11 de septiembre de
1714
El día que Barcelona se rindió al Rey Felipe V de Borbón
La capital catalana, que había proclamado como Rey de España a Carlos III, resistió un asedio de 13 meses pero, abandonada por la alianza austracista, al final sucumbió
Cada 11 de septiembre
muchos catalanes celebran su fiesta o «Diada». ¿Por qué el 11 de septiembre
y no cualquier otra fecha del calendario? Porque el 11 de septiembre de
1714 la ciudad de Barcelona se rendía a las tropas del rey Felipe V, de la
dinastía De Borbón. ¿Luchaban los catalanes por su independencia? No, luchaban
por colocar en el trono español al archiduque Carlos de Austria, una pretensión
que la derrota les arrebató.
El 11 de septiembre
de 1714 se enmarca en los estertores de la Guerra de Sucesión (1700-1714). Esta guerra dividió en dos bandos no
sólo a los españoles, sino también, y primero, a los europeos. Cuando los
aliados austracistas (Inglaterra, Holanda, Portugal, Austria) se dieron de baja
en la contienda, ésta quedó sentenciada. Entonces Barcelona aún aguantó 13
meses de bloqueo antes de ser entregada. Rafael Casanova, conseller en cap,
cayó herido, que no muerto, en esta batalla final.
El testamento de Carlos II
Para rememorar este
lance histórico es necesario viajar más de tres siglos atrás. En 1700 el rey de
España Carlos II, apodado El Hechizado, moría sin descendencia. En su
testamento instituyó como heredero del trono a Felipe, duque de Anjou, nieto
del rey francés Luis XIV y también de la infanta española María Teresa de
Austria. Rompía así, por voluntad propia y a pesar de las muchas presiones, con
dos siglos (XVI y XVII) de reinados de la Casa de Austria en España e
instauraba los reinados de la Casa de Borbón, que llegan hasta nuestros días.
Pero esta ruptura iba a resultar traumática. Así lo explica el insigne
historiador Ricardo de la Cierva en su monumental Historia total de
España:
«El testamento de Carlos
II, abierto a raíz de su muerte entre una enorme expectación de España y de
toda Europa, fue de momento respetado en Europa pero pronto desencadenó la
repulsa del Imperio austriaco –a la que se unió la Corona británica, por
razones de conveniencia y equilibrio- y con ella la guerra de Sucesión
española, que fue una guerra europea en el interior de España y una guerra
civil española porque mientras la antigua Corona de Castilla aceptaba a
Felipe V los territorios de la antigua Corona de Aragón reconocieron por Rey de
España al archiduque Carlos, denominado aquí Carlos III».
Siguiendo la citada
obra, el rey francés Luis XIV sabía que aceptar el testamento de Carlos II
significaba la guerra europea contra Francia y España. Pero lo aceptó y
presentó a su nieto Felipe como nuevo Rey de España ante la Corte reunida en el
salón de los Espejos del palacio de Versalles. Le dio los siguientes consejos: debía
ser un buen español pero no olvidar su origen francés; respetar las
instituciones españolas, viajar continuamente por el país, sentir y
demostrar un gran respeto por la Iglesia, cuyo poder e influencia en España
eran decisivos, y acometer una profunda política de reformas para modernizar
España.
Felipe V El Animoso llega a España
Con sus 17 años (había
nacido en Versalles el 19 de diciembre de 1683), Felipe V entró en España
con una resolución y confianza que le valieron el apelativo de El Animoso.
Escribe De la Cierva: «Todos los reinos de Europa le reconocieron con mayor o
menor sinceridad y los pueblos y ciudades de Guipúzcoa y Castilla le acogieron
con entusiasmo desbordante». Después de aguardar unos días en Irún a que la
reina viuda Mariana de Neoburgo se retirase a Toledo, llegó a Madrid el 18
de febrero de 1701. El 8 de mayo siguiente juró solemnemente como Rey de
España ante las Cortes de Castilla reunidas en el convento de San Jerónimo el
Real.
