Jerónimo de Aguilar, náufrago en el mundo maya

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Jerónimo de Aguilar, náufrago en el mundo maya

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Ignacio Fernández Vial- Guadalupe Fernández Morente, 7 de noviembre de 2009
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1519; Hernán Cortés llega a la isla de Cozumel frente a las costas de México, donde daría comienzo su célebre expedición, y para sorpresa de muchos, tiene noticias por los naturales, de que en aquella tierra se encuentran dos náufragos españoles. ¿Quiénes eran?, ¿cómo habían llegado hasta allí? .
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Pues bien, ambos náufragos eran dos andaluces, el ecijano Jerónimo de Aguilar y el oriundo de Palos, Gonzalo Guerrero, que habían logrado escapar de la zozobra de un barco que regresaba desde las costas de Centroamérica hacia la Española. Un gran temporal sorprendió al navío, que arrastrado por el viento, acaba encallando en los bajos jamaicanos de las Víboras. Tan solo 20 hombres, consiguen burlar a la muerte y logran subir a bordo del pequeño batel de la nave, con el que llegan después de trece días a las costas mexicanas de Cancún y Cozumel.
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Han pasado 8 años desde este suceso, y tan solo estos dos andaluces quedan con vida en tierras de los mayas. En cuanto conoce la noticia, Cortés manda que se les busque y rescate, para unirlos a su expedición. Tan pronto como la nueva llega a oídos de Jerónimo de Aguilar, corre en busca de Guerrero a anunciarle el feliz suceso. Pero cuál es su sorpresa, cuando Guerrero le comunica que no volverá con los españoles, que su sitio ya está entre los mayas, donde ha formado su familia y se ha convertido en importante cacique.
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La actitud de Aguilar sin embargo es completamente distinta. Nunca acabó de adaptarse a una cultura ajena a la suya, siempre vivió como un extraño en aquellas tierras y la esperanza de volver a España alentaba sus días. Por su condición religiosa se siente rescatado y liberado de ochos largos años entre los mayas y vive gozoso la idea de hallarse de nuevo entre los cristianos. Por ello, cuando el ecijano ve por primera vez a los españoles, cuentan las crónicas de los hechos que lloró de placer y de rodillas «con muchas lágrimas en los ojos hizo oración a Dios, dándole gracias infinitas por la merced que le hacía» de ponerle entre los cristianos y hombres de su nación.
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No duda un minuto en ir a Cozumel en busca de las naves españolas. Cuando finalmente consigue reunirse con sus compatriotas, éstos difícilmente reconocen en él a uno de los suyos. El color moreno de su piel castigada por el sol, su cabello cortado como los esclavos, sus escasas ropas al modo indígena, e incluso su torpe castellano «mal mascado y peor pronunciado», en favor de la lengua maya que ha acabado por dominar, crean el desconcierto de Cortés y los suyos. De hecho el capitán español, contemplando a los tres indios que se presentan de cuclillas ante él, pregunta en susurro a uno de sus hombres cuál de ellos es Aguilar, que al escuchar y entender a Cortés, se adelanta a contestarle: «soy yo».
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El feliz rescatado se convierte de inmediato en una baza de gran valor en la expedición cortesiana por su conocimiento de la lengua maya. Incorporado a la marcha de los españoles, el ecijano ejerce un papel clave como intérprete con los caciques de la península de Yucatán y demás territorios mexicanos. Para completar la comunicación con los indígenas, pronto se une a los castellanos, la noble india conocida como Marina o la Malinche, que domina las dos lenguas que se hablan en aquellas extensas tierras, el náhuatl y el maya. Así se completa el círculo, Marina traduce del náhuatl al maya, Aguilar del maya al castellano, y la información que interesa llega de forma clara a Cortés durante su conocida jornada mexicana.
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Se dice que finalmente Jerónimo de Aguilar se casa con una indígena, con quien tuvo dos hijas mestizas. Curioso capricho del destino.
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