Un libro reivindica el supuesto origen leonés de Cervantes y «El Quijote»
EP, ABC_CULTURA /
MADRID, 07/10/2013
Un investigador defiende las huellas judías del escritor y el conocimiento que tiene del paisaje y las costumbres de la zona del noroeste peninsular, diseminadas en toda la obra
Un nuevo libro sobre Miguel
de Cervantes y su obra cumbre 'El Quijote' sostiene que el célebre escritor fue
un judío converso de origen leonés, en cuyos paisajes están inspiradas las
andanzas del hidalgo. Santiago Trancón, escritor y autor de este trabajo
de investigación, argumenta incluso "que las referencias a la Mancha no
son más que nominales, puro juego y recurso literario, pero en modo alguno
referencias geográficas concretas". En su obra, que lleva por título 'Huellas
Judías y Leonesas en El Quijote', Trancón utiliza dos tipos de argumentos
para defender su tesis: las huellas familiares judías de Miguel de Cervantes y
el conocimiento que tiene del paisaje, el entorno y las costumbres de la zona
del Noroeste peninsular y que se encuentran diseminadas a lo largo de todo El
Quijote.
En cuanto a las huellas
judías, asegura que los apellidos Cervantes, Saavedra y Quijana, son de origen
judío medieval y gallego-leonés, mezclados con la mediana y baja nobleza.
Además, los Quijana eran reconocidos judíos de Esquivias, en tanto que
Cervantes se casó con una mujer emparentada con los Quijana y tuvo una hija con
otra conversa, Ana de Rojas.
Trancón argumenta también
que Cervantes no pudo ascender en el Ejército (a pesar de su impecable hoja de
servicios), ni tampoco ir a las Indias (lo solicitó en dos ocasiones), ni
conseguir ningún cargo público (sólo logró ser recaudador de impuestos,
profesión de judíos). Por ello, la única explicación posible es que su
condición de judeoconverso se lo impidió, algo que él trató de ocultar a lo
largo de su vida.
Otro argumento a favor de
su origen judío es que Cervantes parodia y se burla de la Inquisición, el culto
a los santos, los milagros, los sacramentos y dogmas más conocidos de la
Iglesia Católica, su jerarquía (del Papa a los encamisados), la veneración de
imágenes y reliquias, etc. "Hasta parodia sutilmente el episodio de la
coronación de Cristo (Sancho sufre una vejación parecida para resucitar a
Altisidora: alfilerazos, bofetadas, la colocación de un manto rojo... Don
Quijote le llama entonces "resucitador de muertos)", explica Trancón.
En defensa de su tesis,
Trancón también cita diversas referencias que ha encontrado como
"alusiones al tzitzit de don Quijote, la brit milá, la Baraita, la
expulsión de los judíos, la nostalgia de Sefarad, el elogio de la paz, la
utopía de una "edad dorada" (una sociedad libre, tolerante y justa),
los "duelos y quebrantos" de los sábados, su "nariz aguileña y
algo corva".
La palabra «manchego»
También se apoya en la
disemia del término "mancha", el uso de "manchego" como sinónimo
de "manchado" o "converso" (así aparece inequívocamente en
La pícara Justina, publicada el mismo año que el Quijote ), don Quijote es
llamado "furibundo león manchado", "manchada" es la cabra
rebelde, el "auto de fe" y la quema de libros-herejes, la crítica de
los linajes y la pureza de sangre, las delaciones y los métodos inquisitoriales
o los puercos considerados "animales inmundos".
Pero además, Santiago
Trancón ha ido rastreando a lo largo de 'El Quijote', parajes naturales,
costumbres, flora y fauna, que en su opinión se corresponden más con comarcas
del viejo Reino de León y no con las que Cervantes nombra en su obra. Así, por
ejemplo Trancón cita referencias a las aceñas del Duero en Zamora (transpuestas
a Zaragoza y el Ebro); las Lagunas de la Lampreana o Villafáfila (transmutadas
en las Lagunas de Ruidera); la Sierra Negra y de la Cabrera (trasladadas a
Sierra Morena); el cerro amurallado de Benavente (bautizado como ínsula
Barataria); los conde-duques de Benavente (los duques sin nombre); las riberas
del Esla (escenario de las Bodas de Camacho); los Campos Góticos o Tierra de
Campos (encubiertos bajo los campos de Montiel); Dulcinea era "una villana
de Sayago"...
