Churchill sobornó a generales franquistas para evitar la entrada de España en la II Guerra Mundial
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En el verano de 1940, el primer ministro británico Winston Churchill estaba convencido de que España entraría en la II Guerra Mundial del lado de Adolf Hitler.
Para evitarlo, decidió sobornar a los generales que estaban bajo las órdenes del dictador Francisco Franco y crear así toda una corriente militar de pensamiento en contra de la entrada de España en el conflicto.
La pieza clave para ello fue el banquero mallorquín Juan March que actuó como agente secreto británico para organizar los pagos de esos sobornos de millones de dólares, que fueron a parar a manos de una treintena de generales franquistas, cuyos sueldos no eran precisamente boyantes.
Para evitarlo, decidió sobornar a los generales que estaban bajo las órdenes del dictador Francisco Franco y crear así toda una corriente militar de pensamiento en contra de la entrada de España en el conflicto.
La pieza clave para ello fue el banquero mallorquín Juan March que actuó como agente secreto británico para organizar los pagos de esos sobornos de millones de dólares, que fueron a parar a manos de una treintena de generales franquistas, cuyos sueldos no eran precisamente boyantes.
Esta revelación aparece en el libro 'Juan March: El
hombre más misterioso del mundo', publicado recientemente por el
escritor mallorquín Pere Ferrer Guasp, pero, paradójicamente, ha tenido
que ser el diario británico 'The Times'
quien ponga de manifiesto dicha red de sobornos. Según informaciones
del rotativo, en el verano de 1940, pocos meses antes de la reunión
entre Hitler y Franco en Hendaya, el primer ministro británico creía que
España iba a entrar en la II Guerra Mundial del lado de Alemania.
Churchill había recibido informes de sus servicios secretos en torno a la intención de Franco y Hitler de invadir Gibraltar,
punto estratégico para dominar el Mar Mediterráneo, y para evitar
cualquier alineación de España con Alemania, decidió recurrir a una
práctica, cuando menos, poco ortodoxa. El oficial Alan Hillgarth sugirió
la opción del soborno a los altos mandos del Ejército franquista, toda
vez que su sueldo no era demasiado alto y eran susceptibles de recibir
'pagos extras' por sus servicios.
En una carta al entonces jefe de los servicios
estratégicos británicos, J. Donovan, el agente de Estados Unidos en
Portugal Robert Solborg sugería que "el español seleccionado para ser el
instrumento interno para conseguir los favores políticos de esos
generales es el rico banquero Juan March". El empresario mallorquín, que
había logrado amasar una gran fortuna gracias al contrabando de tabaco
durante la I Guerra Mundial parecía, en principio, un aliado poco
conveniente dado que, como se demostró posteriormente, financió el golpe
de Franco.
March, ¿agente doble?
En el libro, Ferrer deja la puerta abierta a que Juan
March actuará como un doble agente. Según su investigación, los
documentos británicos sugieren que el banquero podría haber permanecido
bajo nómina de los alemanes al mismo tiempo que actúo para los
británicos.
En cualquier caso, cuando estos últimos le ofrecieron
actuar como organizador de los sobornos, aceptó, y logró que 30
generales de Franco cambiarán su simpatía por la Alemania nazi por un
rechazo a cualquier tipo de colaboración en la II Guerra Mundial.
En 1940, se abrió una cuenta con 10 millones de dólares
(7, 3 millones de euros) en un banco de Nueva York para pagar los
sobornos a los generales españoles. El plan casi fracasa debido a que el
Departamento del Tesoro creía que Juan March estaba usando el dinero
para financiar al Ejército nazi. El embajador británico logró convencer
al presidente Roosevelt de que de aquel dinero dependían los intereses
británicos y, según Ferrer, sólo en 1942 los generales de Franco
recibieron entre 3 y 5 millones de dólares.
Según el libro, no todos los generales franquistas
necesitaron el aliciente del dinero para cambiar su opinión, si no que
algunos de ellos odiaban al dictador. El general Alfredo Kindelan, por
ejemplo, escribió en sus memorias sobre Franco: "Podías sentir el
vértigo en él por todo aquello, como los escaladores que han subido más
de lo que pueden, se sentía mareado por haber alcanzado aquella altura
con unas habilidades limitadas".
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