sábado, 5 de junio de 2010

Un esplendor de siglos

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Un esplendor de siglos
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En el siglo XVI se empezó a poner orden en un cortejo muy numeroso.-
En el XVIII se prohibieron los elementos profanos.
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Juan Parejo, 3 de junio de 2010
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Siempre fue una procesión larga en la que participaba toda la ciudad y sus estamentos. Las primeras noticias de la celebración del Corpus Christi en Sevilla son de la época de Alfonso X. La primera referencia documentada de la celebración es del año 1363 y corresponde a una nota en el Libro de Cargo y Data de la Catedral de Sevilla que dice: "Dieron para cubrir la tabla en que anda el arca de Corpus Christi, doce marcos de plata", según recoge la profesora de Historia del Arte de la Universidad de Sevilla, María Jesús Sanz, en un trabajo que le dedicó a la procesión eucarística en el año 2007. Durante muchos siglos ésta fue la festividad más importante de la ciudad, mucho más incluso que la propia Semana Santa "que era la fiesta seria, mientras que el Corpus simbolizaba toda la alegría del pueblo", asegura la profesora Sanz.
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Las primeras descripciones de la procesión las recogió Gestoso de un texto de 1454 en el que se cita a cantores, músicos, nobles, el arzobispo, y un "arca en el que se recogía el cuerpo de Cristo". También apunta a cómo se adecentaban las calles el día antes, se colocaban toldos y se alfombraban con juncias y otras hierbas aromáticas. En esta época la fiesta la componían elementos puramente religiosos, que a la postre se impusieron, y otros profanos, como la Tarasca, los Gigantes y los Cabezudos que animaban el cortejo. Parte importante de la procesión en los siglos XV y XVI eran los llamados "castillos" que eran representaciones de la Biblia llevadas a cabo por los gremios y que luego pasaron a ser costeados por el propio Ayuntamiento hasta que, por su elevado coste, terminaron desapareciendo.
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En el siglo XVI se empieza a poner orden en un cortejo, tan numeroso o más como el actual. Ya hay noticias del desfile de San Leandro o Santas Justa y Rufina. En el siglo XVII el protagonismo lo ostentan las órdenes religiosas que se disponían por antigüedad. En un relato del Abad Gordillo de 1630 se recoge la composición de un cortejo en el que destacan las reliquias, que salían en gran número, y cerrando la custodia "de plata, acompañada por eclesiásticos, y llevada por 24 trabajadores del puerto". Los costaleros desaparecieron en 1927 por orden del Cardenal Ilundain.
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A lo largo del siglo XVIII la estructura de la procesión siguió siendo la misma. Las primeras imágenes datan de esta época. Son una serie de 8 tiras dibujadas por Nicolás de León en 1747 en las que se muestra con todo detalle el cortejo. Como nota más característica destaca que cada cofradía o gremio procesionaba con su patrón correspondiente. Así, se pueden observar, por ejemplo, los pasos de Santas Justa y Rufina, con la hermandad de los Alfareros; o la Virgen de los Reyes, con la cofradía de los Maestros Sastres. Como partes más importantes del cortejo destacan las órdenes religiosas, y el desfile de reliquias de la Catedral, entre las que sobresalían la Santa Espina, que iba en penúltimo lugar, y cerrando el Lignum Crucis, como la más importante.
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"Un cambio fundamental se produce cuando Carlos III suprime en 1780, a través de una real orden, todos los elementos profanos del cortejo", explica la profesora Sanz. Otra modificación sustancial tiene lugar en el XIX: desaparecen las representaciones de las órdenes religiosas y casi todas las reliquias. "Esto es debido a la invasión francesa que despojó a muchos frailes de sus conventos, y a la aparición de las corrientes laicistas con la Desamortización de 1835 y, posteriormente, con el movimiento de 1868 con la venta de los bienes de los conventos y la expulsión definitiva de los religiosos".
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La procesión a finales del XIX es cada vez más extensa. Destaca el protagonismo de los patronos, que desfilan por primera vez en este siglo, además de la Inmaculada, cuya aparición está vinculada a la proclamación del Dogma en 1854. También forman parte del cortejo las Santas Justa y Rufina y el Niño Jesús del Sagrario, que ya lo hacían el siglo anterior.
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En el siglo XX desaparecen los pasos de las parroquias. El cortejo se mantiene sin cambios durante el primer tercio del siglo. Las órdenes religiosas vuelven, aunque el papel más importante lo ostentan ya las hermandades. Es justo después de la Guerra Civil cuando la procesión toma la forma actual, en la que se reúne a todos los elementos representativos de la ciudad habiendo ganado terreno el espacio dedicado a los seglares con respecto a los eclesiásticos.
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