La Ermita de "San Bartolomé del Monte de Tarazona": un patrimonio perdido entre La Rinconada y Alcalá de Guadaíra (XVI-XIX).
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La Ermita de "San Bartolomé del Monte de Tarazona":
un patrimonio perdido entre La Rinconada y Alcalá de Guadaíra (XVI-XIX).
Francisco Javier Gutiérrez Núñez
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1.- Martirio de San Bartolomé, Bartolomé Esteban Murillo. Siglo XVII.
Óleo sobre lienzo, 205 x 249 cm. Museo del Prado.
1.- Toponimia y ubicación.
La ermita se localizaba en el pago de San Bartolomé del Monte, territorio que hoy en día es una zona situada entre la Vega y la comarca de Los Alcores, en una encrucijada de términos municipales de las localidades de La Rinconada, Alcalá de Guadaíra, Carmona, Sevilla y Mairena.
El topónimo que da nombre a esta zona rural, en los siglos XV-XVI fue el de Tarazona, aunque ya en el siglo XVI, al surgir la iglesia o ermita de San Bartolomé del Monte, este segundo nombre fue eclipsando al primero, formándose una curiosa simbiosis y un nuevo topónimo: “San Bartolomé del Monte en Tarazona” o “San Bartolomé del Monte de Tarazona”.
San Bartolomé del Monte era la zona sur de Tarazona, y con el paso del tiempo el topónimo de Tarazona en sentido estricto, fue quedándose restringido para nombrar la zona norte cercana a la actual A42.
2.- Primeras noticias de la ermita (s. XVI).
Hasta el último cuarto del quinientos no hay constancia documental de la existencia de la ermita de S. Bartolomé en Tarazona, a la cual pudo estar asociada una pequeña aldea en su entorno.
La primera noticia de su existencia procede del testamento de Francisco Martín Muñoz y Teresa González, otorgado en el Viso ante el escribano Bartolomé Algarín, el 12 de mayo de 1579. Dejaron como legado a la ermita, dos aranzadas y media de olivar en el término del Viso, con cuyo arrendamiento poder costear una fiesta dedicada a San Bartolomé, que se celebraría en ella.
Juan Delgado Rengifo, vecino en la collación de Santa Cruz y Corredor de Lonja de Sevilla, en su testamento del año 1597 dejó establecido un gravamen perpetuo sobre los frutos y rentas de su heredad (situada junto a la ermita), valorado en 200 reales, para que se cumpliera su deseo que en la ermita de San Bartolomé se dijera misa todos los domingos y días festivos del año. Establecía la condición que el sacerdote encargado de celebrarlas tendría que realizar un responso por su alma y el de sus familiares. De tal forma que 150 reales fueran destinados a costear el sacerdote que dijera la misa y los otros 50 para la fábrica de la ermita y la imagen de la Virgen que él había puesto en ella. A ello se sumaba 4 arrobas de aceite cada año, destinados a alumbrar la lámpara de la citada imagen.
Tras estas dos donaciones de 1579 y 1597, no tenemos más noticia dela iglesia-ermita. El Padre Flores recogía que en padrones civiles de Sevilla de 1596 a 1601 se decía que la parroquia de Santa Lucía tuvo jurisdicción en San Bartolomé del Monte.
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3.- Siglo XVII.
Lo cierto es que, en algún momento de la primera mitad del siglo XVII, comenzó a formar parte de las “ Capillas de la Santa Iglesia Catedral de Sevilla ”. El Presidente de las Capillas era el encargado de nombrar al casero-sacristán de la ermita, a los que se le abonaba los 200 reales y 4 arrobas de aceite (para la lámpara del Altar Mayor), establecidos en el testamento de Juan Rengifo y que gravaban la Hacienda.
Aunque no tuvieran la consideración de parroquia, a todos los efectos ejercía como ayuda de parroquia, atendiendo a un territorio de baja densidad y de hábitat disperso. El Padre Flores aseguraba que había visto partida de matrimonio celebrado en San Bartolomé un 28 de noviembre de 1688,y que además, en el inventario de sus bienes del año 1701, se hallaba una cajita de plata para llenar el Santísimo a los enfermos, aunque ya en 1738 se daba por vendida.
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4.- Siglo XVIII.
A lo largo del siglo XVIII, la heredad que contaba en su interior con la ermita tuvo que ir configurándose como una hacienda de olivar. En la documentación de esta centuria comprobamos cómo la hacienda comenzó a ser conocida con un doble nombre, tanto como “ San Bartolomé del Monte ”como por el nombre de su dueño propietario: Hacienda Funes o Hacienda Guzmán.
La iglesia-ermita de San Bartolomé suponía un déficit crónico para la contabilidad del Cabildo Catedral. En el año de 1774 intentó quitarse de forma definitiva ese “peso muerto” para sus finanzas, momento en el cual ya era evidente el deterioro del edificio y la falta de ornamentos para celebrar la misa. Todo ello suponía un gasto que ya no estaba dispuesto asumir.
El Cabildo Catedral argumentaba que no tenía obligación de seguir asumiendo los gastos de conservación dela iglesia-ermita y que, por motivo de su evidente ruina, era necesario su supresión y derribo para evitar su profanación, pasando la ornamentación litúrgica a la parroquia de San Bernardo.
Diego José Guzmán, I marqués de San Bartolomé del Monte y dueño de la hacienda cercana, por tal motivo interpuso alegaciones y mantuvo un largo contencioso con el Cabildo Catedral de Sevilla, entre 1774 y 1785, saliendo victorioso y evitando su destrucción.
5.- Siglo XIX: punto y final.
En algún momento del primer tercio del siglo XIX, la familia Guzmán tuvo que deshacerse de la propiedad, pues en el año 1833, cuando Richard Ford dibuja la finca, ya cita a la familia Paterna como la propietaria de la misma.
La ermita tuvo que arruinarse a inicios del siglo XIX. En la actualidad no se localiza su emplazamiento, tal vez por el hecho que se haya reutilizado sus materiales en otros edificios de la hacienda.
- Gutiérrez Núñez, Francisco Javier (2009): “Un linaje de Cazalla de la Sierra. La familia Guzmán y el Marquesado de San Bartolomé del Monte (siglos XVIII-XIX)”, en Actas de las VI Jornadas de Historia sobre la provincia de Sevilla. Sierra Norte, ASCIL, Sevilla, pp. 339-358 (I.S.B.N. 978-84-613-6226-4).
- Gutiérrez Núñez, Francisco Javier (2018): “Un espacio rural entre Alcalá de Guadaíra y La Rinconada: la Hacienda Guzmán y el pago de San Bartolomé del Monte, siglos XVI-XIX”, en VV. AA.: I Congreso de Historia y Cultura de Alcalá de Guadaíra. Homenaje a Francisco García Rivero, Huelva, pp. 479-504.
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