Francisco Javier Hernández Navarro nos hace llegar una curiosa noticia sobre el conocido General Prim, político y militar español del siglo XIX, de gran protagonismo durante el reinado de Isabel II y el Sexenio Democrático. Sufrió un atentado el 27 de diciembre de 1870 en Madrid. Ahora la ciencia indaga los motivos reales de su muerte. FJGN.
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Los secretos del general Prim
http://politica.elpais.com/politica/2012/10/05/actualidad/1349473103_863770.html?rel=rosEP
Dos universidades estudian el cadáver del político y militar español
En los últimos años, estaba ‘aparcado’ en una cámara frigorífico del tanatorio de Reus
Un manto de nieve cubría las calles de Madrid el 27 de diciembre de
1870. Mientras el frío helaba cada rincón de la capital, el Congreso
bullía de actividad: España se preparaba para la inminente llegada de
Amadeo de Saboya, destinado a ocupar el trono en una recién aprobada
monarquía constitucional. Juan Prim y Prats, presidente del Consejo de
Ministros, estaba exultante porque el Parlamento acababa de dar luz
verde a los últimos flecos referentes a la realeza. Así, solo debía
concentrarse en preparar el viaje a Cartagena, donde desembarcaría el
Monarca. Eran las siete y media de la tarde cuando el general, nacido en
Reus en 1814, salió del Congreso.
Los dos caballos de su berlina verde le esperaban a las puertas del
edificio y el general subió al carruaje con su ayudante personal,
Nandín, y el coronel Moya. El camino a recorrer era el de costumbre:
cruzar por la calle del Turco (hoy Marqués de Cubas), hasta llegar a sus
aposentos, ubicados en el Ministerio de Guerra, actual Palacio de
Buenavista. Sin embargo, la tragedia se precipitó al llegar a la primera
travesía: El general y sus acompañantes departían dentro de la berlina
con las ventanas alzadas para impedir la entrada del frío cuando dos
carruajes les cerraron el paso.
Los vehículos estaban desplegados en el centro de la calle del Turco,
con lo que el cochero tuvo que detener la berlina. Desde los otros
carruajes descendieron tres hombres armados. “Bájese usted, mi general,
que nos hacen fuego”, le dijo Moya, que iba sentado en el asiento
delantero. La advertencia fue inútil, en milésimas de segundo el
carruaje fue rodeado por los asaltantes, que dispararon a bocajarro. Los
vidrios de la berlina estallaron en mil pedazos y uno de los agresores
aprovechó para introducir su arma en el interior del carruaje. Aunque el
ayudante personal de Prim intentó protegerlo, el general recibió al
menos ocho detonaciones, quedando herido su rostro, una mano y un
hombro. Nandín también fue herido por los trabucazos. La emboscada duró
apenas unos minutos, pero las consecuencias fueron funestas: cuando el
conductor pudo reaccionar asestando un latigazo a los caballos, Prim
estaba malherido.
Los médicos intervinieron al general durante toda la madrugada; le
amputaron la primera falange del dedo anular de la mano de derecha y
extrajeron siete balas. El trabucazo en el hombro era el más crítico y
aunque las heridas en apariencia no eran mortales, acabaron por
infectarse. Tan solo tres días después del atentado el general moría de
sepsis porque se inyectaron en su pecho trozos del abrigo de piel de oso
con el que iba ataviado en el momento del incidente.
A partir de ahí, se sucedieron los enigmas: la policía recopiló
decenas de pruebas y declaraciones, pero los instigadores de la muerte
nunca han sido identificados con claridad. La crónica es la que ha
prevalecido durante los 140 años posteriores al fallecimiento del
general. Sin embargo, nuevas pruebas científicas podrían reescribirla.
