La huella americana en Sevilla
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Sevilla fue puerto y puerta de Indias y detentó el monopolio de su comercio durante más de cien años. De aquella época nos queda un legado patrimonial, histórico, científico, religioso y sentimental. Pero ¿lo hemos sabido aprovechar como marca de la ciudad?
La tumba de Colón
Todo empezó tal día como hoy de hace 519 años.
Cristóbal Colón descubría América para, con su aventura, ensanchar las
fronteras del mundo. A su muerte fue enterrado, según su deseo, en
tierras americanas. Primero en Santo Domingo, después en Cuba y, posteriormente, tras la pérdida de los territorios de ultramar, en Sevilla. En nuestra Catedral se labró mausoleo (Arturo Mélida) donde cuatro reyes de armas vestidos de gala portan el féretro del gran Almirante de la Mar Océana. Las cuatro figuras representan a los reinos de Castilla, León, Aragón y Navarra.
La polémica sobre la autenticidad de los restos quedó despejada tras
una investigación de la Universidad de Granada, Santiago, Barcelona,
Roma y el instituto Max Planck. La secuencia genética de los huesos investigados no arrojó ningún tipo de dudas. Lo que queda de Cristóbal Colón es y fue Cristóbal Colón.
Las Atarazanas
Justo un año después de que Colón descubriera tierra americana, los Reyes Católicos destinaban la primera nave de uno de los astilleros más grandes de Europa al mercado del pescado de la ciudad.
Frente a la creencia generalizada entre los sevillanos de que en las
Atarazanas se construían las naves para el circuito americano, la verdad
es que nunca fue utilizado para ese fin. Las exigencias del cabotaje
trasatlántico dejaron obsoletas las grandes galeras que allí se
construían y el edificio era casi imposible reconvertirlo para la
construcción de otro tipo de buques. No obstante su capacidad de
adaptación a otros usos para seguir sobreviviendo es casi darwiniano. Y si en las Atarazanas no se diseñaron barcos para la aventura americana sí, en cambio, fueron útiles algunas de sus naves para almacén de la flota y como centro físico de la Aduana de Sevilla.
Hoy pesa sobre su evocadora arquitectura la apuesta de una caja
catalana para convertir sus naves en espacio cultural, ajenas a su
indiscutible pasado: ser el segundo astillero europeo tras el de Génova.
La casa del comerciante
Una
de las consecuencias directas del descubrimiento fue la revolución del
comercio y el ascenso social de una colección de apellidos extranjeros
instalados en Sevilla que se enriquecerán con el tráfico americano. Uno de esos apellidos es Pinelo, de ascendencia genovesa
y que ya, en los precolombinos, está instalado en la ciudad. A los
Pinelo se le reconoce una influencia notable en sus instituciones y una amistad abierta con Cristóbal Colón,
al que ayudarán y servirán en varias ocasiones. La Casa de aquella
familia de comerciantes de ascendencia genovesa se irá agrandando
conforme su poder económico aumente gracias al comercio atlántico,
añadiendo al núcleo original de la casa del comerciante genovés, las habitaciones construidas a su alrededor, hasta conformar una casa típica de comerciante indiano de la época. Hoy es sede de la Academia de Buenas Letras de Sevilla.
La memoria de papel
Los
cuatrocientos años de vida en común de los españoles peninsulares y
españoles americanos están guardados en Sevilla. Concretamente en el
Archivo de Indias. Un magnífico edificio herreriano que nació para Lonja de mercaderes americanos y
que fue el Wall Street de la época. Carlos III lo reconvirtió en
Archivo de Indias, para que nuestros intelectuales y científicos, con
base documental, pudieran dar contestación a la propaganda europea que
forjó la leyenda negra antiespañola. Hoy es el archivo americanista más importante del mundo.
Tiene mil quinientos veinte metros cuadrados destinados a depósito de
documentos, cerca de doce mil metros lineales de estanterías, cincuenta y
nueve puestos digitalizados para investigar y más de ochenta millones
de páginas documentales distribuidas en dieciséis secciones
archivísticas. El año pasado accedieron a su documentación más de ocho mil usuarios directos y
solicitaron algún tipo de información vía correo electrónico más de
cuatro mil investigadores. Los más grandes americanistas del mundo han
pasado por sus salas. Sevilla, con su natural desahogo, lo conoce como
ese edificio grande que está frente a Correos.
