San Isidoro de León

San Isidoro de León

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Margarita Torres, 17/12/2012 
 
El 21 de diciembre del año 1063, los monarcas de León Fernando I y su esposa Sancha, consagraron la iglesia antigua de San Isidoro. Por entonces, León era el reino más poderoso de toda la Península Ibérica. Su ancestral enemigo, Al-Andalus, había reventado en sultanatos taifas, enfrentados entre sí tanto o más que con los seguidores del Nazareno.

File:20060626-León San Isidoro.jpgUnos y otros buscaban la mediación de Fernando, que no dudaba en exigirles, a cambio de su «protección», unas contraprestaciones económicas denominadas «parias». Con ellas, arribaron a León ricos objetos, suntuosos presentes, oro y plata. En la cima de su poder, Fernando solicito al monarca sevillano la entrega de San Isidoro. Patrón del conocimiento, Doctor Hispaniae, coetáneo de los grandes monarcas visigodos, este ilustre hijo de Cartagena, durante décadas arzobispo de Sevilla, acabó con sus santos huesos en nuestra ciudad. No es regalo menor, el de acoger a quien bien podría ser considerado, en esta Europa de mercaderes, como el referente de la sabiduría medieval, no muy distinto en calidad y producción a esos grandes nombres que tanto gustan a alemanes, ingleses y franceses…porque han nacido en sus tierras. Pero los españoles somos así: bendecimos lo de fuera, ignoramos el talento de los nuestros.

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El próximo año, 2013, se celebran los 950 de su llegada. Apenas unos días antes de su último recuerdo previo a la conmemoración, San Isidoro, ha perdido al último gran cronista de un tiempo complejo: Antonio Viñayo, abad emérito de la Real Colegiata. Con él se han ido en el viento recuerdos, anécdotas, sabiduría, maneras de abad a la medieval forma.. Con él se apaga un tiempo y nace otro. 

El emblema isidoriano, sus actuales abad y canónigos, todo lo que significa para la historia de España continúa vivo y cada vez con más fuerza, dispuesto a demostrar que sigue y seguirá siendo el gran referente leonés. Don Antonio puede estar satisfecho: el corazón espiritual de la monarquía, del reino, late con fuerza gracias a este puñado de hombres dispuestos a recoger esa sagrada herencia isidoriana y continuar haciéndola brillar con fuerza, luz en un tiempo de tinieblas.

Qué diferencia aquel León y éste. Destacaba el medieval con su prestigio, la valía de sus hombres y mujeres, el trabajo bien hecho en un momento tan complejo como aquellos siglos. Donde en Europa primaban los siervos, aquí los hombres libres, capaces de conquistar por la fuerza o la diplomacia, las tierras musulmanas que un día fueron cristianas en la Península. Nombres leoneses pueblan las crónicas de España, destacan en las de Tierra Santa, se mentan entre líneas carolíngias y escritos normandos. Un espejo de grandeza…para un tiempo de tinieblas y sin futuro, un León capaz de comerse el mundo…otro, hoy, casi derrotado. 950 años los separan.

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