El circo de los antipapas
23.VI.2012;
CARMELO LÓPEZ-ARIAS
Los
hay con nombres normalitos: Gregorio XVII, Pío XIII, León XVI. Los hay
pretenciosos: Emmanuel I, Pedro II.Los hay extravagantes: Ahitler I ,
Piedrecita. Hasta tendría gracia si no fuese porque apartan de la Iglesia a
miles de fieles.
El último antipapa que recogen las historias clásicas de la Iglesia es el
aragonés Benedicto XIII, cuyo fallecimiento en Peñíscola en 1423 selló el cisma
de Occidente. No han pasado de cuarenta, y casi todos en el primer milenio.
Pero son abundantes los
caraduras, sectarios o dementes que han utilizado su condición
sacerdotal o religiosa, refrendada por una consagración episcopal ilícita, para
proclamarse papas y congregar a cientos o miles de incautos.
Está
el subtipo cañí, que cambia Roma
por su pueblo. Como Clemente Domínguez, el papa del Palmar de Troya. Empezó a
tener estigmas en 1970, y luego el arzobispo vietnamita Ngo-Dinh-Thuc le ordenó
sacerdote y obispo. En 1978 el mismo Nuestro Señor le designó papa, con el
nombre de Gregorio XVII. Al final, según sus seguidores, “cayó en herejía”.
Murió en 2005 y ha tenido dos sucesores.
Está
el subtipo visionario. El día de su primera comunión, Jesús anunció al francés
Michel Collin que sería papa. Ordenado en 1933, sus superiores consideraron sus
arrebatos místicos como un problema mental (acabaría siendo aconsejado por
extraterrestres) y en 1951 fue reducido al estado laical. En 1963 la Virgen
María le confió “las llaves de la Iglesia” y se coronó papa como Clemente XV.
Ya era obispo, porque Jesús en persona le había elevado a esa dignidad en 1935.
Víctima de leucemia
En 1967, uno de los adeptos de
Collin, el canadiense Gaston Tremblay, antiguo hermano de San Juan de Dios y
aquejado de frecuentes éxtasis, se separó de él. En 1971 fue elegido papa por
un cónclave de ocho obispos
nombrados por él. Gregorio XVII se hizo fuerte en el monasterio de Santa
Jovita, mezclando tradicionalismo litúrgico con sacerdocio femenino. Murió en
diciembre de 2011.
Está
el subtipo apocalíptico, que suele escoger el nombre de Pedro II, último papa
antes del fin del mundo según las profecías de san Malaquías. Ha habido Pedros
II en Bélgica, Alemania, Estados Unidos (uno en Pensilvania y el “prior de
Dakota”) y Francia, donde Maurice Archieri, antiguo mecánico de automóviles,
tuvo una “visión intelectual” en Pentecostés de 1995 y fue escogido papa “por
palabras sustanciales” del Espíritu Santo.
El más
célebre Pedro II es el llamado Piedrecita: William Kamm, australiano, padre de
varios hijos y profeta. Aunque no da ni una. No acertó ni la invasión de su
país por Indonesia ni el choque de un Boeing 747 en Sidney durante las
Olimpiadas. Predijo que sería elegido papa cuando Karol Wojtyla muriese. No fue
así, y era precisa una aclaración. Lo que pasa es que Juan Pablo II no ha
muerto: “Duerme en Dios y resurgirá en un nuevo cuerpo preternatural en el
momento preciso”. Benedicto XVI, mientras, le guarda la silla a Piedrecita.
Cuando muera, será entronizado un antipapa, volverá Juan Pablo II para
desenmascararlo, y por fin Piedrecita se convertirá en Pedro II.
Está
el subtipo paradójico, como Ahitler I, el llamado papa Timothy, líder de una
secta keniata desviada de un
grupo misionero católico y fundada por un antiguo catequista,
Simeon Ondeto, quien en 1962 afirmó ser el Mesías resucitado, “el Cristo
negro”. Timothy Blasio Ahitler era uno de sus cardenales, y cuando murió Ondeto
en 1991 se proclamó papa. Su grupo es virulentamente antioccidental... y a la
vez fervoroso partidario del latín, porque atribuyen a esa lengua propiedades
taumatúrgicas.