Desde el pasado fin de semana un equipo de historiadores y forenses de
las universidades Camilo José Cela de Madrid y Rovira i Virgili de Tarragona pretenden “cambiar la historia” a base de pruebas. Están analizando los resultados de un estudio forense practicado a la momia de Prim en el hospital Sant Joan de Reus,
y parten de la hipótesis de que el general, figura clave en la política
del siglo XIX, murió en el acto y no tres días después del atentado. De
confirmarse la muerte instantánea el caso deberá seguir investigándose:
el Gobierno del general Serrano habría mentido al retrasar la muerte de
Prim, lo que se añade al hecho de que nunca quedó esclarecido el
complot ni quiénes fueron sus instigadores.
“El sumario apunta diversos nombres sobre los autores materiales,
pero nunca fueron condenados, consiguieron salir del país. La trama
tenía mucha financiación”, explica Carles Tubella, comisario del Año Prim 2014.
Los enigmas reaparecen cuando en su ciudad natal y en Madrid se
preparan actos para conmemorar los 200 años del nacimiento del general,
que no reposa tranquilo desde 1971. Aquel año, su cuerpo momificado fue
trasladado a Reus desde el Panteón de Hombres Ilustres de Madrid en
medio de una gran expectación. Centenares de vecinos salieron a la calle
a recibir los restos. Pero la pasión se desinfló. Tanto es así que en
2010 la momia del general fue relegada a una cámara frigorífica del
tanatorio municipal. Fue allí donde los integrantes de la Sociedad
Bicentenario del General Prim 2014 constataron su deterioro. En los
próximos meses se intentará enmendar la situación: recomponer el
mausoleo, el féretro y el cuerpo “para dotarlo de la dignidad que hasta
ahora no tenía”, cuenta Tubella.
Maite Toneu, portavoz del Centro de Restauración de Bienes Muebles de
la Generalitat, explica la parte más compleja de la operación que se
hizo el pasado 28 de septiembre: extraer el cuerpo embalsamado de Prim
de dos ataúdes de madera y plomo. Este último material es muy tóxico, lo
que obligó a aspirar las partículas. Después, practicaron radiografías
al cadáver y lo desnudaron. “Lo limpiamos porque estaba lleno de polvo,
pero su vestido podrá ser exhibido”. El estudio se completó con un TAC,
una exploración radiológica y una endoscopia.
Por el momento los análisis han ratificado que los trabucazos no le
afectaron órgano vital alguno, según explica Delfín Villalaín, portavoz
del equipo investigador. Aun así, los forenses han localizado un
orificio que podría haberle producido una fuerte hemorragia y causado la
muerte en el acto. “Se dijo que había muerto por una bala envenenada y
esto es una curiosidad filológica: en la época esta palabras
significaban bala mortal”, desvela Villalaín. En el ataúd, además, se
han encontrado tres frascos de vidrio: dos, escondidos en las axilas de
Prim, y el otro, en la entrepierna. Los frascos parecen contener un
líquido, huesos de una mano y órganos. “Podría ser un rito masónico o
que el embalsamador conservó parte de los órganos, aún no lo sabemos”,
explica Villalaín.
El proceso, que costará 70.000 euros, está financiado por la Universidad Camilo José Cela y la Diputación de Tarragona.
Hasta dentro de tres meses, aproximadamente, no se conocerán los
resultados del estudio, pero lo que ya es seguro es que la momia de Prim
será expuesta en 2014, según ha anunciado el alcalde de Reus, Carles
Pellicer. Se espera que para entonces el misterio de la muerte del general
que no quiso que reinaran en España “nunca, nunca, nunca” los Borbones,
ya haya sido desvelado.
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El general Prim fue estrangulado tras ser tiroteado en la calle del Turco
http://ccaa.elpais.com/ccaa/2013/02/11/madrid/1360590460_511531.html
La historiografía oficial dice que el gobernante murió tres días después de ser herido por bala
Restos del general Prim en el hospital Sant Joan de Reus. / AYUNTAMIENTO DE REUS
Marcas de correas en torno a todo el cuello, incluido el rastro
metálico de la hebilla del correaje. Este es el dato forense que mejor
explica las novedades descubiertas, hasta hoy desconocidas, en torno al
asesinato, supuestamente con armas de fuego, del laureado general y
presidente del Gobierno de España Juan Prim i Prats, acaecido en Madrid
hace ahora 142 años, en la nevada tarde del 27 de diciembre de 1870. Tal
es la última y principal revelación obtenida por una denominada Comisión Prim,
que desde el departamento de Criminología de la Universidad privada
Camilo José Cela, de Villanueva de la Cañada cerca de Las Rozas, se
propuso tiempo atrás resolver las densas incógnitas que durante casi
siglo y medio han rodeado aquel luctuoso suceso.
