Hitler y Napoleón, ladrones del 'cordero'
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Julia Luzán, 4 de septiembre de 2011
El retablo de la catedral de Gante, de Jan van Eyck
FOTOGRAFÍA DE SCALA / ART RESOURCE
| 04-09-2011
El botín de Hitler. El retablo de la catedral de Gante
terminó en manos del Ejército nazi durante la II Guerra Mundial.
Esta y otros miles de obras de arte robadas terminaron en
una antigua mina de sal, la mina de Altaussee, en Austria.
El retablo de la catedral de Gante, de Jan van Eyck, es la
obra más robada de la historia del arte. Despedazado, rapiñado y
falsificado, en seis siglos ha pasado por decenas de manos, incluidas
las de Bonaparte y el Führer, obsesionados por el saqueo artístico.
Napoleón y Hitler tenían cosas en común. Amaban el arte y se apropiaron de la misma presa, La adoración del cordero místico,
una obra que ha sido botín de guerra tres veces, rapiñada, troceada y
falsificada. Desde que en 1432 el pintor Jan van Eyck finalizara uno de
sus cuadros maestros, el retablo de la catedral de Gante ha
experimentado en sus seis siglos de existencia diversos cambios de
manos.
"La pieza inició
su calvario en 1566, cuando fue desmantelada
para evitar los ataques
iconoclastas calvinistas".
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"Grande, muy grande, como un Júpiter olímpico", según el filósofo
Hegel, solo la tabla principal del retablo (la que muestra la adoración)
mide 134,3 por 257,5 centímetros. Junto al resto de paneles forma un
rompecabezas. En el centro, el símbolo más codiciado, La adoración del cordero místico,
muestra un campo lleno de figuras, santos, eremitas, clérigos, jueces
honrados y ángeles que rinden homenaje a la figura divina. La compleja
pieza, formada por 20 paneles de roble pintados unidos por un gran marco
con goznes, comenzó su calvario en 1566, cuando hubo de ser
desmantelado del altar de la catedral de Gante para escapar de los
ataques iconoclastas calvinistas. Dos siglos más tarde fue trasladado a
París como trofeo de guerra. En 1800, seis paneles de los laterales
fueron partidos por la mitad para ser vendidos. La pieza estuvo en las
garras nazis durante la Segunda Guerra Mundial, escondida dentro de una
mina de sal hasta que fue "liberada" por los aliados. Hoy el altar de
Gante sigue orgulloso en el lugar para el que fue creado.
Símbolos, miniaturas, cada
rostro, cada mano de las que pintó Van Eyck es un tesoro que pide a
gritos ser descifrado. Y a eso se ha lanzado un historiador del arte,
profesor en la Universidad Americana de Roma, Noah Charney (1979,
Connecticut, EE UU), con su fascinante obra de investigación, Los ladrones del cordero místico, publicada en España por Ariel.
"En 1934, unos ladrones se llevaron uno de los
paneles. Nunca apareció
y entre 1939 y 1946 se realizó una réplica que se
instaló en el retablo".
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Formado
en Reino Unido, en el Courtauld Institute de Londres y en la
Universidad de Cambridge, Charney saltó a la escritura ideando una
novela, El ladrón de arte, que fue best seller mundial,
publicado en 2007. El éxito le llevó a fundar ARCA, una asociación sin
ánimo de lucro que investiga los delitos contra el arte. Charney asegura
que lo que le atrajo del retablo fue "conocer que era la pieza más
robada de todos los tiempos". Viajó a Gante y sus dos pasiones, "la
historia del arte y la historia de los delitos artísticos",
coincidieron.
De Jan van Eyck es misterioso hasta su nacimiento;
unos lo datan en 1380, otros, en 1385. Fue cortesano, embajador y agente
secreto al servicio de los duques de Borgoña. Pintor de obra corta solo
se le atribuyen con certeza 25 pinturas. Entró en la leyenda cuando el
pintor florentino Vasari le adjudicó la invención de la pintura al óleo.
No era cierto, pero la técnica empleada por Van Eyck, un mago, un
alquimista, explotó al máximo las posibilidades de aquella nueva mezcla
de aceites y pigmentos.
El retablo de Gante, la última obra de la
Edad Media y la primera pintura del Renacimiento, es, según Pilar Silva,
jefa del departamento de pintura flamenca del Museo del Prado,
excepcional. "Ha sido tan apreciado porque es una obra maestra. Por sus
dimensiones, porque no es un retablo al uso, además es un encargo que no
está hecho ni por la Iglesia ni por el duque de Borgoña, es un encargo
que inicialmente se hace a Hubert van Eyck, su hermano, por Joos Vijd y
su esposa Elisabeth Borluut, los mayores patricios de Gante".
Una
pieza excepcional que atrae a los ladrones. Charney afirma que la
historia de los robos de arte es la de la captura de los símbolos. "En
los robos en los que ha estado envuelta la obra de Van Eyck muy pocos
han estado motivados por un provecho económico. Los estudiosos del arte
raramente debaten sobre los robos de arte como un drama psicológico
humano, un tira y afloja entre la propiedad ligada con motivaciones
religiosas, políticas y sociales provocadas por el arte en un camino que
ningún otro objeto inanimado sostiene. El retablo de Gante es el foco
ideal para examinar el fenómeno".
Uno de los más famosos hijos de
Gante, el emperador Carlos V, nunca se fijó en la obra maestra de Jan
van Eyck, pero sí lo hizo su hijo, Felipe II, que logró que le
permitieran hacer una copia del retablo y la tuvo en uno de sus
palacios, en el Alcázar de Madrid. Más tarde sació su anhelo de poseer
una obra de Van Eyck cuando María de Hungría le legó el famoso retrato
del matrimonio Arnolfini, hoy en la National Gallery de Londres.
