Velázquez:
el pintor de Felipe IV
El
historiador e hispanista francés Bartolomé Bennassar ha escrito varias
biografías, entre ellas las de Hernán Cortés y Juan de Austria, y ha estudiado
especialmente el Siglo de Oro español y la Inquisición. Acaba de publicar el
libro "Velázquez. Vida", en un intento por desentrañar las incógnitas
que rodean la vida del artista sevillano
Velázquez. Vida, Bartolomé Bennassar, Madrid, Cátedra, 248 págs.,
20 €
Como
usted ha escrito en el prólogo del libro, se había estudiado mucho y muy
profundamente la obra del pintor por historiadores del arte, pero no se había
investigado casi su vida personal. ¿De dónde y por qué nace su interés por este
Velázquez, llamémosle desconocido?
Viene
muy de antiguo y se remonta a la primera vez que vine a España en el año 1951.
Fui al Prado y me pasé no sé cuánto tiempo contemplando las obras de Velázquez.
Hay que tener en cuenta que en Francia casi no hay cuadros del pintor;
solamente hay dos obras seguras de él, la más conocida el Demócrito o El geógrafo, en el Museo de
Bellas Artes de Rouen. Desde ese momento me quedé fascinado por su pintura, y
siempre que he podido, he ido a visitar los museos donde se exhiben sus
cuadros. Más tarde, al ir profundizando en el conocimiento de la obra del
pintor, me surgió la pregunta ¿qué sabemos de la vida de Velázquez, del
hombre?, y me di cuenta que muy poco. De hecho, José Camón Aznar, uno de los
especialistas en Velázquez, en 1964 decía de la vida del pintor que había sido
una “existencia recatada y distante que no es biografiable, porque nada le
sucede”. En 1984, Jonathan Brown en su obra
Velázquez, pintor y cortesano, ya es menos negativo al afirmar:
“Nunca conoceremos a Velázquez como a Goya o Picasso, pero leyendo entre líneas
en la copiosa documentación oficial de su carrera en la Corte, es posible
reconstruir algunos aspectos del Velázquez hombre”. Este libro es un intento
por responder a estas preguntas, aunque por desgracia no he podido contestar a
todas como me habría gustado, y todavía quedan misterios por desentrañar de una
personalidad tan compleja como la de Velázquez.
¿Cómo
ha desarrollado usted el proceso de reconstrucción, entiendo que casi
detectivesco, y en ocasiones inferencial, de la vida de Velázquez?
Hay
muy buenos libros escritos por historiadores del arte sobre la vida del pintor,
españoles, como Francisco Sánchez Cantón, Diego Angulo Íñiguez, José Gudiol… y
extranjeros, como el norteamericano Jonathan Brown y la francesa Enriqueta
Harris. Además, con el tricentenario de la muerte del pintor en 1960 y el
cuarto centenario de su nacimiento en 1999, surgió mucha documentación en los
coloquios, congresos y simposios que se organizaron, que nos ha permitido saber
más sobre la vida del pintor. También últimamente un profesor sevillano, Luis
Méndez Rodríguez, ha descubierto en el archivo de Sevilla documentos
interesantes que atañen a la condición social de la familia de Velázquez que
demuestran que no era hidalgo, porque los abuelos por parte materna eran
calceteros, poniendo en tela de juicio lo que la mayoría de historiadores
creía, que la elección del oficio de pintor y el contrato de aprendizaje
firmado por Francisco Pacheco eran una muestra de la mentalidad liberal de los
padres que le habían permitido dedicarse a lo que le gustaba, aunque fuese un
oficio “mecánico y vil”. En definitiva, se puede decir que sabemos cosas pero
no tanto como nos gustaría; es decir, sobre sus pensamientos, sus deseos
íntimos, porque el gran problema, y esto tampoco lo he podido compensar yo, es
que no hay cartas, diario personal e, incluso, tampoco hay testamento porque no
tuvo tiempo de dictarlo. Yo no he podido rellenar esos huecos, pero lo que sí
creo que he hecho es arrojar luz sobre sus relaciones con otras personas, con
otros artistas y también con su familia. Por ejemplo, su actitud protectora con
sus hermanos más pequeños, que murieron jóvenes, a los que ayudó y que
probablemente trabajaron en su taller.
Se
ha escrito mucho sobre la relación maestro/discípulo con el que más tarde sería
también su suegro, Francisco Pacheco, del que dice que fue “el mejor maestro
que Velázquez podría esperar”. ¿Cómo calificaría la importancia de Pacheco en
la vida de Velázquez?
