"Roma. Naturaleza ideal. Paisajes 1600-1650" (Museo del Prado, Julio - Septiembre 2011)

Todos los paisajes están en el Prado

("Roma. Naturaleza ideal. Paisajes 1600-1650")



EFE / Madrid, 2 de julio de 2011.

El paisaje como un género autónomo en la pintura tuvo su laboratorio en Roma entre 1600 y 1650 y el Museo del Prado reúne ahora un centenar de obras maestras de aquellos pintores, en una exposición que, según el director de la pinacoteca, Miguel Zugaza, es "para asombrar y para enseñar".

"Roma. Naturaleza ideal. Paisajes 1600-1650", es el título de la muestra que se podrá contemplar en el Museo del Prado desde el próximo 5 de julio y hasta el 25 de septiembre, compuesta por 84 pinturas y 19 dibujos que constituyen la selección de paisajes más importante presentada hasta ahora sobre esa época.

Se trata de uno de los proyectos más ambiciosos acometidos por la pinacoteca madrileña, organizado junto con la Réunion des Musées Nationaux, de París, y el Museo del Louvre, y que ya ha pasado por el Gran Palais de la capital francesa. La muestra ha sido descrita como una "lección de historia del arte" por Miguel Zugaza en el acto de presentación celebrado hoy.

La exposición se inicia con cinco cuadros de uno de los padres del género, Annibale Carracci (1560-1609), el primero de ellos el llamado`Paisaje fluvial´ que, procedente de la National Gallery de Washington, evidencia cómo se consolida el género y cómo el paisaje se hace más importante que las figuras.

El comisario de la exposición, Ándrés Úbeda, ha explicado cómo en esos 50 años el paisaje comenzó a identificarse como un elemento independiente de la presencia de la figura humana y se dio un paso definitivo de género menor a una pintura de prestigio reconocido.

Roma se había convertido en esa época en un laboratorio de experimentación e intercambio en el que artistas italianos, franceses, holandeses o alemanes trabajaron sobre el tema del paisaje. Junto a Carracci figuran también obras de artistas del norte de Europa que llegaron a Roma como `Aurora´ del alemán Adam Elsheimer, que sólo ha viajado a la exposición de Madrid, y en el que la representación humana tiene un valor mínimo frente al paisaje.

La selección más grande de la muestra la constituye la del paisaje nórdico y su proyección europea, en la que hay 29 obras de artistas italianos y dos españoles: Martínez del Mazo y Velázquez. Fue Velázquez el que "inauguró una forma diferente de plasmar la naturaleza, una forma que nace y muere" con él, ha explicado Úbeda. Y esta nueva visión se refleja en la "Vista del jardín de la Villa Medici en Roma", una obra maestra de la historia del paisaje occidental.

Otro capítulo constituye la galería de paisajes del Palacio del Buen Retiro, que cobra en esta muestra un mayor protagonismo que en la de París, y que integran los paisajes que fueron encargados por Felipe IV para decorar ese edificio madrileño. A las exigencias decorativas y a su adaptación a las medidas de sus instalaciones responden las dimensiones de estos cuadros.
El hecho de que la pintura de paisaje hubiera sido considerada como un género menor explicaría, según Úbeda, que no hayan sido muy conocidos artistas "soberbios" como el alemán Goffredo Wals, que realizó una aproximación a un estilo nuevo como se observa en el ovalado cuadro `Casa en un camino rural´.

Claudio de Lorena y Nicolás Poussin cierran la exposición. El primero de ellos, uno de los artistas cumbres del paisaje y que representó el "momento de oro del paisaje europeo", en palabras del comisario, con ocho de sus obras, entre las que figuran `Vista de la Crescenza' del Metropolitan de Nueva York. En esta obra, Lorena realiza una presentación novedosa de la luz como un valor añadido que hasta entonces no se había dado.

Mientras, Poussin está representado con diez de sus cuadros en los que exhibe un paisaje clasicista e incorpora mensajes de carácter moral y ético, como ocurre en ´Paisaje con los funerales de Foción´.

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