miércoles, 30 de mayo de 2012

Entrevista a Bartolomé Bennassar: "Velázquez. El pintor de Felipe IV"


Velázquez: el pintor de Felipe IV



El historiador e hispanista francés Bartolomé Bennassar ha escrito varias biografías, entre ellas las de Hernán Cortés y Juan de Austria, y ha estudiado especialmente el Siglo de Oro español y la Inquisición. Acaba de publicar el libro "Velázquez. Vida", en un intento por desentrañar las incógnitas que rodean la vida del artista sevillano


Velázquez. Vida, Bartolomé Bennassar, Madrid, Cátedra, 248 págs., 20 €


Como usted ha escrito en el prólogo del libro, se había estudiado mucho y muy profundamente la obra del pintor por historiadores del arte, pero no se había investigado casi su vida personal. ¿De dónde y por qué nace su interés por este Velázquez, llamémosle desconocido?

Viene muy de antiguo y se remonta a la primera vez que vine a España en el año 1951. Fui al Prado y me pasé no sé cuánto tiempo contemplando las obras de Velázquez. Hay que tener en cuenta que en Francia casi no hay cuadros del pintor; solamente hay dos obras seguras de él, la más conocida el Demócrito o El geógrafo, en el Museo de Bellas Artes de Rouen. Desde ese momento me quedé fascinado por su pintura, y siempre que he podido, he ido a visitar los museos donde se exhiben sus cuadros. Más tarde, al ir profundizando en el conocimiento de la obra del pintor, me surgió la pregunta ¿qué sabemos de la vida de Velázquez, del hombre?, y me di cuenta que muy poco. De hecho, José Camón Aznar, uno de los especialistas en Velázquez, en 1964 decía de la vida del pintor que había sido una “existencia recatada y distante que no es biografiable, porque nada le sucede”. En 1984, Jonathan Brown en su obra Velázquez, pintor y cortesano, ya es menos negativo al afirmar: “Nunca conoceremos a Velázquez como a Goya o Picasso, pero leyendo entre líneas en la copiosa documentación oficial de su carrera en la Corte, es posible reconstruir algunos aspectos del Velázquez hombre”. Este libro es un intento por responder a estas preguntas, aunque por desgracia no he podido contestar a todas como me habría gustado, y todavía quedan misterios por desentrañar de una personalidad tan compleja como la de Velázquez.

¿Cómo ha desarrollado usted el proceso de reconstrucción, entiendo que casi detectivesco, y en ocasiones inferencial, de la vida de Velázquez?

Hay muy buenos libros escritos por historiadores del arte sobre la vida del pintor, españoles, como Francisco Sánchez Cantón, Diego Angulo Íñiguez, José Gudiol… y extranjeros, como el norteamericano Jonathan Brown y la francesa Enriqueta Harris. Además, con el tricentenario de la muerte del pintor en 1960 y el cuarto centenario de su nacimiento en 1999, surgió mucha documentación en los coloquios, congresos y simposios que se organizaron, que nos ha permitido saber más sobre la vida del pintor. También últimamente un profesor sevillano, Luis Méndez Rodríguez, ha descubierto en el archivo de Sevilla documentos interesantes que atañen a la condición social de la familia de Velázquez que demuestran que no era hidalgo, porque los abuelos por parte materna eran calceteros, poniendo en tela de juicio lo que la mayoría de historiadores creía, que la elección del oficio de pintor y el contrato de aprendizaje firmado por Francisco Pacheco eran una muestra de la mentalidad liberal de los padres que le habían permitido dedicarse a lo que le gustaba, aunque fuese un oficio “mecánico y vil”. En definitiva, se puede decir que sabemos cosas pero no tanto como nos gustaría; es decir, sobre sus pensamientos, sus deseos íntimos, porque el gran problema, y esto tampoco lo he podido compensar yo, es que no hay cartas, diario personal e, incluso, tampoco hay testamento porque no tuvo tiempo de dictarlo. Yo no he podido rellenar esos huecos, pero lo que sí creo que he hecho es arrojar luz sobre sus relaciones con otras personas, con otros artistas y también con su familia. Por ejemplo, su actitud protectora con sus hermanos más pequeños, que murieron jóvenes, a los que ayudó y que probablemente trabajaron en su taller.

Se ha escrito mucho sobre la relación maestro/discípulo con el que más tarde sería también su suegro, Francisco Pacheco, del que dice que fue “el mejor maestro que Velázquez podría esperar”. ¿Cómo calificaría la importancia de Pacheco en la vida de Velázquez?

