JULIO MAYO.- Sevilla, la otra capital real de España. Auge y declive del mito de los Montpensier (1848-1895)
SEVILLA,
LA OTRA
CAPITAL
REAL DE ESPAÑA
Auge y declive del mito de los Montpensier (1848-1895)
JULIO
MAYO (*)
en
ABC DE SEVILLA. Martes 10 de marzo de 2015, pág. 30
En una
España donde la centralidad política y cultural se encontraba instalada ya en
Madrid, acaparaba Sevilla, sin embargo, toda la atención religiosa y festiva de
los medios de comunicación de la época, de muchos escritores, bastantes viajeros
y hasta de un incipiente turismo que comenzaba a despertar por aquellos años
intermedios del siglo XIX. Y no por el boato de las celebraciones litúrgicas de
la catedral hispalense, indudablemente entre las mejores del país, sino por el
modo de celebrar su Semana Santa, la multitudinaria participación del pueblo en
las procesiones y el atractivo patrimonio de sus cofradías, que le otorgaban a
Sevilla una personalidad única.
A mediados de siglo, doña María Luisa Fernanda
de Borbón, hermana de la reina Isabel II, decidió venirse a Sevilla con su
marido, don Antonio María de Orleáns, duque de Montpensier (1824–1895), e
instalaron en el palacio de San Telmo una corte distinta a la de Madrid, con la
que rivalizó en pomposidad, devolviéndole así a Sevilla su papel de vieja sede
monárquica. A los ojos de cualquiera, este matrimonio, con derecho sucesorio al
trono español, hizo vida de auténticos reyes, aún sin serlos, en una corte que tampoco
llegó a ser oficialmente la real. Hoy se les atribuye a los Montpensier haber
propiciado una «reinvención» de nuestra Semana Santa y haber introducido una
genuina impronta estética, pero poco se habla de la protección política que ofrecieron
a nuestras corporaciones religiosas, y menos debate aún ha creado la
indiferencia que algunas otras hermandades, y un cierto sector elitista de la
sociedad sevillana del momento, mostraron hacia Sus Altezas, una vez que
perdieron influencia y la posibilidad definitiva de poder llegar al trono.
Desde que vinieron a Sevilla en 1848
se ganaron la simpatía de todo el pueblo sevillano. Un documento del Archivo de
la Catedral revela la preocupación por contener a la muchedumbre que iba a
procurar beneficiarse del reparto de pan, dispuesto a las afueras del templo
catedralicio, a principios del mes de septiembre de 1850. Sevilla era para los
duques un escenario
idóneo donde poder desarrollar su proyecto político. Aspiraban a reafirmar la
institución monárquica en España, como el sistema de gobierno que mejor
favorecería la preservación de las tradiciones y a la religiosidad popular,
ante la enorme inestabilidad política del momento. Esto es, una monarquía nueva
y renovada, distinta a la de Isabel II, que había permitido al liberalismo
sacar adelante leyes anticlericales, como las expropiaciones desamortizadoras.
Recordemos que estas medidas habían provocado en la
ciudad el cierre de la mayoría de los conventos masculinos, algunos femeninos,
y la confiscación de bienes a las cofradías. Un ambiente enrarecido que vino a
amortiguar, en el terreno cofradiero, el papel protector y benefactor de los
augustos señores. En muchas ocasiones ofrecieron, sobre la marcha,
soluciones legales a nuestras hermandades.
Su apoyo resultó más que suficiente para
que estas entidades lograran obtener el beneplácito de las autoridades
eclesiásticas y pudieran llegar a desarrollar su vida corporativa sin
cortapisas y cumplir sus estaciones penitenciales. Gracias al tutelaje de los
Montpensier, algunas de nuestras hermandades consiguieron la aprobación de sus
Reglas, y con ello adquirieron la legalidad preceptiva para su funcionamiento, después
de que viniese peligrando incluso la existencia muchas desde que, a finales del
siglo XVIII, lo hubiese decretado así Carlos III. Dos
ejemplos muy dispares nos revelan con qué necesidades tan distintas utilizaron
las hermandades a los infantes aquí en Sevilla. En la hermandad del Gran Poder fueron
recibidos como «hermanos y protectores» el 28 de diciembre de 1848, mientras
que la de la Carretería los proclamó «hermanos mayores perpetuos», el 12
de abril de 1849. Y no se trataba de un nombramiento honorario, sino efectivo, correspondiéndole
ya luego a la hermandad elegir entre sus cofrades al teniente de hermano mayor.
A partir de la revolución de
septiembre de 1868, se abrió una etapa distinta en la vida de los duques en su
relación con la ciudad. Después de aprobarse la Constitución de 1869, don
Antonio de Orleáns, tuvo incluso que llegar a exiliarse momentáneamente de
Sevilla. Comenzó a perder crédito y resultaba conspirador, desleal y
traicionero. Don José Bermejo y Carballo silencia en su libro Glorias religiosas de Sevilla (1882)
muchas de las actuaciones de los notables bienhechores. En el Archivo de Borbón-Orleáns
consta documentalmente cómo el propio Bermejo, siendo mayordomo de Pasión, se
apresuró a acudir al palacio de San Telmo en 1851 suplicando limosnas para «un
vestido bordado para San Juan que no desdiga los del Señor y la Virgen», además
de los 320 reales de vellón que anualmente se entregaba como limosna para la
Novena.
Deja de contar en su obra que los duques fueron hermanos mayores de
Pasión y otras hermandades como Montesión, Montserrat, etc. Alude con ligereza
que sí llegaron a serlo de la Carretería, aunque sin precisar mucho más. En el
capítulo dedicado a la Soledad de San Buenaventura, Bermejo deja de subrayar las
ayudas que prestaron, tanto a la hermandad, como a la realización de la Dolorosa,
tallada por Gabriel de Astorga en 1851. En cambio, cuando la donación partía de
la esposa de Orleáns, sí opta por introducir la reseña. Es el caso del vestido
y manto bordado que regaló Luisa Fernanda a la imagen de gloria de Nuestra
Señora de la O de Triana (1853). Esta actitud de Bermejo contrasta
sangrantemente con la de Félix González de León –al que Bermejo desacredita
varias veces en su estudio–, cronista que dedicó su Historia de las Cofradías (1852) a los «Serenísimos señores
Infantes, los Duques de Montpensier» por haber «reanimado las cofradías de esta
ciudad, levantando a algunas casi de la nada».
(*) JULIO MAYO
ES HISTORIADOR E INVESTIGADOR ESPECIALIZADO EN RELIGIOSIDAD POPULAR
TEXTO EN SLIDESHARE:
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