Las cuentas de los moriscos

Las cuentas de los moriscos

http://www.levante-emv.com/mercantil-valenciano/2013/05/13/cuentas-moriscos/997534.html

Los vínculos de vasallaje entre los moriscos que habitaron el Reino de Valencia hasta su expulsión en 1609 relevan una relación económica desequilibrada y discriminatoria que llevó a los antiguos mudéjares a idear mecanismos contables para aliviar su situación. Una investigación sobre los moriscos y los marqueses de Llombai, la familia Borja, revela esos pequeños fraudes.
 
 
Ilustración del embarque de moriscos en Valencia, a los que se les hizo pagar el pasaje.
 
Ilustración del embarque de moriscos en Valencia, a los que se les hizo pagar el pasaje. 
 
 

14.05.2013

Fue en 1494, en pleno papado del valenciano Alejandro VI. La familia Borja aprovechó las continuas disputas entre los herederos para comprar a la familia Centelles lo que entonces era la baronía de Llombai. El territorio, próspero en sus tierras agrícolas, ya figuraba en el Llibre del Repartiment de València cuando Jaume I conquistó el reino en 1238. Fue entregado en inicio al Caballero Gaulabia, pero en 1336 el señorío le fue concedido al señor de Moixent Gonzalo García por Pere el Cerimoniòs. A finales del siglo XIV la baronía pasó a manos de la familia Centelles. Ya con Carlos I en el trono, este decidió elevar la categoría de Francisco de Borja, que ya era duque de Gandia, al igual que sus antepasados, a la de marqués. Así surgió el Marquesado de Llombai, que ya llevaba años anexionado al ducado de Gandia de la familia Borja.

La investigación de dos profesores de la Universidad de Alicante, Elia Gozálbez y Antonio Constán, sobre la relación de vasallaje que los moriscos mantuvieron con Francisco de Borja y su padre Juan de Borja ha servido para poner al descubierto cómo la población morisca trataba, a través de pequeños fraudes, de aliviar su posición discriminada en materia económica con respecto a los denominado cristianos viejos.

Gozálbez pudo tener acceso a un documento ubicado en el Archivo Histórico Nacional, encuadrado en el archivo de los duques de Osuna, escrito en árabe y a la par en valenciano y castellano, que incluye datos contables sobre los jornales que los moriscos hacía para sus señores Borja. Los jornales eran trabajos que por su relación de vasallaje los antiguos mudéjares estaban obligados a realizar. En principio eran gratuitos, pero con el tiempo se convirtieron en remunerados. El documento de Osuna sirve para entender de qué tipo de trabajos se trata: Hacer labores de transporte, acarrear cal, envasar aceite, ir a por vino, recoger leña, etc.

El texto revela cómo se recogían por escrito estas labores. Es aquí donde aparecen esos pequeños fraudes. Los textos en árabe recogen cifras que, a veces, no tienen correlación exacta con los escritos en castellano y valenciano. Es decir, los contables moriscos aprovechaban la ignorancia del árabe de sus señores para falsear algunas cifras y obtener un rendimiento extra. «No se falsean cosechas, se falsea algún jornal. Al estar la documentación en árabe y en romance se puede camuflar mejor. Es un engaño, pero tampoco tanto, pequeños fraudes y ocultaciones», señala Elia Gozálbez, una de las autoras de la obra «Los vasallos moriscos del marquesado de Llombai en época de don Juan de Borja y san Francisco de Borja: entre 1533 y 1539». El libro ha sido editado recientemente por la Institució Alfons el Magnànim.

Hay que entender la situación que vivían los antiguos mudéjares. A partir de la Pragmática de 14 de febrero de 1502 de los Reyes Católicos, este colectivo, sometido por la Conquista, se vio obligado por orden real a convertirse al cristianismo. Nació así una nueva categoría social, cristianos nuevos, que la historiografía denomina moriscos. Sin embargo, la conversión no llegó acompañada de una equiparación en cuanto a las relaciones de vasallaje con los cristianos viejos. Los moriscos sufrían mayores cargas fiscales y económicas, un hecho que no era diferente en el caso del marquesado de Llombai. 

Los Borja mantuvieron la discriminación. «La baronía de Llombai se nos presenta en los siglos XIV, XV y XVI como un señorío en donde su población musulmana permite a los señores mantener unos ingresos de tradición islámica, a la vez que estos obligan a la comunidad vencida a coexistir con las nuevas imposiciones», escriben Gozálbez y Constán en su libro. A la doble fiscalidad o carga económica parece que los moriscos respondieron en algunos momentos con doble contabilidad, toda que vez que sus quejas no surgían efecto. «Estas demandas fueron desoídas por el Duque de Gandia, teniendo como respuesta, por parte de dichos moriscos, una persistente oposición a seguir tributando como cuando eran mudéjares, enfrentamientos que canalizó la comunidad discriminada a través de fraudes, simulaciones y negativas tales como a pagar luísmos». Los luísmos era un tributo que los moriscos pagaban cuando vendían derechos que tenían sobre tierras en enfiteusis (cesión perpétua de su señor). Estos impuestos no eran abonados por muchos cristianos viejos, que tampoco estaban obligados en muchos casos a realizar los jornales.

La expulsión de 1609

En cualquier caso, los señores valencianos, no solo los Borja, tenían una importante fuente de ingresos en la población morisca. Esta es una de las razones de su oposición inicial a la expulsión de este colectivo decretada por Felipe II en 1609. Las razones de la expulsión fueron múltiples: estratégicas, culturales, sociales, económicas, etc. Pero hay que tener en cuenta que la Corona de Aragón concentraba muchos más moriscos que el resto de España. En el Reino de Valencia suponían el 33 % del censo. Pese a la oposición de la aristocracia local, se decidió comenzar la expulsión por Valencia. Los preparativos comenzaron en secreto con la llegada de tercios de Italia. Es decir, se empleó la fuerza y se sofocaron rebeliones, pues muchos expulsados no fueron bien recibidos en destinos como el norte de África, generando miedo en los que aún no habían partido.

Para convencer a los nobles valencianos se les ofreció quedarse con parte de la propiedad territorial de los moriscos. Pero las consecuencias económicas de la salida de un colectivo de población tan grande fueron nefastas para el Reino de Valencia, que tardó en recuperarse. Muchos campos y tierras quedaron abandonadas. Algunas localidades del norte de Alicante fueron prácticamente despobladas. Durante bastantes años tuvieron que generarse incentivos a la inmigración de otras zonas de España, lo que se tradujo en una suerte de segunda repoblación en muchas zonas del Reino de Valencia.

El reino perdió una parte importante de su recaudación de impuestos y hubo desabastecimiento de productos que servían los artesanos moriscos. La nobleza, que también perdió parte de sus ingresos, quiso que los cristianos viejos explotasen las tierras abandonadas, pero imponía alquileres y condiciones abusivas. Para colmo, el decreto no logró uno de sus objetivos, que era alejar a quienes consideraba en ocasiones colaboradores de piratas berberiscos y del enemigo turco. Muchos expulsados terminaron por unirse a los piratas que durante un siglo asaltaron las costas españolas. Gozálbez señala que en este proceso de expulsión los Borja mantuvieron un comportamiento «benévolo» con sus moriscos. «Acompañaron a muchos cuando tuvieron que embarcarse. Al fin y al cabo eran sus moriscos», afirma.

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