martes, 16 de julio de 2013

Las cartas del soldado alemán Eugenio Lamparter



HISTORIA | Memorias de la II Guerra Mundial

Las cartas del soldado alemán Eugenio Lamparter

Hallan un trozo de la Segunda Guerra Mundial en una casa de Sevilla
La marcha a filas del soldado fue un duro golpe para toda la familia
Las tres hermanas de Eugenio también tuvieron relación con el régimen


Eduardo del Campo | Sevilla,  viernes 12/07/2013




Trinidad sostiene una foto de su hermano Eugenio vestido de soldado. | E. del CampoCuando Eugenio Lamparter Rodríguez de Trujillo, hijo del alemán Eugenio y de la sevillana Trinidad, especialista en reparación de televisores y radios, murió en 2007 en Sevilla, soltero y sin hijos, su sobrina Carmen Cabrera, hija de su hermana Trinidad, se apresuró a rescatar los objetos de más valor de su casa del número 9 de la calle Santa Ana, donde había tenido hasta su jubilación la conocida tienda Lamparter que fundó su padre. Querían, cuenta Carmen, evitar que saquearan la casa, como ocurrió unos días después cuando "unos ocupas" se les metieron dentro e hicieron "una barbaridad". Al recuperar la vivienda, se encontró esparcidos por el suelo viejos papeles manuscritos o redactados a máquina. Eran las cartas que su tío había conservado de la Segunda Guerra Mundial, las que él escribió siendo soldado forzoso de Hitler y prisionero de guerra, y las que recibió de sus padres.

Muchas se perdieron en el saqueo; el resto las metió en una bolsa de plástico y se las llevó para reordenarlas, dice la sobrina. Mientras enseña por primera vez esas cartas cruzadas de la guerra, su madre, Trinidad Lamparter, cuenta a sus casi 92 años que ella y su hermano Eugenio, o Eugen en alemán, eran "uña y carne" y que al volver a Sevilla más de seis años después de ser llamado a filas, su madre prohibió que le preguntaran por lo que había visto, hecho y sufrido en los frentes de Rusia y el Norte de África y en sus años en un campo para prisioneros de guerra cerca de Nueva York. "Era introvertido, y había sufrido mucho. Él no contaba nada y nunca le preguntábamos", dice Trinidad. Precisa que a Eugenio lo hirieron cerca de Moscú en el hombro derecho y que conservó toda su vida fragmentos de metralla en su interior.


[foto de la noticia]Casi la única excepción al silencio en el que Eugenio, el heredero del comercio Lamparter de la calle Santa Ana, el experto en televisores y radios, encapsuló el trauma de la guerra era un episodio que contó alguna vez a sus sobrinos. Fue en una batalla en el desierto del Sáhara:—Me hice el muerto en el suelo y un tanque me pasó por encima, pero yo estaba en el medio y no me tocó.
"Estuvo allí horas muerto de miedo hasta que pasó el peligro", añade su sobrina. Eugenio, nacido en Sevilla en 1919, tenía tres hermanas: María y Lisette, mayores que él, y la pequeña Trinidad, con las que se educó en el Colegio Alemán de Sevilla, que entonces estaba en el barrio del Porvenir. El 28 de marzo de 1939, ya con la Guerra Civil española en sus estertores finales, partió en barco a Alemania para formarse como técnico de electricidad y radiotelefonía, y allí le sorprendió a los pocos meses el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Su padre (Eugenio Lamparter y Trisler, alemán de Reutlingen de 1879, asentado en Sevilla desde 1902) había viajado allí también en agosto de 1939 con su hija Lisette para conocer a su futuro marido, un médico y piloto de la Legión Cóndor de Hitler al que ella había conocido en Sevilla durante la guerra civilsiendo su profesora de español.

El comerciante, un hombre "apolítico", removió cielo y tierra para evitar que a su hijo lo reclutaran para el frente, y consiguió traérselo a Sevilla en enero de 1940 tras un complicado periplo por Europa. Fue sólo un aplazamiento, porque en octubre de 1941 el cónsul alemán en Sevilla lo llamó a filas, al igual que a otros jóvenes sevillanos de nacionalidad germana. Lo destinaron al frente ruso, donde cayó herido cerca de Moscú, etapa de la que no conservan ninguna carta. Apenas curado, lo destinaron al frente norteafricano, a Libia. Las tropas alemanas en retirada se rindieron en Túnez y él fue enviado como prisionero a Estados Unidos en agosto de 1943. Aprovechó sus dos años y medio de reclusión allí para seguir estudiando y familiarizarse con la nueva tecnología del televisor que él difundiría luego desde su tienda de Sevilla. Enfermo de úlcera de estómago, lo repatriaron vía Francia a Alemania, donde estuvo en un campamento de la organización de Naciones Unidas para la Rehabilitación y Reconstrucción (UNRRA), de donde pasó al de Mettenheim, cerca de Múnich, donde quedó atrapado a la espera de que lo autorizaran a salir de vuelta a Sevilla. No abrazó a sus padres hasta pasado el año 46.