Casi al tiempo, la
parisina Ana María de la Trémoille, princesa de Orsini o de los Ursinos,
concertaba en Turín el matrimonio de Felipe V con la princesa María Luisa
Gabriela de Saboya, que por entonces tenía 13 años. Antes de conocer a su
mujer, «Felipe V salió para Barcelona y en el camino juró los Fueros
aragoneses en la basílica del Pilar de Zaragoza en medio del entusiasmo
popular. En Lérida juró por primera vez los Fueros de Cataluña y luego
renovó sus promesas ante las Cortes reunidas en Barcelona el 12 de octubre. Se
presentó ante los catalanes, que recelaban de sus propósitos, como celoso
defensor de sus libertades –dice el gran historiador catalán Jaime
Vicens Vives- y promotor de su progreso. Aprobó en Barcelona concesiones
muy importantes como un puerto franco para la ciudad y el establecimiento del
comercio catalán con las Indias…» El 3 de noviembre de 1701 se encuentra por
fin con su esposa en Figueras, y los reyes instalan ese invierno su Corte en
Barcelona.
La alianza austracista entra en liza
La guerra se empezó a
gestar en Europa, no en España. «El emperador Leopoldo de Austria intrigaba
en las cancillerías protestantes y marítimas de Inglaterra y Holanda
contra la alianza dinástica francoespañola, que podría dominar con facilidad
todo el continente americano (…) Entonces Guillermo de Orange, rey de
Inglaterra y archienemigo holandés de España, concertó en La Haya el 7 de
septiembre de 1701 la gran alianza europea contra Luis XIV; la firmaron
Inglaterra, Holanda, Dinamarca, el elector de Brandeburgo a quien el emperador
Leopoldo reconoció como rey de Prusia y por supuesto el propio emperador de
Austria, cuya dinastía se consideraba la gran perjudicada por la sucesión
borbónica española».
Las hostilidades
estallan en Flandes e Italia en la primavera de 1702. Felipe V El Animoso
llega por mar a Nápoles y consigue grandes victorias en la región del Po.
Pero pronto la amenaza naval de las escuadras inglesa y holandesa se cierne
sobre las costas españolas. Gracias al empuje y a las órdenes de la adolescente
Reina María Gabriela, Cádiz resiste un asedio. Como dice Ricardo de la Cierva:
«Pronto creyó toda Europa que Felipe V perdería su trono inevitablemente; pero
los agoreros no contaban con una especie de milagro, la adhesión
inquebrantable y absoluta de la antigua Corona de Castilla a unos Reyes que
apenas habían tenido tiempo de arraigar en España. La victoria final de
Felipe V y María Gabriela se ganó en los campos de batalla de España, pero
dependió sobre todo de la adhesión popular, un factor moral».
Sin embargo, el camino a
la victoria sería largo y tortuoso. Entre 1704 y 1706 los borbónicos cosecharon
importantes derrotas. Entre ellas, una muy dolorosa cuyas secuelas llegan hasta
nuestros días: la pérdida de la ciudad de Gibraltar. El 4 de agosto de 1704,
la escuadra anglo-holandesa del almirante Rooke consigue, gracias a una
apabullante superioridad de fuerzas, la rendición de la plaza, defendida por don
Diego de Salinas con 80 soldados y 470 milicianos. Los gibraltareños
abandonan su ciudad solemnemente para instalarse en San Roque. El príncipe
Darmstadt toma posesión de la Roca en nombre del Rey Carlos III de España.
Inglaterra reconoce que ha conquistado Gibraltar para España el 17 de
noviembre. Pero Rooke, que no consigue conquistar Ceuta, iza en el Peñón
la bandera inglesa. Y desde entonces.
