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Pérez Reverte viaja dos siglos atrás y narra una historia de guerra y romance.
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Cádiz, 1811: España lucha por liberarse de la dominación napoleónica y en América las colonias batallan por su independencia. En ese marco transcurre El asedio, el último libro del creador del capitán Alatriste. Una novela coral de 700 páginas, donde se cruzan soldados, corsarios, espías y un asesino en serie. Lanzada en marzo, llega ahora a Chile.
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Por Andrés Gómez Bravo - 03/07/2010
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Aún no amanece. Un farol de petróleo ilumina a medias el cuerpo. Es una joven. No más de 16 ó 17 años, calcula el comisario Rogelio Tizón. Pelo castaño claro y constitución frágil. Está amordazada bocabajo, con las manos atadas bajo el vientre y la espalda desnuda y herida. Tiene el espinazo como una gran costra de sangre seca. Es evidente, la han matado a latigazos, tal como a las otros dos. Cádiz en 1811 no es sólo una ciudad sitiada por las tropas napoleónicas: es también el escenario de un asesino en serie.
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A sólo unas leguas de allí, el capitán francés Simon Desfosseaux enfrenta su propio acertijo: lograr que las bombas francesas den en el blanco. Cádiz es el último reducto rebelde de España, que vive bajo poder napoleónico. La ciudad es una isla amurallada y muy bien fortificada, prácticamente inexpugnable por tierra. Por eso, las esperanzas de los invasores están puestas en los bambardeos que comanda el capitán Desfosseaux.
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Hasta el momento, los proyectiles llegan sólo a las inmediaciones de Cádiz. Y la mayoría cae sin estallar. Es un problema físico: potencia, velocidad, ley de gravedad, roce con el aire, desvío del viento, en fin. Para sus mandos, conquistar Cádiz es un objetivo clave. Para él, que era profesor de física, es una cuestión técnica: le gusta decir que sus armas son el tablero de cáculo y la trigonometría.
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Desde su puesto de observación, Desfosseaux domina toda la bahía. Cádiz está sitiada pero sigue siendo un puerto libre: barcos de diferentes banderas entran y salen. Entre ellos hay comerciantes, contrabandistas y corsarios. Por esas aguas se mueve Pepe Lobo. Hombre de mar y de aventura, marino desde los 11 años, Lobo es un romántico y un corsario con poca fortuna. Con patente para saquear embarcaciones enemigas, fue capturado por una goleta inglesa y estuvo preso en Gibraltar. Una nueva oportunidad se le abre cuando conoce a Lolita Palma, dueña de la firma Palma e Hijos.
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A los 32 años, Lolita dirige el negocio familiar. Tras la muerte de su padre, ella se ha hecho cargo de su casa de comercio. Pero la guerra le ha hecho perder dinero. Y ahora está a punto de invertir en un barco corsario: un negocio avalado por la corona.
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Y mientras las bombas caen en los alrededores de la ciudad, un sujeto extraño abre las ventanas de su casa y deja volar palomas. A nadie le llama la atención: Gregorio Fumagal, ciudadano francés, es taxidermista. Su casa está llena de animales disecados o por disecar. Amante de los libros, Fumagal es un espía de los franceses.
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Todos ellos se cruzan en El asedio, la última novela de Arturo Pérez Reverte. Lanzada en marzo en España, llega ahora a librerías chilenas.
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Cruce de géneros
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En El asedio, Pérez Reverte renueva sus credenciales de bestseller: ha vendido más de 300 mil ejemplares. Nada nuevo: con 15 millones de copias facturadas, el ex corresponsal de guerra es uno de los autores españoles más populares. Publicado en EEUU, Inglaterra, Alemania, Francia, Italia y China, es también uno de los más internacionales.
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Autor de una veintena de títulos, Pérez Reverte ha hecho de la historia, la aventura y la guerra el gran tablero donde mueve sus piezas. Admirador de Dumas, su saga más exitosa es la historia del capitán Alatriste, una serie ambientada en el siglo XVII y protagonizada por un veterano espadachín a sueldo, que en el cine tuvo el rostro de Viggo Mortensen. Miembro de la RAE desde 2003, ingresó con un discurso muy representativo de su mundo novelesco: El habla de un bravo del siglo XVII.
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Fan del ajedrez y la navegación, de las batallas, las armas y los libros antiguos, Pérez Reverte se había internado en la guerra contra Francia en Cabo Trafalgar y Un día de cólera. Ambientada en 1808, esta última transcurría durante la toma del poder de Napoleón. En El asedio avanza tres años y arma su tienda de campaña en Cádiz, la ciudad emblema de la resistencia contra los franceses.
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Novela coral con más de 700 páginas, El asedio es la más ambiciosa de Pérez Reverte. No pretende ser un libro de rigor histórico, sino una mezcla de géneros. "Es la historia de varios personajes, varias tramas que se van cruzando unas con otras. Una trama policíaca, una trama de espionaje, otra sentimental folletinesca, aventurera, científica. Hay desafíos que tienen que ver con el ajedrez, la balística, las parabolas de artillería, los libros antiguos, en fin, un montón de cosas que tienen que ver con mi mundo", ha dicho.
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España lucha por su liberación, mientras en América las colonias batallan por su independencia. Ese es el marco histórico de la novela, donde Cádiz es otro personaje: una ciudad abierta al mundo y llena de vida, pese al cerco francés. Un escenario donde se cruzan soldados, mercaderes, espías, caza fortunas y prostitutas. Y a su vez, un paisaje misterioso, donde la noche hace sentir sus sombras y la muerte se pasea por las calles.
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La España que no fue
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Relato de acción por encima de todo, en el libro Pérez Reverte intenta también una reflexión: la ciudad como un lugar de engañoso peligro, "en el que puedes irte a dormir tranquilo y te despiertas degollado". Eso, dice, lo vio primero en la Ilíada y la guerra de Troya. Y "cada estancia en Beirut, en Sarajevo, como reportero de guerra, me fue reforzando ese sentimiento", dice. "La topografía de una ciudad en guerra condiciona las actitudes de quienes están dentro. Por eso elegí el Cádiz sitiado. Es un gran escenario para plantear esa teoría de la ciudad como territorio hostil o falsamente seguro. De ese impulso salió la novela".
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En ella también hay una mirada crítica a la historia de su país. El espía Gregorio Fumagal dice en un momento: "España perdió la ocasión de una guillotina en el momento adecuado: un río de sangre que limpiase, acorde con las leyes universales, los establos pestilentes de esta tierra inculta y desgraciada, siempre sujeta a curas fanáticos, aristócratas corruptos y reyes degenerados e incapaces".
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Ahí está, desde luego, la opinión del propio autor. "Cádiz fue la oportunidad de abrir la puerta a una España nueva, diferente, una España europea, de comercio, más mercancías y más riquezas de las naciones, más a la inglesa, pero hemos vuelto a la podredumbre que nos llevó a la reacción", dice. "España pudo ser un país avanzado, pero la cagó sola. Visto ahora, con el tiempo, no nos hubiera ido mal que hubieran ganado los franceses".
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