Tras su muerte, en el cuarto de baño de esa casa-tienda, con una bañera con patas, rodó el director Alberto Rodríguez una escena de su película After. El padre del director, técnico jubilado de Televisión Española, la visitó y reveló a la familia de Eugenio el valor de los televisores antiguos que habían quedado allí abandonados, algunos de los cuales Carmen le regaló. Vendieron la casa, que otro alemán, Bernhard Roters, ha convertido en residencia para estudiante extranjeros de su academia de idiomas 'Clic', conservando el rotulo dorado del escaparate que dice 'Eugenio Lamparter'.

Tragedia familiar

Sus hermanas también sufrieron la guerra. María, casada con el empresario Georg Hähl, alemán, perdió su casa de Stuttgart por los bombardeos, y cayó en una depresión tras morir su marido el 2 de julio de 1944 asfixiado junto a su coche en el garaje de su vivienda, en lo que no se aclaró si fue un suicidio, un accidente o un asesinato. Sola con su hijo pequeño, fue en busca de su hermana Lisette, que se había convertido en profesora de español en la universidad de Tübingen (sobrevivió con su marido, el piloto de la Legión Cóndor), pero a medio camino la tuvieron que hospitalizar y murió de una pulmonía, lejos e incomunicada de sus padres, que desde Sevilla vivían con el corazón en un puño los meses de silencios entre carta y carta de sus hijos.

Se hundieron al recibir la noticia de la muerte de María. Lloraron de alegría al saber de su puño y letra que Eugenio estaba preso pero vivo en EEUU. Tuvo la suerte que le faltó a otros amigos, como le escribió su padre: "El pobre hijo de Scherling ha caído en Rusia y su madre se encuentra ahora sola en Sevilla llena de penas. Roth sigue en Alemania y Müller está en el frente de R. [usia]. Todos deseamos que esto termine pronto y se pueda vivir en paz con el mundo".

Trinidad y Hitler

[foto de la noticia]Trinidad Lamparter tiene otra historia de novela. Con 14 años, se fue sola a Alemania en 1936 para estudiar el bachillerato, y ya no volvió a casa hasta tres años más tarde por el estallido de la guerra española. Ese mismo verano y los siguientes los pasó en un campamento de las Juventudes Hitlerianas cerca de Bremen, al norte. Desde ese año era obligatorio para las muchachas alemanas y de 'raza aria' como ella ingresar en la BDM, siglas de 'Bund Deustcher Mädel', la Liga de Muchachas Alemanas, la rama femenina de las Juventudes Hitlerianas. Era el apogeo del nazismo: "La gente estaba contenta con Hitler, había surgido una nueva era. Allí Hitler era un Dios, levantó Alemania, la modernizó, trajo máquinas. Había euforia. Lo que hizo con los judíos, lo que estaba haciendo con los judíos, eso se supo después", dice. La niña veía en esos años 30 "las casas y tiendas de los judíos del barrio clausuradas con tablones. Pero ellos seguían viviendo dentro y salían a escondidas para comprar comida. Teníamos prohibido completamente hablar con ellos, pero eran vecinos, como si fueran de la casa de ahí enfrente", relata señalando al final de la ventana.

Cuenta cómo se gastó sus últimos marcos antes de volver en barco sola a Sevilla vía Lisboa con su bicicleta, su acordeón y su maleta. En Stuttgart, donde vivía con su tío Gustav, que tenía allí una fábrica de cola, entró en una tienda a comprar una pulsera de plata. "Iba vestida con mi uniforme de las Juventudes Hitlerianas, con blusa blanca con botones con las iniciales BDM, falda azul y pañuelo negro anudado al cuello con un nudo de cuero trenzado. Me di cuenta de que la gente me miraba, y al salir le pregunté a una amiga, y me dijo: '¡Pero si has entrado en una tienda de judíos!'. Miré: ponía 'Juden' en la puerta".

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