Pues creo que de verdad fue muy importante. Sobre todo, le dejó libertad para practicar una pintura diferente a la suya. Y, además, Pachecho era un hombre que tenía muchas relaciones, tanto políticas como intelectuales: artistas, escritores, filósofos, teólogos, cosmógrafos, matemáticos, cirujanos… Se podría decir que su casa era una Academia informal, “la cárcel dorada del arte, academia y escuela de los mejores espíritus sevillanos”, según dice Antonio Palomino en su libro Museo pictórico y escala óptica. Así que hay que suponer que Velázquez, que vivió allí desde diciembre de 1610 a marzo de 1617, bebió de ese ambiente humanista e intelectual, y que esos años fueron decisivos en su formación. Un ejemplo de esto es la biblioteca de Velázquez, que estaba compuesta sobre todo por obras de ciencia; por ejemplo, casi no hay novelas, solamente un libro de poemas y llama la atención que apenas haya libros de literatura religiosa.

¿Cómo fue la relación de Velázquez con los pintores españoles de su época? ¿Y con Rubens?

En abril de 1629 Pedro Pablo Rubens, que ya era un pintor consagrado, vino a Madrid con el séquito de la archiduquesa y embajadora de los Países Bajos Isabel Clara Eugenia, tía de Felipe IV, para negociar una paz con Inglaterra. Cuando conoció a los artistas del Rey, entre éstos destacaba uno que tenía un especial talento, así que habló con el Rey para que le dejase ir a Italia para acabar su formación, por lo que se puede decir que fue gracias a Rubens que Velázquez hizo su primer viaje a Italia, que fue muy importante para él. A su vuelta se nota que su forma de pintar ha cambiado y también que usa pasta y tintes distintos. Las relaciones que mantuvo con los demás pintores del Rey no fueron muy buenas, porque éstos estaban celosos de la rapidez con la que Velázquez estaba ascendiendo en la Corte, especialmente Vicente Carducho, que en sus escritos, aunque sin nombrarlo, le hace críticas muy duras, aunque hay uno de esos pintores que siempre será amigo de Velázquez, Angelo Nardi, otro pintor de origen italiano. Después Velázquez mantuvo muy buenas relaciones con otros grandes pintores españoles, como Zurbarán, cuya participación en el Salón de Batallas del Buen Retiro con Defensa de Cádiz y Trabajos de Hércules, seguro que se debió a la intermediación de Velázquez, ya que es el único de los artistas invitados que no formaba parte de la Corte. También mantuvo una muy buena relación con Alonso Cano, a pesar de que éste tenía fama de ser muy arisco; de hecho, será el padrino de dos de sus nietos, y es muy posible que fuera gracias a la intermediación de Velázquez que Cano llegara a ser el pintor del conde-duque de Olivares. En el caso de Murillo, cuando  viene a Madrid, se aloja en la propia casa de Velázquez y también le acompaña a El Escorial para ver sus cuadros.

En 1623 Felipe IV conoció a Velázquez y a partir de ese momento sus destinos estuvieron unidos hasta 1660, cuando muere el pintor. ¿Por qué cree que Velázquez, además de ser su pintor, se convirtió en alguien tan importante para el Rey?

Yo creo que primero tuvieron una relación cotidiana muy estrecha, excepcional, por lo menos cuando estaba en Palacio; de hecho, el Rey tenía una silla en el taller del pintor e iba muy a menudo y se sentaba y le veía pintar. ¿De qué hablaban? No lo sabemos. Felipe IV, que no era muy buen administrador y político, en cambio era un gran conocedor del arte y se dio cuenta de que Velázquez era una especie de superdotado. Demostró mucho cariño por el pintor y pensó que además de ser pintor de la Corte podía tener un papel más importante, como un director de Bellas Artes. El Rey quería modificar y redecorar sus palacios, el Real, El Escorial y Aranjuez, y le confió esta tarea a Velázquez. Por eso le envió una segunda vez a Italia, con la misión de comprar obras de la Antigüedad, especialmente esculturas, y algunas pinturas. Esto le permitió conocer la pintura al fresco, que es algo que se hacía muy poco en España y en cambio en Italia había grandes especialistas. De hecho, fue Velázquez quien contrató a Colonna y Mitelli para hacer las decoraciones de los palacios reales. Así que desarrolló un trabajo muy importante, al que tuvo que dedicar mucho tiempo, y eso fue en detrimento, para desgracia nuestra, de la cantidad de cuadros que pintó.

Existe la idea de que Velázquez fue una persona ambiciosa, preocupada por acumular cargos que le reportaran beneficios y estabilidad económica. ¿Qué lectura hace usted de esta faceta del pintor?

