450º de la Feria de Utrera (1565-2015)
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Diversas referencias documentales del Archivo Histórico
Municipal de Utrera sitúan en el año 1565 la celebración de la primera
feria, romería y procesión de la Santísima Virgen de Consolación, en
torno al 8 de septiembre, como festividad litúrgica de la Natividad de
Nuestra Señora. Y esto no quiere decir que, con anterioridad, no se
produjese su celebración. Lo que pretendemos expresar es que la fecha
más remota –hasta el momento documentada sobre la organización de este
importante evento religioso y festivo– se retrotrae a 1565, después de
que los frailes Mínimos hubiesen fundado y construido ya su casa
convento, una vez que vinieron a Utrera a establecerse bajo la
titularidad de la milagrosísima imagen en 1561.
Durante los primeros
cuatro años (desde 1561 hasta 1564), los monjes mantuvieron la
festividad de la Virgen en el mes de marzo, el día de la Encarnación.
Pero llegado el año 1565, parece que los monjes retrasaron la fecha
celebrativa a septiembre por encontrar en esta estación un mayor
favorecimiento climático y económico. La práctica cultual de la
peregrinación y romería no cabe duda de que podría desarrollar con
mayores garantías de éxito meteorológico en los compases finales del
periodo estival que en el inicio de la primavera. Además, para
septiembre han terminado ya la mayoría de los trabajos agrícolas, como
la recolección de las uvas, a excepción de la recogida y verdeo de la
aceituna. No olvidemos que en aquel siglo XVI, los campos utreranos
estaban colmados de viñas y olivares, como principales fuentes
productivas del momento.
Precisamente los alrededores de la ermita de
Nuestra Señora de Consolación estaban llenos de olivos. Pero entre las
diversas motivaciones que generaron la alternancia de la feria de marzo a
septiembre, se encuentra un condicionante económico, vinculado al
comercio colonial de la Carrera de Indias. Desde luego, el festejo fue
estratégicamente acomodado en torno a unas fechas que se favorecían
también del sistema de viajes a América que, curiosísimamente terminó
implantándose en aquellos años. Fue entonces cuando las idas y venidas
de las embarcaciones se concentraron fundamentalmente en dos momentos
del año, de modo que, la comercialización de los géneros que
fundamentalmente se ofrecían en aquellas primeras ferias de la segunda
mitad del siglo XVI, cuando Sevilla fue prácticamente la capital del
imperio español, no se veían entorpecidas con las venidas, o salidas, de
mercancía, ni la ausencia de importantes negociantes mercantiles.
Revela la documentación consultada en el Archivo Municipal que el
primer año de la celebración de la feria en el mes de septiembre (1565),
nuestro pueblo padeció un serio peligro de infección, debido a una
epidemia de peste propagada sólo unos cuantos de meses antes. El
Ayuntamiento adoptó diversas medidas para impedir entrar en el «Sitio de
Nuestra Señora», esto es el Real de Consolación, a personas
provenientes de lugares infectados. Por los numerosos trabajos
realizados a cargo del guarda del consistorio tomamos conciencia de la
importante concurrencia de devotos y admiradores de la imagen que, aquel
año, mostraron su claro deseo de asistir al encuentro con la Santísima
Virgen. Y todo ello, pese a la enorme alarma social que hubieron de
constituir los contagios epidémicos. Con anterioridad a la llegada de
los frailes Mínimos al santuario (1561), la Virgen de Consolación gozaba
ya de cierto prestigio. Recordemos que el Milagro de la Lámpara de
aceite, uno de los prodigios que la hicieron más conocida, se produjo en
1558.
Entre las razones que principalmente favorecieron incrementar el
culto a Consolación se encuentra el papel tan principal que Utrera
estaba desempeñando en aquellos años del siglo XVI en el desarrollo del
pujante negocio colonial de la Carrera de Indias. Estábamos ubicados en
uno de los principales caminos terrestres que unían aq la universal
Sevilla con los puertos gaditanos, desde donde zarpaban la mayor parte
de las embarcaciones hacia América. Después de cumplimentar la
tramitación oficial en Sevilla, donde se hallaban establecidas las
principales instituciones reguladoras de los embarques y comercio
colonial, los viajeros y soldados de la Armada española se desplazaban
por caminos paralelos al Guadalquivir hasta Cádiz. Este es el motivo del
tránsito de tantas y tantas personas por aquí en aquellas fechas.
