sábado, 3 de julio de 2010

Nace el Museo de la Evolución Humana en Burgos.

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Paseo por un millón de años en Burgos.
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Nace el Museo de la Evolución Humana con el prestigio y el aval de los descubrimiento paleontológicos de Atapuerca
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Félix Iglesias / Burgos, 3 de julio de 2010
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No es un museo para Atapuerca, pero Atapuerca es el núcleo duro del Museo de la Evolución Humana de Burgos. Las razones son indiscutibles. En la sierra burgalesa se encuentra prácticamente toda la secuencia del ser humano en Europa en el último millón de años, algo inédito en un espacio tan reducido como son los yacimientos de Atapuerca, Patrimonio de la Humanidad desde 2000. Junto a restos fósiles del Homo antecesor, nueva especie descubierta por el equipo dirigido por Eudald Carbonell, Juan Luis Arsuaga y y José María Bermúdez de Castro, en Atapuerca también estuvo el Homo heidelbergensis y han aparecido restos fósiles del Sapiens. Sólo resta hallar un rastro del Neardenthal para tener toda la secuencia. Y todo apunta a que también paró en esos parajes.
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Con ese bagaje, precisamente en el año 2000, el Ayuntamiento de Burgos apostó por situar prácticamente frente a la Catedral, con el río Arlanzón por medio, un complejo arquitectónico integrado por el Museo de la Evolución Humana —a inaugurar por Su Majestad la Reina el próximo 13 de julio—, el Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana —ya en funciones—, y el futuro Auditorio. En esta magna empresa participan el Gobierno y la Junta de Castilla y León. El arquitecto elegido tras un concurso internacional fue Juan Navarro Baldeweg.
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El gran cubo de 12.000 metros cuadrados, prácticamente transparente, contiene en sus entrañas diversos módulos que reproducen el perfil orográfico de los yacimientos, incluyendo la trinchera del ferrocárril que sacó a la luz su enorme riqueza paleoantropológico, articulando una distribución y consecuente circulación de los visitantes en un supuesto paisaje que sube desde un caudal fluvial hasta una terraza de la sierra.
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En esa progresiva escala, el visitante, que podrá hacer el recorrido por libre o guiado, arranca de un nivel bajo la cota de entrada donde estará con un sólo vistazo frente a la historia geológica, arqueológica y paleontológica de Atapuerca. En este enorme espacio cuatro bloques acogen en su interior las reproducciones yacimientos como los de los Huesos, la Trinchera del Ferrocarril, la Dolina, el Elefante..., y donde se expondrán dos centenares de fósiles humanos, animales y de utensilios de los más de 7.000 extraidos de la sierra
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En este espacio, dedicado en exclusiva a Atapuerca, pequeños y mayores podrán, además, sentirse de algún modo arqueólogos. Varios elementos interactivos, así como la reproducción a escala de una zona de excavación, harán partícipes a los visitantes de la minuciosa labor de prospección. Unos de los «utensilios» son dos mesas con pantalla a modo de cuadrícula de una excavación con diversos restos fósiles sobre los que se puede situar una microcámara que «radiografía» el fósil, catalogándolo.
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Una las señas de identidad del Museo de la Evolución Humana es su concepción de la zona expositiva como ámbito diáfano donde su contenido, más que entorpecer la circulación de los visitantes, se erige como puntos de reunión a modo de un ágora, permitiendo hacer transiciones suaves entre un capítulo y otro, lejos de ciertas museoalizaciones abigarradas. En este sentido, Arsuaga, Bermúdez de Castro y Carbonell señalaron a ABC que Navarro Baldeweg ha tenido el acierto de trasladar el marco de espacio abierto y natural de la sierra. De hecho, sobre los cuatro bloques que ocupan el nivel cero se han colocado parterres con especies vegetales y animales de la sierra de Atapuerca, abarcando el arco temporal de las excavaciones. El empeño en la reproducción de estos jardines interiores ha sido de tal grado que algunos de los árboles cuentan con hojas naturales pegadas una a una a sus ramas.
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Como complemento a la historia paleontropológica de Atapuerca, y para resaltar su capital importancia en el conocimiento de la evolución humana, en la planta cero, a nivel de calle, pero ocupando el fondo de la gran edificio, una sala recoge la historia de la vida en el planeta, las teorias científicas sobre la evolución humana (Darwin, Mendel, Ramón y Cajal...). Sin embargo, es la denominada Plaza de la Evolución el eje neurálgico de esta planta. Doce cilindros, a modo de columnata,contienenen su interior las réplicas de una docena de homínidos, desde la de Lucy (3,2 millones de años) hasta el Homo sapiens. Realizados por la artista francesa Elisabeth Daynès,siguiendo estrictamente las indicaciones de los científicos, su realismo es realmente sobrecogedor.
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La coordinadora general del museo, Aurora Martín Nájera —en el equipo investigador de Atapuerca desde hace tres décadas y profesional museógrafa—, resalta que este nuevo proyecto parte de vincular la ciencia a la cultura y al medio ambiente, superando parcelaciones gremiales. De hecho, el artista plástico Daniel Canogar a elaborado un gran cerebro humano de cables y luces que con seguridad será uno de los puntos de reunión de los visitantes, junto a la gran bola de fuego que ocupa la planta uno, donde se explica la evolución cultural, científica y social de los primeros grupos humanos.
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