Flandes era un campo de batalla
para los imperios europeos. En el siglo XVIII, bajo la dominación de
los austriacos, Gante volvió a conocer tiempos de esplendor. El
emperador José II de Bohemia y Hungría viajó a Gante y la imagen de Adán
y Eva en el retablo, tan realistas y desnudos, hirieron su
sensibilidad. Ordenó que aquellos paneles fueran sustituidos por unas
copias exactas en la que los cuerpos se cubrieron con pieles de oso. Al
retablo le aguardaba una nueva prueba, la de Napoleón Bonaparte en su
paseo militar por Europa. Cuando las tropas del general llegaron a
Gante, los paneles centrales de La adoración del cordero místico fueron a parar a manos del Ejército francés y de allí, directos, al Museo del Louvre.
Vencido
Napoleón, el retablo volvió a Gante, aunque duró poco en el altar. En
diciembre de 1816, volvió a ser desmembrado. Aprovechando la ausencia
del obispo, el vicario de la catedral de San Bavón robó los seis paneles
de las alas del retablo (cada panel pesa entre sesenta y cien kilos).
El avispado marchante Nieuwenhuys compró el retablo robado por 3.000
florines (unos 3.800 euros) y se los vendió a un coleccionista inglés,
Edward Solly, que se los llevó a Berlín. En 1821, el rey de Prusia,
Federico Guillermo III, compró toda la colección de Solly y los paneles
del retablo de Gante, cortados verticalmente para que el anverso y el
reverso pudieran verse desde un solo ángulo, pasaron a ser exhibidos en
el Museo del Káiser en Berlín. La I Guerra Mundial trajo más peripecias
para un retablo que era ya epopeya nacional. Finalizada la contienda, la
iglesia de Gante recuperó los paneles laterales. En 1934, parte del
retablo volvió a ser robado. En esta ocasión se llevaron el panel de los
Jueces justos a caballo. Los ladrones pidieron un millón de
francos belgas de rescate. Nunca apareció y en 1939 el conservador del
Museo de Bellas Artes de Bruselas, Jef van der Veken, un buen pintor
surrealista, especializado en los maestros flamencos del siglo XV,
empezó por su cuenta a copiar el panel de los jueces desaparecidos. Van
der Veken acabó la réplica en 1945 y la instaló en el retablo. Parecía
auténtica. Los versos escritos en el reverso de la tabla eran todo un
desafío: "Lo hice por amor / y por deber. / Y para resarcirme / tomé
prestado / del lado oscuro. Firmado: Jef van der Veken".
"En su delirio, Hitler
pensaba que el retablo escondía un mapa en clave para encontrar los Arma
Christi".
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Pero aún quedaba la última
gran prueba para el cordero y su corte de ángeles: Hitler. En su
delirio pensaba que el retablo guardaba un mapa en clave para encontrar
los Arma Christi, los instrumentos de la Pasión de Cristo, entre ellos,
la corona de espinas y la lanza. Al Führer le fascinaba el ocultismo, y
buscaba el Santo Grial y el Arca de la Alianza. El gran carnicero creía
firmemente que si lograba estos objetos tendría poderes sobrenaturales.
El retablo de Gante era una de las piezas más anheladas, para así
sacarse la espina del Tratado de Versalles que obligó a Alemania a
restituirlo a Bélgica. En mayo de 1940, un enviado del ministro nazi de
propaganda, Goebbels, acudió a Gante para buscar el regalo para el
Führer, pero el retablo había salido ya en dirección a Francia.
Encontrarlo en los almacenes del Gobierno de Vichy no fue difícil, pero
uno de sus generales, Goering, rival de Hitler en los saqueos de obras
de arte, se le adelantó. Robaron la obra maestra de Van Eyck de un
castillo en el sur de Francia y lo trasladaron a París. Allí se perdió
su rastro.
Cuando las tropas aliadas entraron en Berlín comenzaron
la búsqueda de los tesoros robados. Una pista les condujo hasta un
especialista en escultura francesa, Hermann Bunjes, asesor artístico de
Rosenberg, jefe de la ERR, la división nazi dedicada al saqueo de obras
de arte. Bunjes reveló los lugares donde se escondían las obras robadas.
El mayor alijo se encontraba en una mina de sal abandonada en los Alpes
austriacos. Eran 12.000 piezas: obras de Miguel Ángel, Rafael, Vermeer,
Rembrandt, Tiziano, Veronés y Van Eyck. Las custodiaba un nazi
despiadado, August Eigruber. Tenía la orden de impedir que el botín del
depósito de Altaussee fuera capturado y a punto estuvo de hacerlo volar
por los aires. La restitución del cordero, dirigida por el general
Eisenhower, a Bélgica fue épica. Los belgas lo recibieron como a un
héroe nacional.
Noah Charney no despeja en su libro la incógnita
de si el retablo vuelve a estar completo. "Durante seis siglos e
incontables crímenes, la obra maestra de Jan van Eyck ha sobrevivido.
Hoy tiene 11 de sus 12 paneles. Ha sido limpiado y analizado por el
Instituto de Conservación Getty y el Gobierno flamenco. Se cree que uno
de los paneles del retablo, el de los Jueces justos, robado en
1934 y que nunca se encontró, podría haber sido subrepticiamente
reinstalado en la obra. Recientes análisis han probado, como pensábamos,
que es una copia moderna pintada en 1940 para reemplazar el panel
robado. Pero es cuestión de tiempo que se encuentre un día el original".
'Los ladrones del cordero místico', de Noah Charney, publicado por Ariel, sale a la venta la próxima semana.
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