La antropóloga forense María del Mar Robledo, el criminalista
Francisco Pérez Abellán, director del departamento universitario, el
doctor en Derecho Orlando Tadeo Gómez y el fotógrafo científico griego
Ioannis Koutsurais, miembros de la comisión investigadora, creen haber
resuelto las principales incógnitas de aquel magnicidio. Y ello gracias a
la aplicación de los principales avances tecnológicos del examen
forense al cadáver momificado del general-presidente, custodiado en
excelente estado de conservación en Reus, la localidad natal del
laureado militar. Allí fue sometido a un exhaustivo análisis, concluido
ahora, de cuyos resultados se informó este lunes en una conferencia
registrada en la sede universitaria.
Ninguno de los comisionados cobija dudas sobre la evidencia de las
marcas de correas en torno al cuello de Prim, que se asemejan a las
mismas huellas dejadas por igual procedimiento de asfixia criminal en
numerosos otros cadáveres, examinados para el cotejo por la forense y
mostrados ayer públicamente en fotografías. Mas, de esta evidencia ahora
descubierta, no hay constancia alguna en el sumario 360/1870 abierto
tras el magnicidio y que incluía tres investigaciones concernientes a
los tres intentos consecutivos de quitar la vida a Prim entre octubre y
diciembre de aquel año. De los cerca de 18.000 folios de los que
constaba el sumario del asesinato, hoy quedan indemnes menos de la
mitad: emborronamientos, láminas arrancadas y zarabanda de páginas en
competo desorden son algunas de las prácticas a las que los 81 tomos
sumariales, hoy en los juzgados de la Plaza de Castilla de Madrid,
fueron sometidos por manos extrañas y anónimas, sobre todo a partir de
1960, en que se reveló la localización de los documentos procesales. ¿A
quién pudo beneficiar este expolio tan dañino del patrimonio histórico
documental?
La ciencia puede esclarecer sucesos muchos años después de haber
acaecido; de no ser tal, la pregunta quedaría sin respuesta. Tal ha sido
la certeza que han barajado los miembros de la Comisión Prim desde el
primer momento en que, en el hospital universitario de San Joan y en el
tanatorio de Reus, ante el cuerpo momificado de Juan Prim comenzaron a
indagar rastros de actividad sobre su cadáver embalsamado, que
presentaba bajo las axilas y la entrepierna frascos con aromas
balsámicos, en una configuración triangular de evocaciones masónicas,
según los investigadores.
"No podía retirar la vista de sus ojos de vidrio"
El rastro más llamativo y evidente de los hallados fue, sin duda, la
mirada vítrea del general. “Me miraba de una manera tan intensa que no
podía retirar la vista de él”, confiesa el fotógrafo científico Ioannis
Koutsourais mientras contemplaba la momia embalsamada. "Al cadáver le
fue practicada una extracción de sus globos oculares y su sustitución
por dos ojos artificiales tallados en un vidrio de alta calidad",
reconoce la forense María del Mar Robledo. No hay respuesta para
explicar este hecho, del cual no se conocen precedentes forenses
probados en la historia contemporánea española, si bien si hay algunos
relatos orales que lo reconocen.
Los aspectos relacionados con los móviles del magnicidio resultan muy
confusos todavía. Todos los testimonios históricos apuntan a una doble
inducción: la primera, la del duque de Montpensier, futuro suegro de
Alfonso XII por la ulterior boda de éste con María de las Mercedes, hija
del duque y tras cuyas nupcias la decena de presuntos asesinos que
tiroteó al presidente quedó en libertad. También las sospechas apuntan
hacia el general Serrano, del cual se conserva un sepulcro, hoy vacío,
en la iglesia de Los Jerónimos de Madrid. "Es curioso que la principal
arteria comercial madrileña lleve el nombre de un general presuntamente
cómplice del asesinato de su rival Juan Prim", admite el profesor
criminalista Pérez Abellán, que resalta la celeridad con la que el
llamado "general bonito" se hizo con las riendas gubernamentales desde
el momento en que Prim cayó herido.