La causa de Carlos
III arraigó en España en los territorios de Aragón, Valencia y Cataluña. El motivo político fundamental es que
recelaban de la Administración centralista borbónica, y temían por la pérdida
de sus propios fueros e instituciones, como finalmente sucedió. «El 8 de agosto
la escuadra aliada fondea junto a Denia (…) la rebelión prende con fuerza en el
reino de Valencia, sobre todo desde el éxito decisivo de la escuadra en
Barcelona, frente a la que apareció el 22 de agosto». En Barcelona también se
produce una división entre borbónicos y austracistas, pero pronto el apoyo a
Carlos III se convierte en hegemónico: «Antes de acabar el año 1705 toda
Cataluña le reconocía por Rey menos la ciudad de Rosas; y todo el reino de Valencia
menos la ciudad de Alicante enarbolaba también su pendón».
La remontada borbónica
No cabe aquí un
recorrido exhaustivo por la Guerra de Sucesión, pero es importante destacar dos
batallas decisivas, que terminaron de inclinar la balanza del lado de los
borbónicos. El 25 de abril de 1707 los dos ejércitos chocaron en Almansa
(Albacete), donde las tropas del duque de Berwick infligieron a las
de Lord Galloway y el marqués das Minas una severísima derrota. A raíz de este
destrozo en el ejército rival Berwick reconquistó Valencia el 8 de mayo y
Játiva el 20 de junio, mientras que el duque de Orleans recuperó Zaragoza el 26
de mayo y Lérida el 14 de octubre. La segunda batalla decisiva es la de Villaviciosa
y Brihuega, donde el duque de Vendôme obtiene una victoria total
frente a los hombres de lord Stanhope. El duque de Vendôme, por cierto, dijo en
cierta ocasión sobre Felipe V: «Jamás vi tal lealtad del pueblo con su rey».
Fuera de los campos de
batalla, otro hecho determinante vino a dejar la Guerra de Sucesión vista para
sentencia. Se trata de la muerte del emperador José de Austria, hermano
mayor del archiduque Carlos, lo que significa la sucesión de este al trono como
Carlos VI. Ante este panorama, Inglaterra y Holanda deciden poner fin
cuanto antes a la guerra para que no haya un Carlos III de España y VI de
Alemania. Para Inglaterra, el equilibrio europeo ya no es lo que era. Los
ingleses inician conversaciones en Utrecht el 29 de enero de 1712, de momento
sin contar con España. Felipe V renuncia solemnemente al trono de Francia el 9
de noviembre de 1712. El 10 de julio de 1713 España firma el Tratado por el
que entrega a Inglaterra Menorca y Gibraltar.
Cataluña se sabe y se
siente sola y abandonada. Felipe V miraba ya hacia Barcelona con inevitables
ganas de revancha política, sin perjuicio de cierta magnanimidad. En el Tratado
de Utrecht el Rey de España concedía a los rebeldes catalanes «la amnistía y
todos los privilegios que poseen y gozan y en adelante puedan poseer y gozar
los habitantes de las dos Castillas, que de todos los pueblos de España son los
más amados del Rey católico». En cambio, la emperatriz Isabel Cristina,
esposa del ya Carlos VI del Sacro Imperio Romano Germánico, engañaba a los
representantes y gobernantes catalanes con promesas cada vez más vanas.
Cataluña decide resistir
El gobierno de Cataluña
estaba formado entonces por tres instituciones: los Consejeros de Ciento,
que administraban la ciudad de Barcelona, la Diputación del General o
Generalidad y la Junta de Brazos. Estas tres instituciones se reúnen en
junio de 1713 y deciden resistir hasta el final. Juega un papel principal la
Junta de Brazos, donde destacan tres claros líderes: el gobernador Pedro de
Torrellas, el conseller en cap Rafael Casanova y el general
en jefe de la defensa, Antonio de Villarroel y Peláez. Ante la negativa
de Barcelona a entregarse, el duque de Pópoli inicia un bloqueo de la ciudad.
