miércoles, 28 de noviembre de 2012

El temor a la peste en Cádiz


                                                               El temor a la peste en Cádiz

                                                              José María Rodríguez Díaz 
                                                                   (2 de abril de 2012)

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En los siglos pasados las epidemias que recorrían toda Europa podían cebarse fácilmente en una ciudad portuaria como Cádiz expuesta al contagio por mercancías y por personas procedentes de lugares infectados. Para evitarlo las autoridades procedían a reforzar la vigilancia de las puertas de entrada de las murallas, al tiempo que adoptaban medidas de higiene general como el aumento de la limpieza de las calles o la prohibición de concentraciones en lugares como el corral de comedias. 
Las noticias de las epidemias podían venir de marinos y viajeros procedentes de los lugares infectados, otras veces el aviso del peligro provenía de otras autoridades, como en 1605 cuando el Consejo de Castilla, ante la peste existente “en La rochela y islas comarcanas y en la ciudad de Rems y Lavastida”, ordena que “no se permita entrar en el puerto de la ciudad gente, ropa ni mercaderías de Nantes ni de Burdeos”.
En el verano de 1637, al conocerse que ha aparecido una epidemia en Málaga y que “han salido de ella muchas personas derramadas por los lugares sanos”, se disponen medidas restrictivas para entrar en Cádiz, como el que las guardias de las puertas “garanticen la ciudad con examinar a las personas que de fuera vinieren, reconociendo la ropa o mercaderías que tuvieren para que se las evite y excuse el concurso de gente que ocurre a esta ciudad”. Además impedirán la entrada no sólo a las llamadas “mujeres de mal vivir” sino a “ninguna mujer tapada ni descubierta no siendo para haber de ir a hacer viaje fuera de esta ciudad”. Tampoco se dejaría entrar en Cádiz a “ninguna persona que no haya venido a negocio preciso y forzoso los cuales han de traer testimonio de sanidad”. 

Además se ordena la expulsión de las personas sospechosas de ser más receptivas a la enfermedad, “que a los vagamundos y personas que no tienen oficio ni ejercicio que andan vagando en esta ciudad se les eche fuera de ella con toda brevedad”.
Se prohíbe la entrada de ciertas mercancías como la ropa “que no entre ropa de fuera” ante el temor de que viniera ropa de personas enfermas, dada la fuerte demanda que había de ropa de segunda mano por las personas más pobres y para revenderla en las Indias.
Otra de las medidas higiénicas ordenadas era el incremento de la limpieza de las calles “que continúe el barrer y regar las calles y se lleve a penas los que no lo hagan”.
Para evitar las aglomeraciones que permitirían el contagio de la enfermedad, ante el peligro de epidemia se suspenden las representaciones teatrales, como ocurre en 1677 cuando el Cabildo municipal prohíbe que actúe la compañía contratada por el hospital de San Juan de Dios para su corral “por haber peste en Cartagena” y como compensación concede al hospital una ayuda de 2.000 Reales de Vellón.

Al año de haber pasado el peligro de epidemia, se decide reanudar las representaciones en el corral, pero esta vez es el Obispo el que se opone argumentando que “ya que Dios ha librado a Cádiz de la peste, Cádiz no puede consentir tantas ofensas a Dios”. 

La comunidad del hospital protesta por los gastos que le cuesta “haber traído una compañía de Pascua a Septiembre” para que luego no se la dejara actuar. El Obispo le ofrece una limosna de 14.000 Reales de Vellón para compensarle por los gastos y los ingresos dejados de percibir, sin que los de San Juan de Dios cedieran, llevando el tema al Cabildo municipal que celebró una votación secreta en la que venció la afición de los regidores a los espectáculos teatrales permitiéndose que se levantara la porohibición y se reanudaran las representaciones de comedias. 
Del Archivo Municipal de Cádiz.

1 comentario:

manipulador de alimentos dijo...

ay madre dios y las ofensa a dios...