El
trasiego humano contribuyó muy decisivamente a que en torno a la
celebración de la romería y procesión de la Virgen se hiciese más
prestigiosa y comercialmente más potente su feria. El mismo Rodrigo Caro
da noticias de la ubicación permanente a lo largo del año de muchos
comerciantes vendiendo todo tipo de géneros en puestos ubicados en el
Real, precisamente por el continuo venir de romeros y peregrinos. Llega a
expresar el historiador utrerano que hubo años en los que las puertas
del santuario no se cerraban nunca por ese flujo tan importante como
fenómeno devocional de masa que terminó convirtiéndose Consolación. De
inmediato se suscitó una romería popularísima a la que concurrían
personas de numerosos pueblos, organizados en Cofradías Filiales para
participar en la procesión de la Virgen.
La Función religiosa del día 8
de septiembre iba acompañada de la celebración de una Octava que tuvo su
correlato lúdico en el desarrollo de la feria, extendida durante los
mismos ocho días de la celebración cultual religiosa. No cabe duda de
que el inmenso gentío fue, a la postre, el principal motor de impulso y
propaganda para una feria que terminó convirtiéndose en una de las más
célebres de Andalucía. Los romeros y devotos de Consolación que venían
con el empeño de agradecer los favores recibidos, necesitaban satisfacer
una imperiosa demanda de dádivas, por lo que en las puertas del
santuario se montaban puestecillos que atiendan el abasto de reliquias y
exvotos. Muy pronto se asentaron plateros, cruceros, merceros, y un
largo sin fin de abastecedores que atendían al elevado número de
visitantes que concurrían a visitar la Patrona de Utrera.
La
definición de la idiosincrasia de nuestra feria bebe mucho en las modas
de este tipo de fiestas difundidas desde Sevilla en los compases
finales del siglo XIX, una vez su feria de abril se estableció a
mediados de la expresada centuria, y la singular personalización
emanadas de las casetas instaladas aquí por diversos colectivos sociales
del momento, como los Casinos de aquellos años. Pero unos cimientos
históricos tan determinantes como los pilares que sostienen la Feria de
Utrera, arriostrada sobre la antigüedad de la romería y procesión de
Nuestra Señora de Consolación, junto a unos elementos festivos tan
unidos en aquellos años al programa religioso de la Virgen, como las
corridas de toros, sitúan a la nuestra como una de las Ferias con mayor
antigüedad y continuidad histórica de toda España. Cuando las
tradiciones de un pueblo gozan de un sustento tan sólido como éste, su
cultura se fortalece.
Consolación en el origen de Los Estados Unidos de América
Supuso un auténtico punto de inflexión el año 1565 en la historia de
la devoción a la Virgen, porque tuvo lugar entonces también un
acontecimiento realmente extraordinario que brilla con luz propia en los
anales de todos los milagros que se le atribuyeron haber obrado a la
Virgen utrerana. El 8 de septiembre de 1565 se dijo la primera misa en
el campamento que establecieron los soldados de la Armada española en La
Florida, razón por la que en este mes de septiembre se conmemora
también el 450º aniversario de la fundación del primer asentamiento
hispánico en aquel enclave de los actuales Estados Unidos.
Unos días
antes de producirse el desembarco español, resultó providencial la
intermediación milagrosa de Consolación, que ha pasado a la historia
como la primera referencia mariológica, documentada, en la obra de la
Iglesia católica de los Estados Unidos. Cuando uno de los buques se
encontraba dispuesto ya para entrar por la barra de la orilla, se le
aproximaron dos navíos franceses de luteranos.
En aquel momento, como
los barcos españoles no llevaban armas suficientes para hacerles frente,
«pusiéronse en oración a Nuestra Señora de Consolación, que estaba en
Utrera, pidiéndole socorro de un poquito de viento, porque ya los
franceses venían sobre ellos, y pareció que ella mesma llegó al navío, y
con un poquito de viento que se bulló, entró el navío por la barra».
Atribuyeron entonces los expedicionarios españoles su salvación, antes
de que consumasen la ocupación de aquellos exóticos parajes, a la
Santísima Virgen de Consolación de Utrera.
Julio Mayo
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