El arte español toma Escocia

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El arte español toma Escocia
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Al igual que antes Murillo, Velázquez iba a influir profundamente en nuevas generaciones de pintores, como Everett Millais, Whistler o el norteamericano Singer Sergeant.
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EFE / Edimburgo 2 de septiembre de 2009
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¿Quién le iba a decir a doña Jerónima de las Cuevas que su rostro sensual, de frente amplia y labios carnosos, en el famoso retrato que le hizo El Greco, iba a servir de reclamo de España en la
capital de Escocia?
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¿O al pintor de Fuendetodos que su perfil de espesas patillas bajo una chistera y su mirada de hombre desengañado que lo ha visto todo iba pasear por todo Edimburgo junto al rostro desencajado de una mujer llorando, la obra de otro genio, esta vez malagueño?.
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Esas tres imágenes icónicas han sido elegidas como elemento publicitario de «El Descubrimiento de España», la gran exposición del verano en esta ciudad, que puede verse hasta el 12 de octubre en el complejo neoclásico de las Galerías Nacionales de Escocia.
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«SPAIN» (España) ocupa en grandes letras los espacios entre las columnas dóricas del peristilo central de la pinacoteca, en el lugar que ofrece el mejor panorama de la ciudad vieja, dominada por el impresionante castillo que se levanta como un gigante mudo de piedra sobre un volcán extinto.
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Ni a los responsables del turismo español se les podría haber ocurrido mejor manera de que el país ibérico esté este año en boca de todos: los edimburgueses y las decenas de miles de visitantes de todo el mundo que han venido a sus festivales o pasan por aquí camino de otros lugares de Escocia.
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Las salas de la Galería Nacional de Escocia están todos los días llenas de un público interesado por el arte, que se detiene ante los cuadros y lee las detalladas explicaciones que los acompañan. Son muchos de ellos auténticas obras maestras, como el titulado «Mujer friendo huevos», de Velázquez, la «Dama del Armiño» (la citada doña Jerónima de la Cuesta) o «Cristo en el Jardín de Getsemaní», de El Greco, el extraordinario «San Andrés», de Ribera, y otras figuras de santos o personajes bíblicos del gran Zurbarán.
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Y está naturalmente Murillo, el primer pintor español que, con sus imágenes nada idealizadas de gente -sobre todo muchachos- del pueblo, llamó la atención de los ricos coleccionistas de este país. Al igual que antes Murillo, Velázquez iba a influir profundamente en nuevas generaciones de pintores, como Everett Millais, Whistler o el norteamericano Singer SergeantBandoleros, gitanas y toreros
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Las obras proceden todas ellas de colecciones británicas y son testimonio del interés que despertó en el Reino Unido el arte español sobre todo después de la participación de las tropas mandadas por Wellington en la guerra española de la Independencia.
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Hubo una época, cuando aún no se había inventado el «turismo de sol y playa», que el país al sur de los Pirineos atraía a espíritus inquietos y aventureros, fascinados por una tierra y unas gentes que se les antojaban exóticas.
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Tras leer a Richard Ford, viajero por España, muchos artistas británicos como David Wilkie, David Roberts o John Phillip viajaron a la Península y pintaron escenas en las que no faltan bandoleros, gitanas, toreros y frailes; la España de Mérimée.
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Algunos, como David Roberts o Frederic Leighton, se interesaron por la arquitectura, sobre todo el legado árabe, y hubo quienes visitaron una y otra vez el Museo del Prado y copiaron pacientemente las obras maestras de Velázquez como las Meninas o la Rendición de Breda.
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Ese interés de los artistas de estas islas por España iba a persistir hasta el siglo XX, como atestigua la obra de David Bomberg, un pintor de espesa pincelada que rechaza la visión romántica de sus predecesores en obras de gran impacto visual como sus vistas de Toledo o de Ronda, influidas por El Greco.
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¿Qué mejor publicidad podía tener España en un momento de crisis turística general que una exposición tan visible como ésta, en pleno corazón de la hermosa capital escocesa y en los meses del año en que mayor número de visitantes recibe?
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