ROCÍO, AGUA BENDITA DEL CIELO
JULIO
MAYO
en
ABC de Sevilla, 15 de mayo de 2016
Las precipitaciones que tanto han
dificultado en estos días el camino de las hermandades hacia el Rocío, denotan
mucha parte de la razón de ser del título de esta advocación mariana tan
original. En la mentalidad barroca, el agua bendita del cielo era un remedio
divino que venía a aliviar las muchas necesidades que provocaban las sequías.
En este sentido, resulta verdaderamente aclaratorio
un acuerdo plenario del Ayuntamiento de Almonte, celebrado el 26 de noviembre de
1726, que dispuso dirigir los ruegos a su Protectora con la fe de que trajese
el «Santo Rocío de sus Aguas». Parece evidente que Rocío, como título
devocional, haga referencia por tanto al agua de lluvia. Tan preciada, y piadosamente
solicitada, en una tierra como la nuestra, en la que dependemos tanto del fruto
del campo, como de la providencia del cielo.
Bien
es sabido, que la talla comenzó a venerarse en la Edad Media como Señora de las
Roçinas, en alusión al paraje donde recibía culto, dedicado a la cría de yeguas
y caballerías en general. De hecho, en los Libros de Subsidio y Excusado de la
Catedral de Sevilla del siglo XVI, aparece reseñada la ermita bajo el título
curioso de Nuestra Señora de las «Rocias», en posible alusión a rocinas o bestias
rucias. Pero, ¿en qué momento se produjo la renovación de Roçinas por Rocío, y
cuáles fueron las motivaciones?
Para
indagar sobre ello acudimos a las Reglas más antiguas de la hermandad Matriz,
impresas en 1758. En su introducción relata que el título de la Virgen se mudó
con el tiempo, aunque no llega a concretar la cronología exacta ni explica el
contexto del cambio. Lo que sí hace referencia es al motivo que provocó la
sustitución, argumentado que se produjo «no sin mystica alusion».
El
empleo de la palabra mística está ligado aquí al carácter milagroso y sobrenatural
que siempre ha poseído la imagen por intervenir en favor de su pueblo. Así se
explica, que en otro fragmento del preámbulo de las mismas Reglas, se implore a
la titular como «Rocío del cielo», elogiándola además con la ostentación de «la
abundancia de la tierra».
Por
ello, la efigie marismeña se presentaba ante los ojos de sus devotos como una
eficaz intercesora que otorgaba parabienes en beneficio de los campos, ganados,
y todo el vecindario. Esta forma de manifestación de la Virgen acabó reforzando
su carácter de imagen peregrina e itinerante, sometida a frecuentes traslados
verificados desde su Santuario a Almonte, cada vez que lo demandaban sus hijos.
La mayoría de las idas y venidas estuvieron motivadas por causas ambientales,
especialmente en situaciones de calamidades agro ganaderas.
Tantas
veces trajo el agua y quitó el hambre, que el Ayuntamiento de Almonte terminó
nombrándola oficialmente como Patrona, el 25 de abril de 1653, sesión capitular
en la que también se acordó vincular su devoción a la defensa del voto
Concepcionista de la Virgen María. Lo especificaba así la propia Acta
municipal, que en la actualidad se halla en paradero desconocido y cuya
transcripción conocemos gracias al historiador rociero Juan Infante Galán. Ya,
a partir de aquellos años centrales del siglo XVII, en los que imperaba tanta
efervescencia mariana, comenzarán a aparecer las primeras menciones al título
de Rocío como advocación de la Virgen.
No
podemos descartar el posible influjo portugués en la adopción del nuevo título,
debido a la cercanía del amplio término de Almonte con las tierras de Portugal.
En siglos pasados, el vocablo rocío es posible que les hubiese resultado familiar
a muchos almonteños, pues en el país vecino está presente en todas las ciudades
y municipios desde fechas muy remotas. Allí, designa el enclave de las ferias
de ganados por la existencia en tales espacios de abrevaderos y fuentes de agua
para las bestias. Sírvanos como principal exponente el caso de su capital
Lisboa, donde es conocida la «Praça do Rossio».
Aunque
el diccionario dice que rocío son gotas agua, el significado de la advocación ha
venido identificándose en el mundo rociero con el pasaje evangélico de la
venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles, suponiéndose que el motivo de la
mudanza de Roçinas a Rocío se habría producido cuando la festividad de la
Virgen, pasó a celebrarse en Pentecostés.
Esta
teoría carece de fundamento después de que hayamos descubierto, además, que la
Virgen comenzó a llamarse Rocío cuando todavía su fiesta se celebraba en
septiembre, casi dos décadas antes de que se adelantase a Pentecostés (1670). El
verdadero tirón del Rocío es la Virgen porque tiene un poder tan milagroso que
es capaz de reunir a tantísimos pueblos y ciudades del mundo, en torno a un nombre
que no hizo falta buscarlo en ningún devocionario litúrgico. Almonte lo
encontró en el inmenso cielo de su marisma.
JULIO MAYO, HISTORIADOR
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