Es una faceta que no se ha tenido muy en cuenta, especialmente porque, como hemos dicho anteriormente, la mayoría de los que han escrito sobre el pintor han sido historiadores del arte. Siempre se ha pensado que fue un hombre rico, pero en verdad no fue hasta el final de su vida cuando se convirtió en un hombre acauladado. Además se le pagaba con mucho retraso; por ejemplo, se sabe que durante un tiempo le estuvieron adeudando el sueldo de ¡cinco años! Cuando se casa su hija, me empeñé en ver en detalle la dote, y me di cuenta de que había sido muy pequeña, incluso inferior a la de su madre. Podríamos decir que lo más valioso de la dote fue el cargo que Velázquez consiguió para su yerno en la Corte. Además hay que tener en cuenta que cuando cobra, lo hace en moneda de vellón, que en esos tiempos (1620-1630) tiene mucho más cobre que plata, por lo que se devalúa rápidamente. Solamente al final de su vida su fortuna aumentó al vender algunas de sus obras, aunque no tantas.

En sus estancias en Italia de 1629 a 1631 y de 1648 a 1651, el pintor estuvo separado de su esposa María del Páramo. ¿Cómo cree que fue la relación de Velázquez con su  mujer? Y ¿se sabe si tuvo alguna relación mientras estuvo en Italia?

En cuanto a la relación con su mujer, no lo sabemos porque al no haber cartas, lo suponemos. Yo tampoco he podido aportar nada que aclare la relación verdadera que mantenían. Lo que sí sabemos es que cuando viaja a Italia, redacta un poder para que su mujer pueda disponer y tomar las decisiones económicas que estime oportuno, y efectivamente hará uso de ese poder.

Sobre las estancias de Velázquez en Italia, de su primer viaje no sabemos nada. En el segundo viaje, que duró dos años y medio, se sabe, porque lo descubrió una historiadora inglesa, Jennifer Montagu, que tuvo una relación con una mujer que todavía no está identificada con certeza, aunque hay varias hipótesis; incluso se ha dicho que fue con una pintora italiana de cierta calidad y que él le hizo un retrato, pero que está perdido. Otros piensan que fue una mujer desconocida. Lo único cierto es que tuvo un hijo, porque tenemos la partida de nacimiento, que encontró Jennifer Montagu, y también sabemos que el chico fue criado por una nodriza, porque también se descubrió la partida de pago a la nodriza. Lo que sigue siendo una incógnita es si Velázquez tuvo tiempo de conocer a su hijo antes de abandonar Italia, aunque quizá esperase a su nacimiento y eso explicaría por qué, a pesar de los llamamientos del Rey, él siguió prolongando su estancia en el país durante un tiempo. Es muy posible que la petición al Rey en 1657 de otro viaje a Italia, que éste no le concedió, fuese probablemente para ir a buscar a ese hijo y traerlo a España. No pudo ser porque murió antes, pero se cree que su yerno Del Mazo fue a Italia a buscar al hijo, aunque tampoco se sabe si tuvo éxito en su misión. De hecho, algunos historiadores del arte creen que en el famoso cuadro pintado por Del Mazo que se encuentra en Viena, La Familia, un chico que está a la izquierda puede ser este hijo de Velázquez. Pero es una hipótesis.

¿Por qué cree que no hay documentos notariales de los contratos entre el pintor y sus clientes en Sevilla?

Es muy curioso y raro que no existan esos documentos. Muchos investigadores han buscado en los registros notariales de Sevilla estos contratos, pero nolos han encontrado, salvo uno con una comunidad religiosa. En general, los pintores solían hacer contratos, y su ausencia explica la falta de certidumbre que tenemos en cuanto a la posibilidad de un taller de Velázquez en Sevilla. Varios especialistas están convencidos de que este taller existió, y hay cierta probabilidad, pero ¿cómo se explica entonces que no haya contratos, mientras que la documentación notarial se conserva muy bien? Se sabe que muchos de los encargos que tuvo en Sevilla fueron por mediación de su suegro, Francisco Pacheco, sobre todo los encargos de tipo religioso como La Adoriación de los Magos o Cristo en casa de Marta y María, pero, por ejemplo, sobre los bodegones no hay ningún documento. Este hecho es importante porque de los bodegones se hicieron muchas copias, lo que explica que haya varias versiones de algunos de ellos en museos de todo el mundo. Si se encontrasen algún día esos contratos, sería posible identificar los que son realmente del pintor.

Ángela SANZ COCA; angela.sanz@unidadeditorial.es

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