Igual ocurre en su opinión
con la vegetación, más propia de la zona Noroeste peninsular, que de la Mancha:
robles, castaños, acebos, nogales, olmos, cipreses, hayas, tejos, laureles; la
fauna (osos, lobos, jabalíes, truchas, lampreas, mastines, bueyes, jacas
galicianas, machos...); la orografía (bosques, peñas, montañas, oteros, valles,
cascadas, fuentes, arroyos, verdes prados...); los instrumentos musicales
(flautas, tamborinos, panderos, sonajas, churumbelas, zampoñas, rabeles,
cuernos, dulzainas, gaitas zamoranas...).
Oficios leoneses y zamoranos
También ve una
especificidad leonesa y zamorana en los oficios: "cabreros, trashumantes,
segadores, molineros, perailes, arrieros, pañeros, peregrinos, el cultivo y
fabricación del lino"... Igualmente cita los "carros chillones
llevados por bueyes, la cecina, la calderada de pastores, los zuecos, las
majadas, los apriscos, los batanes, el juego de birlar a los bolos, la lucha
leonesa, tirar la barra, la danza de las espadas, la de cascabel".
En este sentido explica que
además del relato del capitán cautivo, "natural de las montañas de
León", abundan los leonesismos. Todo ello completa en su opinión "un
cuadro que no encaja en la Mancha, a la que Cervantes no conocía por no haber
vivido nunca en ella". Las referencias (a veces encubiertas, pero
evidentes) que hace de las montañas y la meseta de León (Sanabria, La Cabrera,
La Maragatería, Sayago, la Tierra de Campos...) nos indica que necesariamente
tuvo que conocer esta zona, seguramente porque en ella vivió de niño y de
joven, antes de iniciar su aventura italiana".
«Iglesia dogmática»
Santiago Trancón, que se
sorprende de que huellas tan evidentes no hayan sido tenidas en cuenta, critica
que "el cervantismo oficial, a partir del siglo XVIII en que se inventa el
origen alcalaíno de Cervantes, se ha constituido en una especie de Iglesia, con
sus intereses, dogmas y jerarquías, estableciendo verdades canónicas que han
cohibido a los investigadores hasta hacerles ciegos a evidencias contundentes
que aparecen, no ya en carcomidos documentos, sino a lo largo y ancho del texto
cervantino".
"Una iconografía
simplista (molinos de viento, la desolada llanura manchega, dos figuras
extravagantes cabalgando por caminos polvorientos...) ha determinado tanto la
lectura e interpretación del Quijote que durante siglos ha sido imposible ver
lo que salta a la vista: que las referencias a la Mancha no son más que
nominales, puro juego y recurso literario, pero en modo alguno referencias
geográficas concretas. Que sí aparece, en cambio, un paisaje físico y simbólico
muy distinto: valles, bosques, prados de verde hierba, arroyos, ríos, riscos,
montañas... Todo ello mucho más coherente con el entorno geográfico y social de
las montañas y la meseta leonesa", asegura.
Santiago Trancón, nacido en
Valderas (León), es doctor en Filología Hispánica, premio extraordinario de tesis
doctorales por la UNED en el 2006. Tiene editados entre otros libros: "De
la naturaleza del olvido" (poesía, Colección Provincia, León 1989);
"En un viejo país" (novela, Huerga y Fierro, 1997); "Teoría del
Teatro" (ensayo, Fundamentos, 2006; "Desvelos de la luz"
(poesía, primer finalista del II Premio Viaje del Parnaso, Huerga y Fierro,
2008) "Memorias de un judío sefardí" (Infova Ediciones, 2011).
Además, ha publicado
cientos de artículos de análisis y crítica teatral y literaria en El Viejo
Topo, Ajoblanco, Diwan, Primer Acto, Cuadernos Hispanoamericanos, Signa, Epos,
etc. Ha sido crítico teatral de Diario 16 y El Mundo. También ha sido profesor
de dramaturgia en la RESAD. Asimismo, asumió el cargo de Director General de
Promoción Cultural de Castilla y León (1985-1988), impulsando, entre otros
proyectos, el Festival Titirimundi de Segovia.
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