Pues
creo que de verdad fue muy importante. Sobre todo, le dejó libertad para
practicar una pintura diferente a la suya. Y, además, Pachecho era un hombre
que tenía muchas relaciones, tanto políticas como intelectuales: artistas,
escritores, filósofos, teólogos, cosmógrafos, matemáticos, cirujanos… Se podría
decir que su casa era una Academia informal, “la cárcel dorada del arte,
academia y escuela de los mejores espíritus sevillanos”, según dice Antonio
Palomino en su libro Museo pictórico y escala óptica. Así que hay que suponer
que Velázquez, que vivió allí desde diciembre de 1610 a marzo de 1617, bebió de
ese ambiente humanista e intelectual, y que esos años fueron decisivos en su
formación. Un ejemplo de esto es la biblioteca de Velázquez, que estaba
compuesta sobre todo por obras de ciencia; por ejemplo, casi no hay novelas,
solamente un libro de poemas y llama la atención que apenas haya libros de
literatura religiosa.
¿Cómo
fue la relación de Velázquez con los pintores españoles de su época? ¿Y con
Rubens?
En
abril de 1629 Pedro Pablo Rubens, que ya era un pintor consagrado, vino a
Madrid con el séquito de la archiduquesa y embajadora de los Países Bajos
Isabel Clara Eugenia, tía de Felipe IV, para negociar una paz con Inglaterra.
Cuando conoció a los artistas del Rey, entre éstos destacaba uno que tenía un
especial talento, así que habló con el Rey para que le dejase ir a Italia para
acabar su formación, por lo que se puede decir que fue gracias a Rubens que
Velázquez hizo su primer viaje a Italia, que fue muy importante para él. A su
vuelta se nota que su forma de pintar ha cambiado y también que usa pasta y
tintes distintos. Las relaciones que mantuvo con los demás pintores del Rey no
fueron muy buenas, porque éstos estaban celosos de la rapidez con la que
Velázquez estaba ascendiendo en la Corte, especialmente Vicente Carducho, que
en sus escritos, aunque sin nombrarlo, le hace críticas muy duras, aunque hay
uno de esos pintores que siempre será amigo de Velázquez, Angelo Nardi, otro
pintor de origen italiano. Después Velázquez mantuvo muy buenas relaciones con
otros grandes pintores españoles, como Zurbarán, cuya participación en el Salón
de Batallas del Buen Retiro con Defensa
de Cádiz y Trabajos
de Hércules, seguro que se debió a la intermediación de Velázquez,
ya que es el único de los artistas invitados que no formaba parte de la Corte.
También mantuvo una muy buena relación con Alonso Cano, a pesar de que éste
tenía fama de ser muy arisco; de hecho, será el padrino de dos de sus nietos, y
es muy posible que fuera gracias a la intermediación de Velázquez que Cano
llegara a ser el pintor del conde-duque de Olivares. En el caso de Murillo,
cuando viene a Madrid, se aloja en la propia casa de Velázquez y también
le acompaña a El Escorial para ver sus cuadros.
En
1623 Felipe IV conoció a Velázquez y a partir de ese momento sus destinos
estuvieron unidos hasta 1660, cuando muere el pintor. ¿Por qué cree que
Velázquez, además de ser su pintor, se convirtió en alguien tan importante para
el Rey?
Yo
creo que primero tuvieron una relación cotidiana muy estrecha, excepcional, por
lo menos cuando estaba en Palacio; de hecho, el Rey tenía una silla en el
taller del pintor e iba muy a menudo y se sentaba y le veía pintar. ¿De qué
hablaban? No lo sabemos. Felipe IV, que no era muy buen administrador y
político, en cambio era un gran conocedor del arte y se dio cuenta de que
Velázquez era una especie de superdotado. Demostró mucho cariño por el pintor y
pensó que además de ser pintor de la Corte podía tener un papel más importante,
como un director de Bellas Artes. El Rey quería modificar y redecorar sus
palacios, el Real, El Escorial y Aranjuez, y le confió esta tarea a Velázquez.
Por eso le envió una segunda vez a Italia, con la misión de comprar obras de la
Antigüedad, especialmente esculturas, y algunas pinturas. Esto le permitió
conocer la pintura al fresco, que es algo que se hacía muy poco en España y en
cambio en Italia había grandes especialistas. De hecho, fue Velázquez quien
contrató a Colonna y Mitelli para hacer las decoraciones de los palacios reales.
Así que desarrolló un trabajo muy importante, al que tuvo que dedicar mucho
tiempo, y eso fue en detrimento, para desgracia nuestra, de la cantidad de
cuadros que pintó.
Existe
la idea de que Velázquez fue una persona ambiciosa, preocupada por acumular cargos
que le reportaran beneficios y estabilidad económica. ¿Qué lectura hace usted
de esta faceta del pintor?
