martes, 30 de julio de 2013

Plaza Tahrir de los tiempos de la historia



Plaza Tahrir de los tiempos de la historia


Sami Nair realiza un ejercicio desapasionado de reflexión y didáctica sobre la coyuntura histórica por la que atraviesan nuestros vecinos mediterráneos de tradición cultural musulmana.

Jaime García Bernal,30.07.2013


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Una niña subida a hombros grita consignas contra el presidente Hosni Mubarak, en la Plaza de Tahrir en El Cairo (Egipto), en febrero de 2011.

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La oleada revolucionaria que sacudió el mundo árabe en los primeros meses de 2011 cogió igualmente de improviso a los poderes autoritarios y a los partidos islamistas de la oposición que habían permanecido en la clandestinidad durante décadas. Ambos se vieron desbordados por el grito de cambio, justicia y dignidad que simbolizó la inmolación del joven Mohamed Bouazizi el 17 de diciembre de 2010. Pero el desconcierto no fue menor entre la opinión pública internacional que no daba crédito a las exigencias de libertad y derechos individuales que proclamaban los manifestantes en las calles: jóvenes, estudiantes y trabajadores subempleados que convocados por los teléfonos móviles o las redes sociales llegaban de las zonas periurbanas al centro de Túnez o El Cairo. Los actores y el procedimiento recordaban las recientes movilizaciones de los indignados de otras capitales del mundo, pero la deriva posterior del movimiento, al menos aparente, hacia el integrismo islamista más conservador creó nueva decepción y más desconcierto.

No se ha dilucidado, pues, el interrogante con el que Sami Nair reclama la atención del lector en este ensayo que ve la luz cuando la noche del invierno parece cernirse sobre las esperanzas de cambio de la primavera árabe: ¿Por qué se rebelan? Y resulta necesario ahora más que nunca un ejercicio desapasionado de reflexión y didáctica sobre la decisiva coyuntura histórica por la que atraviesan nuestros vecinos mediterráneos de tradición cultural musulmana. Parte el autor de un rasgo de radical novedad que por su evidencia ha pasado desapercibido a muchos comentaristas políticos: el protagonismo de amplias capas de la sociedad, secularmente excluidas de la escena política, que reclaman voz y decisión sobre un futuro que les pertenece. Este hecho es en sí mismo revolucionario, rompe con una historia de opresión y marginación, amparada en el atraso, la desigualdad y la injusticia. Situación perpetuada por sistemas políticos que han hecho de la avaricia y la corrupción la clave del vínculo social, bloqueando la movilidad y desmembrando el cuerpo político. Por eso, como tantas veces en la historia, es la sociedad la que se alza frente al Estado pidiendo justicia y dignidad, aunque el modo de articular tal demanda ofrezca perfiles ambivalentes.

Dos temporalidades concurren según el autor en esta plaza Tahrir verdadero epicentro de la convulsión: la tradicional, que remite al sustrato del Islam popular como moral emancipadora, buscando la regeneración política por vía del retorno a la autenticidad de los orígenes. Y la moderna que asume el lenguaje de los derechos individuales y de las libertades publicas democratizadas por Internet. Esta última corriente ha sido el ariete que ha abierto grieta en la fortaleza inexpugnable de los regímenes autocráticos enrocados en sus privilegios. Pero tras ella penetraron las fuerzas de fondo que los partidos islamistas han logrado canalizar poniendo por delante su historial de solidaridad y manos limpias. Sin embargo el proyecto de restauración de la comunidad de creyentes (la umma) fundado en el vínculo religioso ha significado en los procesos de transición política liderados por el partido Ennahda en Túnez y por los Hermanos Musulmanes en Egipto la subordinación del ordenamiento civil a los preceptos islámicos y un serio recorte de las libertades ciudadanas en beneficio del concepto premoderno de armonía de la comunidad. No es una tendencia nueva, por cierto. Ya Burhan Ghalioun demostró las contradicciones que en el ámbito de la jurisprudencia provocaba la confusión entre las reglas civiles y la sharia originalmente concebida para imprimir en la conciencia del creyente los valores de la fraternidad y la obediencia a Dios. Mientras Olivier Roy avanzó en su famoso ensayo sobre la mundialización del Islam la tendencia a convertir la religión en una política de costumbres, de corte neofundamentalista, como negativo del imperialismo cultural occidental. La diferencia ahora es que estas corrientes, antes amortiguadas bajo el peso de los autoritarismos se están imponiendo en los procesos de transición política que han seguido a las revoluciones del mundo musulmán. Y lo que está en juego es el propio modelo de Estado, así como la condición de la ciudadanía que lo constituye. La desprotección individual se evidencia singularmente en el estatus de la mujer a la que el autor dedica la tercera parte del estudio incidiendo en la reislamización del derecho de familia y el deterioro de su situación social y cultural. Mientras que la debilidad del Estado se traduce en los nuevos textos constitucionales que, sometidos a fortísimas presiones de los partidos salafistas, no terminan de desprenderse del imperativo confesional y teocrático.

En la medida que las divisiones sobre los principios que deben regir el pacto social resultan irreconciliables aumentan los argumentos de quienes reclaman el regreso del viejo orden autoritario. Y el ajedrez de la geopolítica (cuarta parte del trabajo) no facilita una salida dialogada; más bien trata de confesionalizar los conflictos para frenar la democracia, jugando la baza del panislamismo salafista (la estrategia saudí y qatarí) o de la turbia guerra entre clanes o tribus (alentada por EEUU, Rusia o Francia en Siria y en Libia).

Así las cosas, la disyuntiva entre república secular o "democracia islámica" que el profesor Nair plantea en la última sección del libro no se resolverá mientras la referencia común (el texto sagrado) siga taponando el camino de desarrollo de la libre ciudadanía. Para esto hará falta una segunda transición pero esta vez de larga duración. Una ilustración del fondo religioso popular que independice la vida civil del credo confesional dejando para el ámbito privado la vivencia religiosa.

Sami Nair. Clave Intelectual. Madrid, 2013. 243 páginas. 16 euros

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