ESQUELA
Salvador de Quinta Garrobo (1955-2015)
La cultura de Utrera
Es una apasionante historia
de amor la de Salvador de Quinta Garrobo y el pueblo que lo viera nacer, hace unos
sesenta años (1955). Pero con la peculiaridad de que el culto periodista y escritor
utrerano se ha mantenido siempre fiel a una de las ciudades de España que mayor
personalidad histórica, cultural y patrimonial atesoran: Utrera.
Salvador
ha dado su vida por dinamizar la actividad social y cultural de su pueblo, convertido
gracias a él en uno de los referentes más importantes de Sevilla. Así es como Salvador
se valió desde su municipio para ir engrandeciendo también la historia cultural
de Andalucía, después de educar, construir y proyectar Utrera al exterior,
nutriéndose fundamentalmente de la defensa del legado de sus antepasados y el
respeto a las tradiciones locales.
Desde
hace más de treinta y cinco años era director de la prestigiosa revista «Vía
Marciala», un rotativo mensual con más de 4.000 suscriptores que, con setenta
años de historia, es el segundo más antiguo del país dentro de su género. Salvador,
que firmaba siempre la primera página de la revista, como editorial, se ha
distinguido por ser el mejor portavoz de la ciudadanía utrerana, sin plegarse
nunca a los poderes, como intelectual de espíritu libre. Supo atraer y rodearse
de un grupo de colaboradores que convirtieron a la revista en un medio difusor
de proyectos realmente sobresalientes, muchos de ellos con repercusión directa
en la vida de toda una generación de utreranos. Gracias a él, quien esto
suscribe tuvo la oportunidad de publicar numerosos episodios inéditos de la
historia de Utrera, como el artículo de investigación que hace pocos meses
dedicamos a la visita de Miguel de Cervantes a Utrera en 1593.
De
su padre Salvador de Quinta, articulista también este periódico, recibió el
relevo generacional de una Utrera, arcaica y algo desfasada, que Salvador se
empeñó en cambiar por completo hasta introducirla en los umbrales de la
modernidad. Dijo en una ocasión fray Carlos Amigo Vallejo que no se había reído
más en su vida, que los días en los que leyó Gracia y Desgracia de Utrera en el año de la pera, escrito por el
padre del fallecido. Pero si lee el que hace unos años escribió su hijo
Salvador, titulado 60 años de Utrera,
como recopilatorio de las revistas «Cumbres» y «Vía Marciala», además de
troncharse va a poder enriquecerse con una infinidad de matices etnográficos
realmente diversos. Comparando ambos trabajos se entiende cuánto mejoró
Salvador la herencia recibida de su padre.
Disfrutaba
escribiendo, pero su verdadera pasión era la de editar libros. Así me lo
confesó un día. Pero además de esforzarse por ser escritor e impulsor literario,
fue, ante todo, un brillante intérprete y gestor cultural. Le sobraba carisma
para liderar iniciativas que han hecho más grande a Utrera. Se ha significado
por haber canalizado, desde hace más de 25 años, casi todas las expresiones
culturales de la ciudad. En 2007 fue comisario de la celebración del V
Centenario de la llegada de la Virgen de Consolación a Utrera (1507-2007),
encargándose de diseñar y organizar, con brillantez, las actividades de la
efeméride. Este trabajo vino a significar la culminación de la trayectoria
cultural de Salvador, gracias a la aportación de una serie de actividades y
exposiciones, conjugadas magistralmente, encaminadas a divulgar la rica historia
de Utrera.
No
cabe duda de que el bueno de Salvador ha representado mucho para las
instituciones políticas, culturales y económicas de su localidad, no en vano ha
sido el alma de la obra cultural de Caja Rural de Utrera. Como buen conocedor de
nuestra riqueza cultural, entendía que el pueblo gitano es una parte esencial de
Andalucía, por lo que los gitanos de Utrera le deben todo ese gran trabajo que
realizó por integrarlos, un poquito más, en el ámbito sociocultural de su ciudad.
A
través de su Patrona, Salvador interpretaba la cultura de Utrera. Desde hacía
algunos años era hermano mayor de la hermandad de la Virgen. Sabía que la
historia de su pueblo es Consolación y que, por encima de la religión, representa
su patrimonio cultural, como elemento más distintivo. Este historiador y
Salvador Hernández le deben su apuesta por nuestro trabajo y la publicación de Una Nao de oro para Consolación de Utrera
(1579), en cuyo libro identificábamos el donante del barquito de la Virgen
y descubríamos la vocación americanista de la capital de la Campiña.
Ahora
comprendemos por qué este hombre, cuya verdadera aportación ha sido modernizar
culturalmente su entorno sin romper con la tradición, labró en vida un
monumento tan grande a la cultura y vivió tan locamente enamorado de Utrera.
Aunque también sabemos por qué quiso tanto a su mujer María Luisa, quien en
estos últimos años nos ha enseñado con ejemplaridad y dedicación solícita en qué
consiste el amor, con mayúsculas.
JULIO MAYO
Historiador
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