lunes, 11 de mayo de 2009

El mayor fondo andaluz de libros antiguos se ubica en la Hispalense

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El mayor fondo andaluz de libros antiguos se ubica en la Hispalense
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La Universidad de Sevilla cuenta con una colección de casi 70.000 ejemplares, con manuscritos y libros editados entre los siglos XIV y XIX.
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Tiene uno de los 20 ejemplares que existen de la Biblia de Gutenberg

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Luis Sánchez Moliní, 11 de mayo de 2009.
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De los cientos de alumnos que acuden diariamente a la Biblioteca del Rectorado de la Universidad de Sevilla, pocos conocen que bajo sus pies, en una especie de gran búnker, se encuentra el mayor fondo de libros antiguos (desde el siglo XIV al XIX) de Andalucía. Formado durante los más de 500 años de historia de la Hispalense, esta biblioteca que no deja de crecer gracias a donaciones y adquisiciones en librerías de viejo y subastas suma ya casi 70.000 volúmenes, lo que la coloca entre las diez más importantes en su categoría de España. La última adquisición a un anticuario ha sido un manuscrito misceláneo de Cándido María Trigueros, un escritor extremeño del siglo XVIII muy vinculado con la ciudad de Sevilla. El precio fue de 1.200 euros.

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El nuevo ejemplar se unió a los otros 800 volúmenes de manuscritos que posee el fondo antiguo (muchos de ellos con más de una obra), entre los que destacan algunos textos y comentarios bíblicos del siglo XV, como el Postillae in Vetus Testamentum, de Nicolás Lyra. Importante es la colección de incunables (libros impresos en el siglo XIV), compuesta por 298 títulos (más unos 30 duplicados), entre los que destaca la joya de las joyas para los bibliófilos: la Biblia de las 42 líneas, editada por el padre de la imprenta, Gutenberg, hacia 1454-56. En el mundo sólo hay 20 ejemplares de este libro, de los que dos están en España (el otro se encuentra en Burgos). Excepcional, según los expertos, es la colección de impresos del siglo XVI (unos 8.000) y del siglo XVII (más o menos 14.000). El grueso de los fondos corresponden a los siglos XVIII y XIX.
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Con semejante colección no es extraño que una de las principales preocupaciones sea la seguridad. Las medidas, en este sentido, son numerosas. Los fondos se encuentran protegidos en cámaras acorazadas con cortafuegos para minimizar un posible incendio. Además, la sala de investigadores está vigilada por videocámaras, cuyas grabaciones son revisadas con periodicidad.
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Todos los volúmenes se revisan tanto antes de entregarlo al usuario como después de la consulta (los investigadores sólo pueden usar lápiz y los libros se apoyan en unos cojines llamados sofás para evitar deterioros). Por ahora, los resultados no pueden ser mejores: en una revisión realizada el año pasado con el índice topográfico y en la que se examinaron cada uno de los casi 70.000 títulos no se registró ninguna desaparición.
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Este dato no es baladí si se tiene en cuenta que el fondo antiguo de la Biblioteca de la Hispalense tiene una media anual de 300 visitas, lo que, en palabras de la directora, Sonsoles Celestino Angulo, es "bastante", pues este tipo de colecciones son sólo frecuentadas por los especialistas. Además, la mayoría de las consultas se realizan por internet, para lo cual el fondo ya tiene digitalizado más de 3.000 libros en un proceso que durará décadas, ya que el trámite es lento (600 ó 700 volúmenes al año) debido al cuidado con el que hay que manipular los ejemplares y al tratamiento al que tiene que ser sometido el documento resultante.
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Todo aquel que quiera consultar un fondo digitalizado sólo tiene que solicitarlo por correo electrónico y la Biblioteca, sin coste alguno, procederá a la digitalización del mismo (en 2008 hubo 230 peticiones de reproducción digital). Por cierto, que los investigadores que usan más este servicio son de nacionalidad norteamericana y los libros más solicitados los del siglo XVI.
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Los libros del fondo antiguo también cumplen una función de embajadores de la Hispalense. Todos los años, entre 60 y 80 volúmenes viajan a diferentes países "con garantías" para figurar en exposiciones, como la celebrada en Japón con motivo del Año Cervantes en 2005. También se realizan pequeñas muestras en la Universidad para que los estudiantes conozcan su patrimonio bibliográfico.
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