Se sabe que los facinerosos que atentaron con armas de fuego,
trabucos y retacos, contra Prim cuando transitaba a bordo de una berlina
entre el palacio de Las Cortes y su residencia palaciega de Buenavista,
en la plaza de Cibeles, formaron hasta tres grupos armados y que fueron
desplegados en tres enclaves distintos -calles del Turco, Barquillo y
Cedaceros- según los trayectos presumibles del carruaje áulico donde el
presidente viajaba junto a dos edecanes. Al surcar la calle del Turco,
le fue cerrado el paso y a bocajarro, la berlina fue asaltada: los
asaltantes dispararon al presidente, que recibió un impacto en el
hombro, otro en el codo, sufrió la amputación de una falange de su dedo
anular y otras lesiones más, hasta ahora desconocidas, en la palma de la
mano derecha. Conforme a sus indagaciones, Prim sangró abundantemente y
quedó impedido de manejar sus manos por las heridas sufridas.
Cinco mil duros por matarlo
Según reiteran los investigadores, los facinerosos percibieron diez
pesetas diarias durante los prolegómenos del atentado, 25.000 más al
consumarlo y apoyos para salir al extranjero, como así hicieron muchos
de ellos. Resaltan que la complicidad policial con los criminales fue
casi completa, no solo por la inacción del ministro de la Gobernación,
Práxedes Mateo Sagasta sino además por la del comisario del distrito, de
apellido Valencia, que reportó normalidad durante la jornada del 27 de
diciembre de 1870 en que se perpetró el magnicidio; por sobre todo, los
investigadores remarcan que las heridas por arma de fuego que Prim
sufrió le causaron una grave e intensa hemorragia para cuya detención se
le aplicaron emplastos. "Desde que resultó herido, Prim quedó fuera de
juego", añaden.
Las heridas recibidas, contrariamente a la levedad pregonada por los
medios oficiales, fueron graves y, muy probablemente, el temor a que el
aguerrido general catalán -héroe indemne tras decenas de batallas- se
recuperara de ellas llevó a los inductores a decidir su asesinato
mediante estrangulamiento, según destaca Francisco Pérez Abellán.
Empero, resulta aún muy raro que su cadáver no fuera sometido a autopsia
alguna y que los cuatro médicos asignados a su entorno inmediato no
confirmaran la muerte por asfixia ahora descubierta. Asimismo, el
estrangulamiento hubo de consumarse en el palacio donde residía con su
esposa, la mejicana Paquita Agüero y en un entorno vigilado por la
guardia presidencial.
En cuanto a los móviles políticos criminales, poco desarrollados en
la investigación, los testimonios históricos revelan que Juan Prim,
promotor de la primera monarquía moderna refrendada parlamentariamente
en España en 1870 en la persona de Amadeo de Saboya, con 191 votos a su
favor, se granjeó la enemistad de Las Cortes de Berlín, París y Londres,
"que tenían candidatos propios para la Corona española" según subraya
el escritor y periodista Manuel Orío, que prepara un libro sobre el
magnicidio. Los investigadores de la Comisión Prim se inclinan más hacia
una conspiración interna y señalan algunos elementos masónicos -la
clase política decimonónica en su conjunto, desde el propio Prim a
Sagasta y buena parte del entorno de la destronada reina Isabel estaba
nutrida por masones-; pero en las 22 conclusiones de su investigación
no contemplan la importancia de la coyuntura política europea en 1870,
ya que en España se dirimía también un aspecto clave en la pugna por la
hegemonía continental, como la guerra franco-prusiana ponía entonces de
relieve.
EN EL PAÍS:
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