El 14 de febrero de
1714 fallece la Reina María Luisa Gabriela, cuya actuación había sido importantísima para lograr la
victoria de la causa borbónica. El Rey de España entra en depresión. Los dos
hijos vivos que quedaban del valeroso matrimonio llegarían a ser reyes de
España como Luis I y Fernando VI. Es posible que sin su esposa María
Luisa Gabriela Felipe de Borbón no hubiera llegado a convertirse en el Rey que
más tiempo ha reinado en España: 45 años (1700-1746, con una interrupción de
nueve meses en 1724).
Cuando Felipe V vuelve a
ocuparse de Cataluña, sus gobernantes no solo exigen el mantenimiento de sus
fueros e instituciones, sino además tres millones de libras para compensar
los daños de la guerra. Como contestación, Felipe V releva al duque de
Pópoli por el duque de Berwick, el vencedor en Almansa. Este se pone al
frente del asedio el 6 de julio, con un importante contingente francés y sin la
más mínima oposición de Inglaterra. Cuenta con 40.000 hombres y 140
cañones para el tercer y definitivo asedio. «El mes de agosto es un asalto
continuo» y el último amago de Inglaterra de interceder por los catalanes se
queda en eso, en un amago.
La batalla final
Y así llega el 11 de
septiembre de 1714. A
las cuatro y media de la madrugada se inicia el asalto borbónico, que emplean
en la ofensiva a más de 20.000 hombres. «La resistencia se encona, algún
bastión, como el convento de san Pedro, cambia de mano once veces. A las dos
horas de lucha, y a ruegos del general Villarroel, Rafael Casanova tremola la
bandera de Santa Eulalia que enardece a los defensores en el punto más
comprometido». Tanto Casanova como Villarroel caen heridos. La dura batalla se
prolonga durante todo el día, hasta que, «ya cerrada la noche, algunos consellers
enarbolan bandera blanca».
El historiador catalán Ferrán
Soldevila, en Síntesis de la historia de Cataluña, afirma: «La defensa
fue tan heroica que suscitó el estupor y la admiración de toda Europa,
ganándose el respeto de sus adversarios en sus figuras más dignas. El Consejo
Municipal, que encabezaba Rafael de Casanova, fue el alma de la
resistencia…» Casanova, añade De La Cierva, «consiguió ocultarse y pocos
años después, incitado por sus familiares, se acogió al perdón real y
residió hasta su muerte sin que nadie le molestara en San Baudilio de
Llobregat».
No menos reseñable es el
comportamiento del vencedor, el duque de Berwick. Escribe De la Cierva: «El
duque de Berwick, asombrado por el valor de los defensores, con quienes no
se ensañó en momento alguno, otorga bajo palabra, pero sin firma, la
capitulación; en la que ofrece la vida y la seguridad personal a quienes depongan
las armas y la pena de muerte a quienes, de uno u otro bando, se desmanden
después del armisticio. Tan admirable o más que la heroica defensa es el
comportamiento de la ciudad al empezar la mañana: las tropas borbónicas
entraban con orden, sin tropelías ni abusos, pero con sorpresa desmedida al
contemplar cómo los barceloneses emprendían, en los comercios, los
talleres y ante las casas, su quehacer diario como si no hubiese pasado
nada».
Al gran periodista Jaime
Campmany le gustaba recordar estos versos de Manuel Machado: «Que lo que
sucedió no haya pasado, cosa que al mismo Dios es imposible». Esta idea,
traducida al lenguaje vulgar, se expresaría, hoy, más o menos así: «Lo que
pasó pasó, entre tú y yo». Dentro de un año se cumplirán tres siglos de la
batalla del 11 de septiembre de 1714: el día que Barcelona se rindió al Rey
Felipe V de Borbón.
Principales fuentes consultadas
Historia total de España. De Ricardo de la Cierva. Ed. Fénix. 1997.
Síntesis de la historia de Cataluña. De Ferrán Soldevila. Ed. Destinolibro. 1978.
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