Arqueólogos noruegos han resuelto uno de los grandes enigmas del Imperio Romano
25 de junio de 2012
Arqueólogos noruegos han
resuelto uno de los grandes enigmas del Imperio Romano: ¿Por qué Palmira fue una vibrante ciudad,
pese estar ubicada en medio del desierto de Siria?. El proyecto ha recibido
financiación de más de 9 millones de coronas noruegas del Consejo de
Investigación de régimen de financiación integral de Noruega para proyectos
independientes de investigación básica (FRIPRO).
En la antigua Roma, Palmira
fue el punto más importante a lo largo de la ruta comercial que une el este y
el oeste, llegando a alcanzar una población de 100 000 habitantes. Pero su
historia siempre ha sido un misterio: ¿Qué hacía una ciudad de tan considerable
tamaño en medio del desierto? ¿Cómo podía vivir tanta gente en un lugar tan
inhóspito hace casi 2.000 años? ¿De dónde provenían sus alimentos? ¿Y por qué
una ruta comercial tan importante pasaba directamente a través del desierto?.
Investigadores noruegos han colaborado con
investigadores sirios durante cuatro años para encontrar respuestas, siendo el
director del proyecto Jørgen Christian Meyer, profesor de la Universidad de
Bergen.
Los arqueólogos en lugar de examinar la propia
ciudad, estudiaron una enorme extensión de tierra justo al norte. Junto con sus
colegas sirios del Museo Palmira, y con la ayuda de fotos de satélite,
catalogaron un gran número de restos antiguos visibles sobre la superficie de
la Tierra.
"De esta forma," -explica el profesor Meyer-, "fuimos capaces de rehacer una imagen más completa de lo que ocurrió en un área más grande."
Se detectaron una serie de pueblos olvidados de
la época romana y reservas de agua que habían utilizado estos pueblos. No era un desierto,
sino más bien una árida estepa, con unas bases subterráneas que evitar que la
lluvia se filtrara por el suelo. El agua de lluvia se acumulaba en los arroyos
y ríos intermitentes, llamados wadi por los árabes.
Los residentes de la antigua Palmira y de
pueblos cercanos, recogían el agua de lluvia mediante represas y cisternas. Así
tenían agua para los cultivos de los pueblos de los alrededores y esto les
permitió dotar a la ciudad con alimentos, un sistema de recogida que
garantizaba un suministro estable de productos agrícolas y evitaba una
catástrofe durante las sequías.
Los agricultores locales también cooperaban con
las tribus beduinas, quienes conducían sus rebaños de ovejas y cabras dentro de
la zona, para pastar durante la temporada de calor, fertilizando los campos de
los agricultores en el proceso.
La
ubicación de Palmira, también tuvo una base política. Estas importantes rutas
de este a oeste, incluyendo las rutas comerciales a lo largo del río Eufrates,
al norte, no estaban bajo el control de los romanos en el oeste ni de los
persas hacia el este. Los jefes y terratenientes locales exigieron altas
tarifas por el pasaje. Prácticas de
extorsión que se
tradujeron en una gran oportunidad para Palmira, sus gentes unieron sus fuerzas
con los beduinos para proveerse de seguridad, bestias de carga y de guías a
través del desierto.
"Los comerciantes de Palmira consiguieron
hacer la mayor ciudad en una situación única, y construir una red global de
comercio", "esto explica la gran prosperidad de la ciudad".
A medida que el mundo busca la tierra
cultivable para alimentar a sus miles de millones, podemos aprender de la
experiencia de Palmira. Ellos fueron capaces de cultivar el suelo del desierto
hace cerca de 2.000 años, seguramente podríamos hacer lo mismo con todas las
ayudas disponibles y métodos modernos. "De vez en cuando, cae una enorme
cantidad de lluvia en el desierto", -añade Meyer-. "Cualquiera puede
ver lo verde que se vuelve el desierto después de la lluvia. En Palmira
debieron haberse dado cuenta del potencial de este tipo de terreno, que por
cierto, cubre grandes áreas de nuestro planeta".
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