El Prado se acerca al mundo intelectual de El Greco
a través de su biblioteca
Los libros que dejó al morir el pintor son el eje de una de las grandes exposiciones del centenario. A la muerte del pintor, su hijo Jorge Manuel inventarió hasta 130 libros.
Mila Trenas (Efe),
Madrid 2 de abril de 2014
La exposición La biblioteca del Greco, que el Prado acoge hasta el 29 de junio, devuelve la palabra al pintor para que sea el propio artista el que hable de él a través de los libros que formaban parte de su biblioteca y de las anotaciones y comentarios que escribió con su propia mano. Si las pinturas producto de "sus gloriosas" manos están en Toledo, "su cerebro se encuentra en el Prado", afirmó el director del museo, Miguel Zugaza, para quien la biblioteca del artista "permite llegar de manera más cierta a su imagen" y proponer una nueva reflexión sobre su figura.
"Ojo y lectura se dan la mano en este proyecto", en el que ha sido fundamental la colaboración de la Biblioteca Nacional, que ha prestado varias de las obras, entre las que se encuentran dos de los tres originales anotados por El Greco. Destaca entre las piezas cedidas Los diez libros de arquitectura de Vitruvio, con anotaciones de la mano del artista y que se ha convertido "en una de las piezas más emblemáticas de la Biblioteca Nacional, que no se presta salvo en ocasiones especiales como esta", comentó durante la presentación la directora de esta institución, Ana Santos.
"Las bibliotecas privadas son reflejo de la vida de una persona", señaló la directora, mientras que para Gregorio Marañón, presidente de la Fundación El Greco 2014, "estamos ante la imagen de un artista lector y escritor, dos actividades fundamentales de un pintor filósofo".
La fama del Greco ha sido de las más sorprendentes y contradictorias, con una serie de "enfoques y desenfoques" que lo convirtieron sucesivamente en el intérprete del alma castellana, el pintor del misticismo castellano, el padre de la pintura moderna "o, directamente, en un demente, un enfermo con problemas de visión o un consumidor de hachís", en opinión de Javier Docampo, comisario de la exposición, junto con José Riello.
Días después de su muerte, su hijo Jorge Manuel hizo un inventario de los bienes del pintor, que incluía un listado de 130 libros. Este inventario fue dado a conocer por Francisco de Borja San Román en 1910. 17 años después, el mismo investigador publicó nuevos documentos entre los que se encontraba una nueva lista de libros realizada en 1621 por el hijo del Greco con motivo de su segundo matrimonio. Esta lista permitía reconstruir las lagunas de la primera.
"Ambos inventarios constituyen el origen y los cimientos de esta exposición", señaló Docampo, jefe del Área de Biblioteca, Archivo y Documentación del Prado, quien recordó que los nuevos documentos que se fueron conociendo empezaron a dibujar una imagen distinta del pintor.
En 1966 Xavier de Salas hizo público el descubrimiento de un ejemplar de la segunda edición de las Vidas de Vasari, anotado por el Greco. Según el comisario, los libros del artista empezaron a ser algo más que un aspecto curioso de sus bienes, convirtiéndose en un testimonio directo e insustituible de sus opiniones sobre el arte y los artistas de su tiempo.
El hallazgo en 1979, por parte de Fernando Marías y Agustín Bustamante, de un nuevo ejemplar anotado de Los diez libros de arquitectura, de Vitruvio, "hicieron crecer los textos del cretense hasta casi 20.000 palabras que, pese a su carácter fragmentario y a ratos ininteligible, podemos considerar como un conjunto insólito entre los artistas de primera fila de la Edad Moderna".
La exposición La biblioteca del Greco pretende no sólo reconstruir, aunque sea de manera hipotética, lo que fue la biblioteca del artista, sino insistir en las sendas abiertas por los estudiosos que han preferido dejar que sean los documentos y los textos del propio pintor los que ayuden a desentrañar cuáles pudieron ser las ideas que subyacen en su obra. Además, la muestra contribuirá a "la inacabada tarea de limpieza de los tópicos creados en torno a su figura y su obra". Se reflexiona así sobre la reputación de un pintor supuestamente místico, que no dejó escrita una línea sobre pintura religiosa, "de un pretendido neoplatónico, que tenía libros de Aristóteles pero no de Platón, o del fundador de la escuela española de pintura, incapaz de hablar o escribir correctamente en la lengua de su coetáneo Cervantes", según el comisario.
Treinta y nueve libros, entre los que también destacan obras de Jenofonte y otras de Apiano Alejandrino que formaron parte de su biblioteca, se exhiben en un recorrido en el que también se pueden ver tres manuscritos, nueve estampas y cinco de sus pinturas, que revelan la relación entre su producción pictórica y los libros de su biblioteca.
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