¿Por qué nos fascinan las catedrales góticas?
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Elvira Guerra López
Son inconfundibles; su silueta se eleva en el cielo en muchas ciudades europeas. A raíz de la publicación del libro ‘La luz y el misterio de las catedrales’,
de José María Pérez (más conocido como Peridis), Televisión Española ha
dado comienzo a una serie que recorre algunas catedrales españolas.
Pero, ¿desvela el programa por qué estos templos causan tanta fascinación?
A la hora de explicar el nacimiento del estilo gótico resulta más conveniente dejar a un lado los aspectos meramente formales y centrarnos en la época en que surgió: la Baja Edad Media y sus cambios en política, economía, sociedad y pensamiento.
En torno al siglo XI la Europa llena de pequeñas aldeas campesinas
dio paso a un continente plagado de ciudades. Los excedentes de la
producción agrícola trajeron el comercio, dando vida a las urbes, en las
que se asentaron los gremios. Al mismo tiempo la sociedad estamental se
resquebrajaba: los artesanos y los comerciantes, el núcleo fuerte de la
población urbana, no podían incluirse en ninguno de los estamentos
conocidos (campesinado, Iglesia y nobleza), apareciendo la burguesía, que fue ganando poder.
En este ambiente, la ciudad se presenta como el marco perfecto para la elevación de las primeras catedrales góticas.
La urbe proveía dinero y mano de obra suficiente para realizar obras de
tal calibre pero, ante todo, sus habitantes se movían por la siguiente
convicción: levantar su propia catedral para mayor gloria de Dios y para mayor gloria de su ciudad.
El arte gótico nace en Francia, concretamente en los alrededores de París, al reconstruirse en 1137 el ábside de Saint Denis
en un nuevo estilo. Resulta erróneo considerar al gótico como una
evolución del románico. Donde antes premiaba la horizontalidad, ahora es
la verticalidad; la penumbra es sustituida por la luz, entendida como la emanación directa de lo divino. Las vidrieras policromas, uno de los elementos más conocidos de las catedrales, pudieron construirse gracias a la combinación del arco apuntado, la bóveda de crucería o el arbotante;
estos recursos constructivos permiten que el peso de las cubiertas se
reparta hacia los contrafuertes exteriores, quedando libres los muros de
empujes, permitiendo su calado.
La catedral gótica se entiende así como un espacio sagrado entre el cielo y la tierra,
en el que lo ascendente se convierte en el camino hacia el paraíso. Al
cruzar sus puertas el ciudadano medieval, temeroso de Dios, se sentía
más cerca de él a la vez que la belleza del templo le henchía de
orgullo: era su catedral.
El Gótico perduró durante casi cuatro siglos: en algunos lugares se asentó a mediados del XII y en otros desapareció a comienzos del siglo XVI. Asimismo, podemos encontrar variables como el gótico clásico, el radiante, el flamígero… Desde sus inicios, el gótico estuvo marcado por un fuerte carácter nacional.
Cuando mejor se conoce una catedral gótica es recorriendo su interior en solitario. Si estamos receptivos, tendremos la creencia de haber abandonado el mundo terrenal para alcanzar lo inmaterial,
sean cuales sean nuestras creencias. Como turistas muchas veces nos
centramos en los ornamentos, en lo pura y sencillamente real,
alejándonos de lo que sus constructores quisieron transmitir para la
eternidad.
Las catedrales góticas han sufrido el paso del tiempo como un ente
vivo: han perdido elementos y han ganado otros, fruto de restauraciones o
añadidos. A pesar de ello, no nos podemos escapar a su encanto.
Tanto para los occidentales como para los visitantes procedentes de
otras culturas, las catedrales góticas son espacios fascinantes, casi
místicos.
Fulcanelli, gran conocedor de la alquimia y la magia que rodea a estos templos, nos dejó en su obra ‘El enigma de las catedrales’ una de las mejores descripciones sobre ellas:
Santuario de la Tradición, de la Ciencia y del Arte, la catedral gótica no debe ser contemplada como una obra únicamente dedicada a la gloria del cristianismo, sino más bien como una vasta concreción de ideas, de tendencias y de fe populares, como un todo perfecto al que podemos acudir sin temor cuando tratamos de conocer el pensamiento de nuestros antepasados en todos tos terrenos: religioso, laico, filosófico o social.
Vía| FERNÁNDEZ BUENO, Lorenzo. Gótica. Secretos, leyendas y simbología oculta de las catedrales, Punto de lectura, 2005.
Más información| RAMÍREZ, Juan Antonio. Historia del Arte (vol.II): La Edad Media, Alianza Editorial, 2004; Vivir el Arte; Canalpatrimonio
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