100 años del nacimiento de Vivien Leigh
Ana Mellado, Londres 25 de agosto de 2013-08-25
Una colección de cartas, fotografías y diarios personales, vendida al Victoria & Albert Museum de Londres por sus nietos, redescubren a la protagonista de lo «Lo que el viento se llevó»
Ni
el viento ni el tiempo se han llevado los recuerdos de una mujer que a través
de su belleza armónica, sus rasgos delicados y su penetrante mirada de ojos
verdes embelesó a los espectadores del mundo entero. Desde 1939 ya nadie pudo
desligar su imagen del personaje de Escarlata O’Hara, el papel más
notable de la historia del cine, con una interpretación magistral, que difuminó
para siempre los límites de la mujer real y la ficticia. En el año en que se
cumple el centenario del nacimiento de la actriz británica Vivien Leigh,
sus nietos han vendido al Victoria & Albert Museum de
Londres una impresionante colección de documentos que se adentra en la
apasionante vida de una de las intérpretes más admiradas de la historia, que
brilló con un fulgor tan efímero como inusitado en el universo de Hollywood. El
legado de la actriz, galardonada con dos Oscar y un Tony, constituye una auténtica
joya de coleccionista, que redescubre su lado más íntimo mediante cartas,
recortes de libros, fotografías tomadas por ella misma, guiones de películas,
entradas de teatro y sus diarios personales.
La
sombra de Laurence Olivier, posiblemente el mejor actor de su
generación, inevitablemente planea sobre buena parte del material recopilado
del archivo. Un amor a primera vista en el Old Vic, el teatro londinense
en el que ambos actuaban en 1936, dinamitó sus matrimonios. Él, un actor
shakesperiano de prestigio, estaba casado con la actriz Jill Esmond.
Ella, con el abogado Herbert Leigh, cuyo apellido se quedó para siempre
en su nombre artístico.
Durante
sus 20 años de matrimonio se convirtieron en la pareja más admirada de
Hollywood y, aunque sus compromisos laborales les obligaron a separarse durante
meses, canalizaron su pasión a través de una continua y apasionada
correspondencia. En abril de 1939, mientras él se hallaba trabajando en Nueva
York y Vivien Leigh rueda «Lo que el viento se llevó» en Los Ángeles,
intercambian hasta 40 misivas. «Querido mío, mi amor está contigo cada segundo
y sé que esta noche será un gran triunfo para ti. Tu orgullosa y adorada
Vivien». Su tormentosa relación junto a Larry Boy (como se refería
cariñosamente a su esposo) alimentó el escándalo que ya rodeaba la de por sí
enrevesada vida de una actriz aquejada de un grave trastorno bipolar, que,
unido a los excesos del alcohol y tabaco, acabaron por minar su salud mental y
arruinar su matrimonio.
«Queremos
rescatar a Vivien Leigh de la sombra de Laurence Olivier. Ella era, sin duda,
una de las mujeres más bellas del siglo XX, y de alguna manera ésa era su mayor
hándicap. Creo que este archivo va a reescribir las biografías. Da sorprendentes
detalles sobre su carácter, su inteligencia, la amplitud de intereses y lo duro
que trabajaba para preparar sus papeles en el cine», comenta Keith Lodwick,
conservador del Victoria & Albert Museum. Además de las cartas a su amado, entre la
correspondencia hay más de 7.500 misivas, meticulosamente catalogadas por
la actriz, de amigos y colegas, dirigidas a ella y a Olivier.
Winston
Churchill escribió
varias epístolas a la pareja, que protagonizó su película favorita, «Lady
Hamilton» (1941), con Olivier como Horatio Nelson y Leigh como Emma
Hamilton. La película se había rodado durante la Segunda Guerra Mundial
para despertar el sentimiento probritánico entre el público estadounidense.
Después de una fiesta con ellos, en 1951, Churchill escribió: «Gracias por el
jarrón de cristal que acompañó a las hermosas flores. Disfruté mucho viéndola a
usted y a su marido la semana pasada y fue para mí una noche muy agradable». Su
candor y cortesía también se retratan en una carta de la Reina Madre, en la que
ésta ofrece su agradecimiento a la pareja por las flores recibidas de su parte.