Está
el subtipo inmortal. Gino Frediani era párroco en Gavinana (Italia) cuando un
día de 1973, sentado ante una ventana, recibió un golpe de viento en la frente
y se presentaron ante él los profetas Habacuc, Naúm, Nehemías y Baruc para
abrirle los misterios del Antiguo Testamento y del Apocalipsis. Uno de esos
arcanos era nombrarle papa, bajo el nombre de Emmanuel I. Murió en 1984, pero
“regresará de los cielos”.
Está
el subtipo osado. Como el exseminarista sudafricano Victor von Pentz. Se hizo
consagrar obispo por un
cismático ucraniano y en 1994 fue elegido papa en Asís por un
cónclave sedevacantista. Otro obispo cismático ordenó entonces sacerdote... al
papa que ya era obispo. Resuelta la menudencia, el proclamado Lino II y sus
seguidores se dirigieron a la Pontificia Basílica Lateranense de Roma para que
lo aclamase el pueblo. Una pareja de carabineros resolvió el asunto por la vía
rápida.
O como
Oscar Michaelli (monseñor Óscar de la Compasión). Empezó a tener en 2002
visiones de la Virgen que se repetían a diario y le insistían en fundar una
orden religiosa. Hizo algo más: recorrió el mundo a la caza de un obispo que lo
consagrara, y cuando lo logró, escribió a Benedicto XVI y al cardenal Tarcisio
Bertone conminándolos a abandonar el Vaticano para celebrar allí un cónclave.
Incomprensiblemente, no le hicieron caso. Fue elegido en 2006 en Luján
(Argentina) bajo el nombre de León XIV, con solo 24 años. Murió poco después
víctima de leucemia tras dar a luz nueve encíclicas, seis bulas, varios dogmas
y un concilio.
Visiones celestiales
Está el subtipo familiar,
encarnado por el exseminarista norteamericano David Bawden. No buscó completar
sus estudios ni ordenarse. Le bastó ser elegido papa en la casa de sus padres,
en Colorado. Cuando decidió convocar un cónclave, “los enemigos de la Iglesia
intentaron disuadirle”, afirma enfervorizada su página web. Pero en 1990 se
juntaron en un almacén familiar seis valientes, entre ellos papá y mamá, y tras
reñidísima votación salió elegido Miguel I. Sus fotos vestido de blanco y
sentado en el porche de casa en rueda de prensa resultan tan entrañables...
Está
el subtipo formalista. Earl Lucian Pulvermacher fue un capuchino norteamericano
ordenado sacerdote en 1948. Misionero en las islas japonesas del Pacífico, se
convirtió al sedevacantismo y buscó por todo el mundo a los últimos católicos ortodoxos para
constituir un cónclave. Como no era posible llevarlos a todos hasta su rancho
de Montana, votaron por teléfono con un código encriptado para verificar cada
identidad. Tras el recuento (plagado de incertidumbres sobre el resultado...)
resultó elegido Pulvermacher. El flamante Pío XIII, formalista, ordenó fumata
blanca por la chimenea. Había un problema: Pulvermacher no era obispo. Pero lo
solucionó por la vía rápida. Como papa, consagró obispo a su amigo, casado,
Gordon Bateman. Y luego Bateman, ya obispo, hizo lo propio con él. Murió en
2009.
Y está
el subtipo agorero. Valeriano Vestini, también capuchino, hacía su apostolado
normal en Chieti (Italia) hasta que en 1983 empezó a interpretar los sueños de los terciarios franciscanos
del pueblo, que consideraba visiones celestiales.
En 1990, los mensajes dijeron
que debía ser papa y corredentor. Dicho y hecho. Eligió el nombre de Valeriano
I. En 1993 fue suspendido a divinis, y la medicina surtió efecto. Caso poco
frecuente entre quienes cruzan esta línea roja, en 1995 volvió a la Iglesia.
Sirva el dato como gratificante colofón a esta galería de los horrores.
Comentarios