CINE / ENTREVISTA.- “El Médico”, ciencia, fanatismo y tiranía en la Edad Media


CINE / ENTREVISTA
“El Médico”, ciencia, fanatismo y tiranía en la Edad Media
23 diciembre 2013


Avicena -Ben Kingsley- imparte su sabiduría.
La adaptación del bestseller de Noah Gordon resulta un espectáculo convincente sobre los comienzos de la medicina en la Edad Media y la división entre musulmanes, judíos y cristianos. Entrevistamos al director Philip Stöltz y a Noah Gordon
Hace más de 25 años Noah Gordon, sacudía el mundo editorial con una novela histórica, El Médico, sobre las peripecias de un joven inglés aprendiz de curandero en la Edad Media del siglo XI, que cruza medio mundo para aprender con el maestro Ibn Sina -Avicena- los comienzos de una ciencia en ciernes, en la ciudad persa de Isfahan donde conviven judíos y musulmanes bajo el poder de un Sha tirano. La adaptación cinematográfica se ha hecho esperar, tal y como explicaron a La Aventura de la Historia el propio Noah Gordon y el director de El Médico, Philip Stoltz hace unos días en Madrid, porque el autor quería estar seguro de que su historia no se quedara reducida a mero entretenimiento.
El médico (2013) despliega, de hecho, un gran espectáculo de aventuras, superación, amistad, romance y suspense, ingredientes básicos del Blockbustercinematográfico, mientras plantea en otro nivel los verdaderos temas de la película: Ciencia o religión, devoción o fanatismo, tiranía o libertad, con cierta voluntad intemporal: ”El reflejo de realidades que siguen siendo actuales”, en palabras del director Philip Stölzl, que agradece que indaguemos en los motivos para abordar una película histórica. El director alemán se deshace en explicaciones sobre este aspecto con viveza.
Claramente, la posibilidad de abordar el presente con la perspectiva de un pasado evocador es lo que más le ha motivado a la hora de dirigir El Médico: “Una película histórica no tiene sentido si no traslada ningún mensaje válido de la actualidad, que era precisamente lo que me interesaba a la hora de rodar, porque sigue siendo una historia muy actual, y que refleja conflictos que aún existen hoy“.
El equilibrio de ambos registros, aventuras, pasado, viajes, lugares remotos y también conocimiento, dilemas, conflictos morales, sociales y religiosos son quizás una de las claves del bestseller literario, aunque Noah Gordon, que conoce las connotaciones peyorativasque puede significar el término en España, recela de su uso aquí:
Stellan Skarsgard y Tom Payne
“Me di cuenta desde la primera vez que vine a España y sigue siendo una de las cuestiones que más me desagradan porque un bestseller es simplemente un libro que ha vendido mucho -la traducción literal del inglés- mientras que de la acepción de aquí se infiere que básicamente es un escritor que se sienta a trabajar con la idea de escribir algo rápido y terrible con lo que vas aganar mucho dinero. Si fuera así de fácil muchísima gente estaría escribiendo bestsellers”.
Noah es un anciano de 87 años sonriente y jovial que padece con buena cara el maratón promocional. Se nota que hay aspectos de la adaptación cinematográfica que no le gustan, pero elude hablar de ellos. Algunos pueden resultar obvios, porque como reconoce, vender los derechos es “vender el control de tus obras” a otra personas y aunque sea enriquecedor, no deja de ser” incómodo para cualquier escritor”.
El guión ha dejado algunas lagunas inevitables respecto al libro, que el propio director,Philp Stölzl, admite: ”En la novela de Noah la paleta de temas es más amplia, son más ricos todos los detalles, y están  desarrollados con más precisión. Para la adaptación al guión tuvimos que condensar y elegir las cuestiones que más nos gustaban desde un punto de vista cinematográfico”.
Entre ellas, un aspecto que chirría sobre la cuidada reconstrucción de época, que quizás sea una de las cuestiones que elude mencionar el escritor estadounidense:  la incongruencia de que todos los personajes se entiendan perfectamente entre ellos –en inglés– sin mayor problema, a pesar de que el protagonista sea un joven inglés cristiano que se hace pasar por judío en una ciudad persa.
