martes, 10 de julio de 2012

Arqueólogos noruegos han resuelto uno de los grandes enigmas del Imperio Romano


Arqueólogos noruegos han resuelto uno de los grandes enigmas del Imperio Romano





25 de junio de 2012

Arqueólogos noruegos han resuelto uno de los grandes enigmas del Imperio Romano: ¿Por qué Palmira fue una vibrante ciudad, pese estar ubicada en medio del desierto de Siria?. El proyecto ha recibido financiación de más de 9 millones de coronas noruegas del Consejo de Investigación de régimen de financiación integral de Noruega para proyectos independientes de investigación básica (FRIPRO). 

 En la antigua Roma, Palmira fue el punto más importante a lo largo de la ruta comercial que une el este y el oeste, llegando a alcanzar una población de 100 000 habitantes. Pero su historia siempre ha sido un misterio: ¿Qué hacía una ciudad de tan considerable tamaño en medio del desierto? ¿Cómo podía vivir tanta gente en un lugar tan inhóspito hace casi 2.000 años? ¿De dónde provenían sus alimentos? ¿Y por qué una ruta comercial tan importante pasaba directamente a través del desierto?.  

 
Investigadores noruegos han colaborado con investigadores sirios durante cuatro años para encontrar respuestas, siendo el director del proyecto Jørgen Christian Meyer, profesor de la Universidad de Bergen.

Los arqueólogos en lugar de examinar la propia ciudad, estudiaron una enorme extensión de tierra justo al norte. Junto con sus colegas sirios del Museo Palmira, y con la ayuda de fotos de satélite, catalogaron un gran número de restos antiguos visibles sobre la superficie de la Tierra.

"De esta forma," -explica el profesor Meyer-, "fuimos capaces de rehacer una imagen más completa de lo que ocurrió en un área más grande."
 
Se detectaron una serie de pueblos olvidados de la época romana y reservas de agua que habían utilizado estos pueblos. No era un desierto, sino más bien una árida estepa, con unas bases subterráneas que evitar que la lluvia se filtrara por el suelo. El agua de lluvia se acumulaba en los arroyos y ríos intermitentes, llamados wadi por los árabes.

 
 
Los residentes de la antigua Palmira y de pueblos cercanos, recogían el agua de lluvia mediante represas y cisternas. Así tenían agua para los cultivos de los pueblos de los alrededores y esto les permitió dotar a la ciudad con alimentos, un sistema de recogida que garantizaba un suministro estable de productos agrícolas y evitaba una catástrofe durante las sequías.
 
Los agricultores locales también cooperaban con las tribus beduinas, quienes conducían sus rebaños de ovejas y cabras dentro de la zona, para pastar durante la temporada de calor, fertilizando los campos de los agricultores en el proceso.
 
La ubicación de Palmira, también tuvo una base política. Estas importantes rutas de este a oeste, incluyendo las rutas comerciales a lo largo del río Eufrates, al norte, no estaban bajo el control de los romanos en el oeste ni de los persas hacia el este. Los jefes y terratenientes locales exigieron altas tarifas por el pasaje. Prácticas de extorsión que se tradujeron en una gran oportunidad para Palmira, sus gentes unieron sus fuerzas con los beduinos para proveerse de seguridad, bestias de carga y de guías a través del desierto.

"Los comerciantes de Palmira consiguieron hacer la mayor ciudad en una situación única, y construir una red global de comercio", "esto explica la gran prosperidad de la ciudad".

A medida que el mundo busca la tierra cultivable para alimentar a sus miles de millones, podemos aprender de la experiencia de Palmira. Ellos fueron capaces de cultivar el suelo del desierto hace cerca de 2.000 años, seguramente podríamos hacer lo mismo con todas las ayudas disponibles y métodos modernos. "De vez en cuando, cae una enorme cantidad de lluvia en el desierto", -añade Meyer-. "Cualquiera puede ver lo verde que se vuelve el desierto después de la lluvia. En Palmira debieron haberse dado cuenta del potencial de este tipo de terreno, que por cierto, cubre grandes áreas de nuestro planeta".

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