Julio Aróstegui, historiador pionero
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Fue uno de los principales estudiosos de la Guerra Civil y la memoria histórica
Jesús A. Martínez, Catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad Complutense de Madrid (UCM). 31 de enero de 2013
El 26 de noviembre de 2009 en la Universidad Complutense de Madrid se
rindió un sentido y merecido homenaje al profesor Julio Aróstegui,
catedrático de Historia Contemporánea, con motivo de su jubilación
académica. Era una excusa para demostrarle públicamente el
reconocimiento de la comunidad académica, en un intento de compensar el
homenaje que él continuamente hacía a la ciencia histórica, después de
cuatro décadas de una dilatada y fructífera carrera profesional. El
profesor Aróstegui, un referente fundamental de la historiografía
española, falleció el pasado lunes a los 74 años. Ha sido uno de los
historiadores españoles que más ha contribuido al conocimiento y
difusión de la ciencia histórica y a demostrar el valor de la historia.
Había nacido en Granada en 1939, en cuya Universidad estudió
Filosofía y Letras, y culminó sus estudios de Historia en la Universidad
Complutense iniciados los años sesenta. En 1967 obtuvo una cátedra de
instituto en Vitoria. En 1970 su tesis doctoral El carlismo alavés y la guerra civil
dio un vuelco historiográfico al tema y supuso el inicio de su carrera
universitaria, al incorporarse como profesor a la Universidad de
Salamanca. En 1980 obtuvo por oposición la plaza de profesor agregado de
universidad, que le condujo de nuevo a Vitoria, y en 1981 a la
Universidad Complutense de Madrid, donde ocupó su cátedra hasta su
jubilación, excepto el período en el que trabajó en la Universidad
Carlos III de Madrid (1997-1999). Fue doctor vinculado del Consejo
Superior de Investigaciones Científicas y obtuvo las Palmas Académicas
de Francia, además de varios premios, como el Nacional de Historia en
1981 por una obra colectiva. Entre 2009 y 2012 fue catedrático emérito
de la Universidad Complutense.
El profesor Aróstegui proyectó su magisterio en varias generaciones
de discípulos. Pero con ellos no estableció antiguas jerarquías
patriarcales, sumisiones o servidumbres, tampoco paternalismos, sino una
relación de respecto y confianza mutua, sin pedir nunca nada a cambio.
Rodeado de jóvenes investigadores, siempre desplegó una máxima: lo que
sabía, y era mucho, era para enseñarlo y divulgarlo. Fue la labor del
maestro.
Su inteligencia inquieta le llevó a explorar y reflexionar sobre
múltiples campos de la investigación histórica con una visión crítica y
en contacto con la historiografía extranjera. Supo integrar la
investigación a pie de obra con la teoría y se remangaba entre miles de
documentos. Investigó en muy diversos aspectos historiográficos sobre
una historia pensada, fruto del diálogo entre la reflexión teórica y
metodológica y la investigación empírica, para llegar a demostrar su
pauta más querida: una historia social crítica.
En los años setenta representó esa cantera de historiadores con
actitud crítica en tiempos de transición, con deseos de cambio, que, más
allá de su traducción en una forma de hacer historia, era una actitud
vital que mantuvo siempre.
A lo largo de la década de los ochenta desplegó todo su interés, que
no abandonó nunca, por los estudios sobre la Guerra Civil, con numerosas
aportaciones, entre las que destacan La Junta de Defensa de Madrid (1984), su participación en la obra La Guerra civil española 50 años después (1986) y su dirección de Historia y memoria de la Guerra Civil (1988), Los combatientes carlistas en la guerra civil española (1991) o Por qué el 18 de julio… y después
(2006). En los años noventa también se dedicó a la historia de
violencia política en España y a la reflexión teórica y metodológica con
una de sus obras capitales más difundidas, La investigación histórica. Teoría y método
(1995). Y en el siglo XXI ha sido pionero en los estudios sobre la
historia del tiempo presente y la memoria histórica, no como un nuevo
tema de trabajo, ni como un período distinto, sino con una concepción
diferente a la del tiempo histórico, aspectos desplegados en La historia vivida. Sobre la historia del tiempo presente (2004) o en la dirección de Guerra civil. Mito y memoria
(2006). Y en este terreno es donde ha desarrollado su labor más fecunda
en los últimos años dirigiendo la Cátedra de la Memoria Histórica del
Siglo XX de la Universidad Complutense, hasta hace cuatro meses, con
numerosas actividades de investigación, debate y docencia sobre el
franquismo y la Transición. Era su compromiso público, social, haciendo
lo que sabía, investigar y divulgar la historia, con rigor de método y
honestidad, y es el legado que ha transmitido. No paró ni un momento,
con una vocación tejida de vitalismo y trabajo infatigable.
Hace unos días, el 17 de enero, salía a las librerías su monumental biografía Largo Caballero. El tesón y la quimera,
un proyecto de treinta años llevado con tanto tesón como el que el
profesor Aróstegui adjudicó a su biografiado. Y es su último gran
homenaje a la ciencia historiográfica, mucho mayor que aquel que la
comunidad académica le brindó hace cuatro años. Entonces nuestra deuda
con él no quedó compensada. Tampoco ahora. Será permanente.
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