en lograr
formar asentamientos estables en ellos, donde la hostilidad de los
nativos, un clima de sofocante calor, humedad y frecuentes tormentas y
huracanes y un terreno pantanoso lleno de aligátores y mosquitos lo
ponían fracamente difícil. El mismo Ponce de León, que tras su viaje
tuvo que hacer frente a la muerte de su esposa, tardó ocho años en
regresar a Florida, y eso que en 1514 había obtenido en España el título
de «adelantado» de aquella tierra, lo que significaba que la explotaría con sus propios medios en nombre de la Corona.
Ponce murió tras infectarse la herida de un flechazo en el muslo que recibió en su segundo viaje a Florida
Tras su muerte, fueron varias las expediciones de otros
valerosos exploradores españoles que se aventuraron por el suroeste de
lo que hoy son los Estados Unidos, poniendo la semilla de la
civilización occidental en el continente norteamericano. Lucas Vázquez de Ayllón, Pánfilo de Narváez, Tristán de Luna, Hernando de Soto y Francisco Vázquez de Coronado son
algunos de los nombres que se unieron al de Ponce de León en las
décadas siguientes antes de que, por fin, en 1565 Menéndez de Avilés
fundara San Agustín.
Cinco siglos después
Aún hoy sigue ondeando la vieja bandera española con la cruz de Borgoña en lo alto del viejo castillo de San Marcos de
esa ciudad, la primera de Estados Unidos, recuerdo de un pasado español
que forma parte de la esencia de ese gran país. El descubrimiento de
Florida en 1513 fue el inicio de una etapa de más de tres siglos en la
que los españoles extendieron de forma heroica su dominio por
Norteamérica desde la costa del Atlántico hasta la mismísima Alaska, un
vastísimo territorio que incluía los actuales estados de California,
Texas, Nuevo México, Arizona o Luisiana, por citar solo unos pocos.
La bandera española sigue ondeando sobre el viejo castillo de San Marcos, en San Agustín
2013 se presenta como una oportunidad para saldar esa vieja
deuda. En Florida se prepara una larga lista de eventos para conmemorar
el quinto centenario de la llegada de Ponce de León a sus costas, pero falta por ver que el resto de Estados Unidos y la propia España estén a la altura.
Comentarios