Otra
misiva proviene del dramaturgo Tennessee Williams, en
septiembre de 1950, alabando a Leigh por su papel de Blanche DuBois, en
su obra «Un tranvía llamado deseo», que la hizo merecedora de su segundo
Oscar. «No es necesario repetir aquí la inmensa felicidad que siento por la
película y por tu contribución a ella. Eres la Blanche que siempre había soñado
y estoy agradecido por llevarlo tan bien a la vida en la pantalla», escribió.
Su vida, al descubierto
Los
entresijos de su intrincada vida personal también se desvelan en las líneas de
sus diarios íntimos, que comenzó a escribir a la temprana edad de 16 años, en
1929, una práctica con la que desahogó sus inquietudes hasta el final de sus
días, en 1967.
Se
unen a ellos un sinfín de telegramas, recortes de periódicos y fotografías
realizadas por Leigh durante sus viajes por Estados Unidos, Australia, Nueva
Zelanda y el Reino Unido, así como instantáneas de sus rodajes más conocidos, que se
expondrán al público a partir del mes de noviembre en el Victoria &
Albert Museum de Londres, además de digitalizarse los contenidos para hacerlos
accesibles a través de su página web.
«Esta
colección no sólo representa la vida de la legendaria actriz, sino que permite
conocer el mundo social y del espectáculo que la rodeaba a través de las
anotaciones personales de Vivien Leigh», reflexiona el director del museo, Martin
Roth.
La
noche del 7 de julio de 1967, Vivian Leigh fallecía sola en su apartamento
londinense en el 54 de Eaton Square. Todos los teatros del país apagaron las
luces en señal de duelo. Ahora su legado vuelve a iluminar la estela de una
actriz a la que el siglo XX recordaría como la indómita y caprichosa Escarlata
O’Hara.
Laurence Olivier, el galán irreverente
A. M. Londres
El
aclamado actor británico descargó su odio contra sus compañeros de reparto y el
amor de su vida, Vivien Leigh.
Durante
más de medio siglo, el inigualable Laurence Olivier, asumió todos los honores
de la célebre escena británica tras la II Guerra Mundial. La interpretación le
ennobleció y su elegancia escénica le situó como uno de los galanes de la época
más venerados. Sólo en la intimidad afloraba su rivalidad venenosa y
destructiva hacia sus compañeros de reparto y directores, a los que profiere un
desprecio absoluto. Nadie parecía salvarse de la retórica agresiva de Olivier.
Desde la actriz, Merle Oberon,
con la que protagonizó «Cumbres
Borrascosas», a la que tacha de «pequeña y tonta aficionada»,
a Joan Fontaine,
junto a la que protagonizó el éxito de Hitchcock «Rebeca», a la que califica como
«desagradable», o Burt Lancaster y Kirk Douglas, sus
compañeros en «El discípulo del
diablo», contra los que espeta: «Qué podían enseñarme esos
dos sobre actuación».
Un
cuarto de siglo después de su muerte, su viuda, la actriz Joan Plowright, ha consentido que las
recalcitrantes 50 horas de grabación donde Olivier destripa a lo más selecto de
la época dorada del cine sean utilizadas por el biógrafo e historiador Philip
Ziegler, que publicará un libro el próximo septiembre, bajo el título «Olivier». Su carácter
mordaz y su incisivo estilo al calificar a sus compañeros de escenario trasvasa
las palabras y se materializa en hechos, siendo la mayor damnificada su
auténtico amor, la actriz Vivien Leigh, con la que estuvo casado 20 años. La
enfermedad mental y las continuas amenazas de suicidio por parte de ella agrian
al ya de por sí exasperado Olivier, que acaba por manifestar su lado más
violento frente a la débil y perdida Vivien. Según declara, Sarah Miles, la amante de Olivier, en un
artículo en el «Daily Mail», en una ocasión, Laurence estalló y empujó a su
mujer contra una chimenea creyendo haberla matado. Al reaccionar y comprobar
que estaba viva, le abroncó: «La próxima vez te mataré».
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