“Fue una decisión que tuvimos que tomar” explica Stolzl, ”por un breve instante llegué a plantearme el usar todos estos idiomas, pero por una parte no quería estropear el lenguaje puramente cinematográfico, con continuos subtítulos que entorpecieran el trabajo que cumple cada plano. Si introduje a cambio en todas las escenas bulliciosas, como las del mercado, la madrasa, el gentío etc, las diferentes lenguas que convivían en Isfahán para mantener una suerte de inmersión en una ciudad de ese tipo.”
La película funciona como relato de aventuras y ficción histórica sobre una puesta en escena creíble y con un tono, al mismo tiempo, riguroso y desenfado, pero también abordando temas de más fondo, razones suficientes para no reprochar nada a una obra bien rodada y ambientada, con ritmo, intriga, emoción y su dosis, bien medida, de romance, aunque la confrontación fundamental del filme entre religión, ciencia y fanatismoquede en ocasiones confusa, porque en última instancia no está claro si es el integrismo religioso o la propia religión la que se contrapone a la ciencia y el afán de conocimiento.
Stoltz explica que ambas, fanatismo y religión en sí misma, se ven contrapuestas en la aventura científica de El Médico: “Por una parte está el conflicto de Rob, el joven aprendiz de médico que quiere traspasar los límites impuestos por la religión en su búsqueda personal de conocimiento científico, para curar mejor y ayudar a la gente, por encima de las consideraciones morales de la religión, y en otro nivel se manifiesta en cada una de las religiones que forman parte integral de la historia -cristianos, judíos y musulmanes- en las que hay diversas formas de abordar sus creencias”.
Para el director alemán existe una vertiente ”más cerril y estricta” y otra “más abierta y espiritual” y cita desde  los violentos monjes en Inglaterra que ejecutan a los que traspasan la línea que consideran brujería, a los mulás islámicos, que tienen su revolución en marcha por lo que ellos consideran un insulto a Alá, o los judíos que pueden mostrarse como una comunidad cerrada o integradora. “Todas ellas muestran su lado más oscuro y también la visión más  puramente espiritual y tolerante, son las  diferentes caras de una misma moneda, las creencias y las personas que las interpretan” concluye el director alemán.
Emma Rigby -Rebeca- cuida a una enferma.
Noah Gordon incide también en este último concepto: ”No creo que sea tanto el fanatismo religioso como lalucha por el control de cómo se aplica la religión por parte de las organizaciones que las dirigen, más que la religión en sí”. Y sin embargo, los seguidores de Alá, Yahvé, o Jesucristo no amparan precisamente al joven con ansias de aprendizaje, ni al sabio maestro –el idóneo Ben Kingsley–. En última instancia lo hará un Sah tirano, cuyo capricho redunda en cierto beneficio de los personajes, mientras se avecina una tormenta desatada por el fanatismo religioso.
Es difícil no acordarse de Ágora de Alejandro Amenábar, aunque no quede tan claro en este caso si es el fanatismo religioso o la misma existencia de la religión lo que denuncia El médico, volviendo a la confrontación con la sabiduría, aunque sea el afán humano de conocimiento del mundo lo más emocionante de la cinta.
“Nos brinda la posibilidad de escrutar nuestra propia realidad desde otro ángulo” explica Stolzl, ”ahora es increíble pensar cómo la gente en la Edad Media podía censurar la práctica de una autopsia para conocer el funcionamiento del cuerpo humano y poder curar con más información, pero es interesante valorar lo que podrían pensar dentro de cien años sobre nosotros y las objeciones morales que tenemos sobre la investigación con células madre y otros campos de la genética. A lo mejor consideran, asimismo, un atraso que pudiéramos plantear objeciones”.
Tanto Phillip Stölzl como Noah Gordon amagan una y otra vez sobre esta cuestión fundamental de la historia aunque en esencia acaben convergiendo sobre la disyuntiva, no tanto sobre el fanatismo religioso, sino en la interpretación de la religión y de la espiritualidad. El novelista traslada la cuestión a las luchas de poder en las organizaciones que la dirigen y el director hacia las sociedades que las secundan.
Julio MARTÍN ALARCÓN

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