Antonio Zapata de Cisneros y Mendoza,
Obispo de Cádiz (1587-1596).
La trayectoria profesional del obispo Zapata es difícil de sintetizar. De “casta le venía al galgo”, fue sobrino nieto del Cardenal Cisneros. En ella se mezclan aspectos políticos, eclesiásticos e intelectuales. Fue un personaje muy relevante en los reinados de Felipe II y los dos primeros Austrias Menores: obispo de Cádiz (1587-1596), de Pamplona (1596-1600), Arzobispo y Cardenal de Burgos (1600-1604), Consejero de Estado de Felipe III (1618), Virrey de Nápoles (1620-1622) e Inquisidor General del Reino (1627-1632).
En el año 1587 se producen dos movimientos en las prelaturas andaluzas. Cádiz en esos momentos era un pequeño enclave a los pies del Atlántico, que aún desconocía la potencialidad que gracias a su posición geográfica llegaría a tener en los dos siglos siguientes; una verdadera encrucijada de las principales rutas comerciales y financieras, y una de las ciudades más importantes de Europa.
Luis García Haro de Sotomayor que había sido durante dos décadas Obispo de Cádiz (1564-1587), fue promovido a Obispo de Málaga. Quedaba vacante la cabecera de la diócesis. En noviembre de ese mismo año de 1587, Antonio Zapata Cisneros fue designado y ordenado Obispo de Cádiz a instancias de Felipe II. Antes de partir a su nuevo destino, fue consagrado el 17 de agosto, en la iglesia conventual de San Francisco de Madrid, por el cardenal Gaspar de Quiróga (Inquisidor General de España y Arzobispo de Toledo).
Su huella en la historia de Cádiz se explica por varios motivos. En sus primeros años, deseó resolver las diferencias que tradicionalmente mantenían el Obispado y el Cabildo Catedral en torno al cobro de las rentas decimales y otras rentas. Logró una concordia entre ambas partes en el año 1593, respaldada por el papa Clemente VIII (Bula Pastoralis Officii, 1596).
Sin duda su mayor logro fue la convocatoria de Sínodo, con fecha 21 de febrero de 1591. Fray Jerónimo de la Concepción le atribuye como hecho positivo, la definitiva reglamentación de las ceremonias y uso del traje eclesiástico, a imitación de la Iglesia de Toledo.
Igualmente levantó parte del lienzo de la muralla de la ciudad (“…que hace frente a la Bahía, que tiene 3500 pies de largo…”). La obra la financió de su propio capital y también logró la ayuda de la ciudad de Sevilla, que contribuyó con 30 mil ducados, a cambio que en una de las dos puertas se situasen sus armas, y de ahí el nombre de la Puerta de Sevilla.
También se le atribuye la fundación de un Colegio-Seminario de 30 Colegiales (1596), para el servicio de la Catedral, bajo la advocación de San Bartolomé, y con constituciones muy similares al salmantino de la misma advocación. En esos momentos la ciudad sólo contaba para tales tareas, con el Colegio jesuita de Santiago.
Y por su voluntad se labró el convento de religiosas de la Candelaria. A su marcha de Cádiz, le relevó como Obispo, Maximiliano de Austria (1596-1601).
"El sínodo diocesano de Cádiz de 1591 del cardenal Zapata de Cisneros", en Miguel Ángel Núñez Beltrán (coord.): Synodicon Baeticum III: constituciones conciliares y sinodales de las Diócesis de Cádiz, Ceuta y Córdoba, pp. 25-38.
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