Las 49 provincias de Javier
de Burgos que acabaron con el «caos» español
MADRID, 11/04/2014
La actual división
territorial permanece prácticamente intacta desde que, en 1833, fuera trazada
para facilitar al Gobierno central dirigir sus órdenes sobre las regiones
«El mapa de la Península
nos presenta cosas ridículas de unas provincias encajadas en otras»
«Era un medio para obtener
los beneficios que meditaba hacer a los pueblos»
José Bonaparte dividió
España en 38 prefecturas y 111 subprefecturas
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«El
mapa general de la Península nos presenta cosas ridículas de unas provincias
encajadas en otras, ángulos irregularísimos por todas partes, capitales
situadas en las extremidades de los partidos, intendencias extensísimas y otras
muy pequeñas, obispados de cuatro leguas y obispados de 70, tribunales cuya
jurisdicción apenas se extienden más allá de los muros de una ciudad y otros
que abrazan dos o tres reinos; en fin, todo aquello que debe traer consigo el
desorden y la confusión». Así describía el famoso poeta y pensador valenciano León
de Arroyal la división territorial de España a finales del siglo XVIII.
No
era para menos. Con todo este «caos», al Gobierno central le resultaba muy
complicado hacer llegar sus órdenes y providencias a la gran cantidad de pueblos
y regiones históricas que tenía la Monarquía. Había jurisdicciones inferiores,
intendencias, partidos, corregimientos, alcaldías mayores, gobiernos políticos
y militares, realengos, órdenes, abadengos o señoríos que convertían a España,
a diferencia de otros países de Europa, en un lugar «abigarrado, complejo,
confuso y caótico», según calificaba Aurelio Guaita, catedrático de Derecho
Administrativo, en «La división provincial y sus modificaciones».
Será
a finales de octubre de 1833, poco después de morir Fernando VII, cuando la
regente Maria Cristina inicie un ambicioso plan de reformas políticas y
administrativas, la más importante de las cuales se le encargaría al ministro
de Fomento Javier de Burgos: una división racionalizada del territorio español.
El objetivo no era otro que uniformar y centralizar el Estado, a fin de
facilitar, de manera más rápida y eficaz, la labor de Gobierno central sobre el
conjunto de España.
Un siglo y medio de
vigencia
Apenas
un mes después de ser elegido De Burgos para tamaña empresa, el 30 de noviembre
de 1833, se aprobaba el decreto por el que quedó dividido el país en 49
provincias. Una obra de extraordinaria importancia si tenemos en cuenta que
estas han permanecido intactas al cabo de un siglo y medio, con la aparición
tan solo de una más en la antigua provincia canaria. Y todas ellas tomarían el
nombre de sus capitales, excepto las provincias de Navarra, Álava, Guipúzcoa y
Vizcaya, que aun conservan sus denominaciones.
La
«nueva» España dibujada por Burgos tenía, además de las 49 provincias, 14
regiones y, a partir de abril de 1834, 463 núcleos de población con juzgado de
primera instancia. Estos últimos eran los «partidos judiciales», cuyas
características permitieron establecer fácilmente las «cabezas» de los mismos,
que, hoy en día, se han reducido bastante en número.
Toda
esta organización era «un medio para obtener los beneficios que meditaba hacer
a los pueblos», podía leerse en el Real Decreto publicado en la prensa de la
época, con un Burgos que definía a las provincias como «el Centro de donde
partiese el impulso para regularizar el movimiento de una máquina
administrativa».
Sin
embargo, la nueva estructura de De Burgos no siguió, a diferencia del modelo
francés, que era más racionalizado, un criterio meramente geográfico, sino
también un carácter histórico, respetando las divisiones de los antiguos Reinos,
y teniendo en cuenta al mismo la distancia y el número de habitantes de cada
núcleo de población.
La oposición
No
fue fácil llegar hasta aquí. Costó tiempo y paciencia dividir el territorio
español tal y como lo conocemos hoy en día. En 1785 se le había encargado al
conde de Floridablanca una espacie de ordenación y catalogación de las
provincias existentes, enumerando los núcleos de población que pertenecían a
cada una de ellas e indicando su situación jurídica.
En
1810, José Bonaparte, siguiendo el modelo francés, lo dividió en 38 prefecturas
y 111 subprefecturas. Pero estas tampoco funcionaron, ya que los afrancesados
nunca llegaron a tener el control de todos los reinos. Y luego fracasaron
también las Cortes de Cádiz de 1812, que tampoco supieron aplicar la
racionalidad geométrica a la Península Ibérica.
Tras
Javier de Burgos, la reforma fue continuada por los moderados a lo largo de
todo el reinado de Isabel II, pero sufriendo los constantes ataques de la
oposición. Estos comprendían, sobre todo, a los progresistas, y eran
especialmente críticos en la cuestión del reparto de los municipios. Y más
tarde serían los republicanos federales, quienes se opondrían al proyecto por
su «excesivo centralismo».
Pero
el tren puesto en marcha en 1833 ya no se detendría en el siguiente siglo y
medio, y, salvo pequeñas cambios puntuales, España quedará fijada bajo el trazo
dibujado por Javier de Burgos.
Comentarios
Un fuerte abrazo.
Guillermo