Los libros del Descubridor
En una de las naves almohade de la antigua mezquita sevillana absorbidas por la Catedral,
se ubica la Biblioteca Colombina. Sus fondos están integrados
mayormente por la biblioteca de Hernando Colón, hijo del almirante y uno
de los bibliófilos más destacados de su tiempo. Su biblioteca, quince
mil ejemplares constatados a su muerte, pasa por ser la mejor de Sevilla y una de las mejores de la España del XVI.
Junto con los fondos de Hernando se encuentran, igualmente, los libros
más consultados por Cristóbal Colón. Entre estos podemos encontrar en
esa bellísima biblioteca de la Iglesia sevillana el «Imago Mundi», «Historia rerum» y «El Libro de Marco Polo»,
las grandes enciclopedias de la época. Muchos de los libros tienen
anotaciones de Hernando y de su padre en los márgenes. El manuscrito más
antiguo de la Colombina data del siglo IX
El negocio del Tabaco
El
primer cigarrillo que se fumó en Europa fue en Sevilla. Y dicen que le
costó un repaso de la Inquisición a un marinero de los que acompañó a
Colón. Sea verdad o leyenda urbana el caso es que, Sevilla, fue la
primera ciudad del continente europeo donde se construyó una fábrica
para elaborar el tabaco. Esta primera fábrica se labró en pleno centro de la ciudad: en San Pedro.
Cuado la afición al humo genuinamente americano se extendió por
Sevilla, España y la Humanidad, se levantó el primer edificio industrial
de corte moderno que tuvo la capital andaluza: la Real Fábrica de
Tabacos. Se empezó a cimentar en 1728 y las obras abarcan, con sus distintos avatares, gran parte del siglo XVIII.
El proyecto original, no obstante, no pudo ser ejecutado por diversas
razones técnicas y por la evolución de la tecnología tabaquera. Hasta 1750 aquel ingenio fabril no cae en manos de su verdadero autor,
Sebastián Van der Brocht, con el que colaborarían Catalán Bengoechea,
Pedro de Silva y Lucas Cintora. Cuando se finalizó la fábrica,
lamentablemente, había quedado obsoleta. Hoy es sede del Rectorado universitario así como de diversas facultades. Entre ellas la de Historia, aunque la especialidad americana se la llevó por delante el viento de Bolonia.
Pistas americanas
La
huella americana en la ciudad es evidente. Entramos en la modernidad de
la mano de América e intentamos no apartarnos de ella también con la
celebración de eventos americanos, siempre a impulsos universales, sin
haber sabido articular y cohesionar un discurso de marca que haga de Sevilla lo que es: la ciudad más americana de España.
Además de esos epicentros evidentes de la huella americana en Sevilla
podríamos demorarnos en infinitud de pistas americanas que configuran
nuestro mejor pasado: los candelabros de plata mexicana de la Catedral,
llamados los Vizarrones; la cruz de carey americana del nazareno del Silencio,
las tumbas en el convento de Madre de Dios de la segunda mujer de
Cortés, Juana Ramírez de Arellano y de su hija Catalina Cortés y Zúñiga,
la lápida en relieve de Diego Venegas, en la nave central de la
Catedral, oidor de la Casa de la Contratación y tantas y tantas pistas
más. Con todo esto Sevilla, no obstante, ha sido incapaz de convertir a
la ciudad en la capital del americanismo y vivir de ello como, por
ejemplo, Salzburgo de Mozart.
Conclusión americanista
Pablo Emilio Pérez Mallaina es
catedrático de Historia de América, autor de libros como «Los Hombres
del océano», «La Armada del Mar del Sur», «Naufragios en la Carrera de
Indias» entre otros más, pone punto y final respondiendo a la pregunta
que origina este reportaje diciendo: «Sevilla no tiene esa marca americana gestionada en su beneficio
porque se ha convertido en una vieja dama atacada por el complejo de
superioridad de su antiguo esplendor juvenil y que se reduce a hablar de
su pasado como una interminable ensoñación. Hecha la Feria y la Semana
Santa cree que ya está hecho todo. El circuito americano, la huella
americana de Sevilla está ahí y solo falta que los políticos la vean y la pongan en valor. Sevilla no cuenta con Museo de América. Y creo que es un dato».
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