Es una
faceta que no se ha tenido muy en cuenta, especialmente porque, como hemos
dicho anteriormente, la mayoría de los que han escrito sobre el pintor han sido
historiadores del arte. Siempre se ha pensado que fue un hombre rico, pero en
verdad no fue hasta el final de su vida cuando se convirtió en un hombre
acauladado. Además se le pagaba con mucho retraso; por ejemplo, se sabe que
durante un tiempo le estuvieron adeudando el sueldo de ¡cinco años! Cuando se
casa su hija, me empeñé en ver en detalle la dote, y me di cuenta de que había
sido muy pequeña, incluso inferior a la de su madre. Podríamos decir que lo más
valioso de la dote fue el cargo que Velázquez consiguió para su yerno en la
Corte. Además hay que tener en cuenta que cuando cobra, lo hace en moneda de
vellón, que en esos tiempos (1620-1630) tiene mucho más cobre que plata, por lo
que se devalúa rápidamente. Solamente al final de su vida su fortuna aumentó al
vender algunas de sus obras, aunque no tantas.
En
sus estancias en Italia de 1629 a 1631 y de 1648 a 1651, el pintor estuvo
separado de su esposa María del Páramo. ¿Cómo cree que fue la relación de
Velázquez con su mujer? Y ¿se sabe si tuvo alguna relación mientras
estuvo en Italia?
En
cuanto a la relación con su mujer, no lo sabemos porque al no haber cartas, lo
suponemos. Yo tampoco he podido aportar nada que aclare la relación verdadera
que mantenían. Lo que sí sabemos es que cuando viaja a Italia, redacta un poder
para que su mujer pueda disponer y tomar las decisiones económicas que estime
oportuno, y efectivamente hará uso de ese poder.
Sobre
las estancias de Velázquez en Italia, de su primer viaje no sabemos nada. En el
segundo viaje, que duró dos años y medio, se sabe, porque lo descubrió una
historiadora inglesa, Jennifer Montagu, que tuvo una relación con una mujer que
todavía no está identificada con certeza, aunque hay varias hipótesis; incluso
se ha dicho que fue con una pintora italiana de cierta calidad y que él le hizo
un retrato, pero que está perdido. Otros piensan que fue una mujer desconocida.
Lo único cierto es que tuvo un hijo, porque tenemos la partida de nacimiento,
que encontró Jennifer Montagu, y también sabemos que el chico fue criado por
una nodriza, porque también se descubrió la partida de pago a la nodriza. Lo
que sigue siendo una incógnita es si Velázquez tuvo tiempo de conocer a su hijo
antes de abandonar Italia, aunque quizá esperase a su nacimiento y eso
explicaría por qué, a pesar de los llamamientos del Rey, él siguió prolongando
su estancia en el país durante un tiempo. Es muy posible que la petición al Rey
en 1657 de otro viaje a Italia, que éste no le concedió, fuese probablemente
para ir a buscar a ese hijo y traerlo a España. No pudo ser porque murió antes,
pero se cree que su yerno Del Mazo fue a Italia a buscar al hijo, aunque
tampoco se sabe si tuvo éxito en su misión. De hecho, algunos historiadores del
arte creen que en el famoso cuadro pintado por Del Mazo que se encuentra en
Viena, La Familia, un
chico que está a la izquierda puede ser este hijo de Velázquez. Pero es una
hipótesis.
¿Por
qué cree que no hay documentos notariales de los contratos entre el pintor y
sus clientes en Sevilla?
Es muy
curioso y raro que no existan esos documentos. Muchos investigadores han
buscado en los registros notariales de Sevilla estos contratos, pero nolos han
encontrado, salvo uno con una comunidad religiosa. En general, los pintores
solían hacer contratos, y su ausencia explica la falta de certidumbre que
tenemos en cuanto a la posibilidad de un taller de Velázquez en Sevilla. Varios
especialistas están convencidos de que este taller existió, y hay cierta probabilidad,
pero ¿cómo se explica entonces que no haya contratos, mientras que la
documentación notarial se conserva muy bien? Se sabe que muchos de los encargos
que tuvo en Sevilla fueron por mediación de su suegro, Francisco Pacheco, sobre
todo los encargos de tipo religioso como La Adoriación de los Magos o Cristo en
casa de Marta y María, pero, por ejemplo, sobre los bodegones no hay ningún
documento. Este hecho es importante porque de los bodegones se hicieron muchas
copias, lo que explica que haya varias versiones de algunos de ellos en museos
de todo el mundo. Si se encontrasen algún día esos contratos, sería posible
identificar los que son realmente del pintor.
Ángela
SANZ COCA; angela.sanz@unidadeditorial.es
Comentarios